lunes, 17 de marzo de 2014

La sonrisa del sol

Un paseo inolvidable en la jaula del león. Fue como encerrarse entre las rejas y allí mismo provocar a la fiera hasta hacerla echar espuma por la boca, pero a la vez burlarse de ella una y otra vez durante más de 90 minutos.

Es una forma de ver la paliza que Liverpool le propinó a Manchester United en su propio templo, donde otrora -no hace tanto- nadie se salía con la suya y menos los rivales tradicionales. Allí los clásicos eran para el local y no había vuelta.

"Luis Suárez estuvo fantástico como en toda la temporada. Ahora es una escena ya familiar, el árbitro desestimando sus protestas, sólo para que luego el "replay" muestre claramente que el reclamo del uruguayo era plenamente justificado, Sí, claro, él acostumbraba a fingir, pero no lo hace más. Pueden los jueces aceptar ésto de una vez por todas y comenzar a tratarlo como a los otros delanteros?" Y quién dice ésto es el periodista del Daily Mail, el Jefe Ejecutivo de Deportes de dicho matutino londinense, Martin Samuel, el mismo que fue uno de los enemigos más acérrimos de Suárez, uno de los periodistas que más lo castigaron luego de cada uno de los episodios que al de Salto le tocó vivir en su periplo por las Islas Británicas desde su contratación por Liverpool en enero de 2011.

Pero el amigo Samuel sigue con su exposición en la página 70 del Mail: "en esta ocasión (una de las primeras intervenciones del celeste en el clásico) Suárez mereció que le cobraran el penal por dos veces consecutivas. Marrouane Fellaini (el belga-marroquí contratado esta temporada por Manchester United) le tocó la pierna y lo hizo tambalear. Suárez no se tiró, siguió recto al arco rival, pero Fellaini le pegó de nuevo y esta vez logró derribar al uruguayo. Clattenburg (Mark, el árbitro del clásico del domingo) desestimó las dos infracciones, sentando así la base para lo que luego sería una muy pobre performance".

Pero Samuel, el entrado en kilos y barbudo Jefe Ejecutivo de Deportes del Daily Mail, no fue el único en marcar que en esa acción el árbitro debió sancionar el primer penal de la tarde para los "Reds". En la página 14 del Suplemento Deportivo de los lunes del sensacionalista The Sun, otro periodista, Shaun Curtis, afirma que "si Suárez se hubiera tirado cuando Fellaini lo fauleó por primera vez en esa jugada de los albores del "Derby", el árbitro hubiera marcado la falta capital, pero, aunque tambaleándose, se mantuvo de pie y el juez, aún cuando en la segunda infracción del espigado belga el uruguayo terminó desplomándose, le negó un penal muy claro".

Una tarde de locos, sí, por lo mucho que hizo Liverpool, por lo poco y nada que tejió Manchester United, por los tres penales sancionados por Mark Clattenburg a favor...del visitante, sí, del visitante y en Old Trafford y también porque el árbitro pifió muy feo en el último de ellos, ya que no existió contacto alguno en el intento defensivo de Nemanja Vidic ante Daniel Sturridge, acción que finalizó con una roja muy injusta para el capitán de Manchester United. Pero hete aquí -como se estilaba redactar en los cuentos infantiles- que Clattenburg no cobró ese tan comentado primer penal cometido por Marrouane Fellaini contra Luis Suárez, tampoco expulsó a Rafael con una segunda tarjeta amarilla "cantada", luego de una mano ultra-intencional para desbaratar un toque tan sutil como magistral del uruguayo, que se le iba a escapar sin apelación posible. Sí, fue el primer penal de la tarde seguido de un gesto de película del juez ante las protestas desesperadas de los de Liverpool que le reclamaban la expulsión del lateral: "una más y lo echo". Fue como si Clattenburg les hubiera dicho: "nooo muchachos, es un crimen expulsarlo, vamos a darle una oportunidad más". Es justo agregar que episodios como éste sólo pueden verse en el referato inglés, ésto es, prácticamente reconocer públicamente, mediante gestos evidentes, que no quiso expulsar al futbolista pese a que el mismo se había ganado la segunda amarilla sin lugar a la menor duda. Clattenburg cerró su horrenda tarde mirando para otro lado cuando Michael Carrick "aterrizó" a Sturridge dentro del área local. Todo un récord del espigado árbitro: cobró tres penales para Liverpool, de los cuales el último no existió, pero desestimó dos, claros por demás, también a favor del visitante.

Horrores arbitrales aparte, lo dibujado en la cancha fue inolvidable para los "Reds". El mediocampo plantado como nunca, los espacios cerrados para el local, ni una hendija quedó, el despliegue de energías fue fantástico, todos corrieron, todos ahogaron, todos tocaron, todos escucharon esa especie de "oléee" que partía del tramo superior de las tribunas de Old Trafford, todos se agrandaron hasta hacerse inmedibles a medida que pasaban los minutos y la victoria se hacía inexorable. Al danés Daniel Agger un sastre le tomó las medidas y concluyó que eran las ideales para enfrentar clásicos. Gritó, mandó, metió suela sin piedad, fue caudillo y sobre todo demostró que nadie le saca el puesto ni blandiendo un garrote.

En la única de Manchester United, un formidable remate del único "Devil" que sintió veguenza, un tal Wayne Rooney, apareció una de las tantas explicaciones para este nuevo Liverpool: el arquero belga Simon Mignolet, una contratación clave para esta temporada. Y adelante lo de siempre, la rutina, la demolición, lo incontrolable: las dos fieras sueltas, el ya famoso "SAS", Suárez And Sturridge, Sturridge And Suárez, apoyados por el incansable Rahem Sterling, subiendo y bajando a velocidades de crucero.

Ante este panorama, qué le quedaba por hacer al United? Sólo una cosa: observar el espectáculo de la parte alta de Old Trafford, el color rojo con una pizca de blanco poblándolo todo y en medio de ellos, esas dos banderas uruguayas enloquecidas, con el sol más sonriente que nunca.

jueves, 6 de marzo de 2014

Sentimientos encontrados

"Dinamarca terminó seis puntos debajo de Italia en la Serie de Eliminatorias. Por supuesto, no sólo terminó fuera del Mundial sino que, peor aún, fue vapuleada jugando de local, 4-0, por Armenia. Y todo esto pasó antes del actual proceso de reconstrucción a cargo del entrenador Morten Olsen. Con estos antecedentes, el consenso general era que el amistoso de hoy (miércoles) se sellaba con un 3 a 0 para Inglaterra. Sí, flojo, casi caminando".

Así reza uno de los párrafos más sustanciosos de la crónica del Editor de Deportes de The Sun, inserta en las páginas 56 y 57 del matutino londinense, en su edición papel correspondiente al jueves 6 de marzo de 2014. Tras recordarle a los lectores que en los amistosos anteriores "Los Tres Leones"cayeron en el mismísimo Wembley ante Chile y un equipo alternativo de Alemania, Steven Howard agrega aún más picante a la salsa: "lo preocupante es que esta Dinamarca en proceso de restauración, con grandes limitaciones, se las arregló para crear más que un par de difíciles momentos para la retaguardia inglesa".

Y claro, la pregunta surge solita. Y no sólo le sale del alma al Editor de Deportes de The Sun, en realidad cae del árbol como una manzana madura: "Si ellos (los daneses) pudieron darnos esos sustos, cuál es la chance de parar a Suárez y a Cavani?".

 Howard dice que el entrenador inglés Roy Hodgson siempre tiene el mismo verso a mano después de cada amistoso. Y transcribe las repetidas palabras del conductor: "enfrentamos a un equipo que trabajó duro y nos cerró los espacios, por lo cual fue muy complicado romper sus líneas".

El párrafo dedicado a Wayne Rooney no conoce la palabra piedad: "el goleador puede haber firmado un contrato de 300.000 libras por semana en Old Trafford, pero anoche (miércoles) no demostró que cuesta ese dinero, ya que jugó uno de los peores partidos defendiendo a Inglaterra".

El cierre de la nota editorial es pesimista, oscuro, muy oscuro: "si esto es lo que vamos a llevar a Brasil, no va a ser suficiente".

En un recuadro de la misma página 57 de The Sun, el entrenador del Queens Park Rangers de la Segunda División del fútbol inglés, el conocido Harry Redknapp, se dedica a quitarle importancia al rubro amistosos: "la mitad de los jugadores están pensando en los partidos cruciales que se les vienen con sus clubes este fin de semana. Ninguno quiere lesionarse y es lógico cuando no hay nada en juego. Quién, aparte de Roy Hodgson, se quedaría sin dormir cualquiera fuera el resultado del amistoso ante Dinamarca? Estos partidos no determinan nada, Roy (Hodgson) hace su trabajo cada semana observando estos mismos jugadores en la Premier League. Allí es donde ellos se ganan sus pasajes a Brasil".

En la página 59 del matutino, el periodista Charlie Wyett encabeza un recuadro con este título: "Cómo nos arreglaremos en Brasil jugando en esta forma?" En el texto dice que "Daniel Sturridge podrá haber marcado el gol del triunfo, pero a menos que Inglaterra sea más potente en ofensiva, no irá lejos en Brasil". Y lo que sigue es peor todavía: "Con esta performance contra un maquillado Dinamarca, los hinchas ingleses que están planeando ir a Brasil, deberán pensarlos dos veces antes de reservar hoteles en las sedes de los partidos". Crudo el hombre, todo un Tyson, pegando durísimo.

Y el espía en Austria, que dice? Bueno, lo cierto es que inyecta un poco más de esperanza en los alicaídos ingleses. "No Sua-gger" se titula el recuadro, parafraseando el idioma alemán al transformar la última sílaba del apellido del goleador "que ayer no pudo inclinar la balanza para Uruguay pese a que a que estrelló el balón en el horizontal al rematar un tiro libre 14 minutos después del gol de Marc Janko". Por encima del dibujo de una gran lupa que contiene el escudo de la AUF y el título "Espía en el Campo", el periodista no identificado aclara que igualmente Uruguay rescató un empate ante Austria, aunque Oscar Tabárez haya dicho que "en el primer tiempo fuimos basura" (?).

Igualdad ante los austríacos a un lado, el periodista especifica que el punto fuerte de los celestes es su formidable ataque liderado por Luis Suárez y Edison Cavani, aunque aclara que el del PSG estuvo ausente en el amistoso por una lesión muscular en recuperación.

"Puntos débiles", titula luego y los detalla: "apuras a su defensa con velocidad y Uruguay empieza a quebrarse". Claro, obviamente, apunta a Diego Lugano como principal "Talón de Aquiles" del celeste: "el capitán no es justamente un 'Sprinter' (clara referencia a la lentitud del zaguero del West Bromwich) y todavía Maxi Pereira tuvo un juego 'shoqueante' ayer. Los atacantes ingleses están bien equipados para crearles problemas".

"Podemos ganarles?" es el último título del espía en Austria. Y concluye que "Inglaterra puede ganarles...en el papel (en teoría). Los sudamericanos (Uruguay) pueden ser letales en ofensiva pero su defensa es muy insegura. Hodgson estará confiado, especialmente con un arquero y una defensa que aparezcan realmente sólidos".

Pesimismo notorio en el análisis introspectivo, mirando para adentro de la casa. Apuntando específicamente a Uruguay, el sentimiento está partido, tal como el equipo celeste: temor al potente ataque que comandan Suárez y Cavani, confianza en que la velocidad del ataque inglés quiebre a una defensa lenta y vacilante.

Así se ven, así nos ven.

lunes, 3 de marzo de 2014

La Fiesta Inolvidable

Las puertas de salida de la estación de Wembley Park son un gran mirador. Antes de bajar las grandes escaleras, aquel día del verano de 2003, la gente se agrupaba para ser testigos privilegiados de la demolición de aquellas dos inmensas torres blancas parecidas a Mezquitas, auténticos símbolos de aquel Wembley que se fue, que nos dejó hace ya más de una década.

Ahora desde la remodelada estación, ampliada, modernizada, el mirador muestra una marea humana que a paso de tortuga va, va, va, no deja de ir y no para mientras allá a lo lejos se la ve trepar por las interminables rampas del "Templo del Fútbol", hasta ser tragada por las diferentes bocas de acceso. Al pie de las escaleras de dicha estación del Subte londinense, decenas de personas muestran carteles a los que vienen descendiendo para iniciar esa especie de peregrinación de 600 metros que finalizará dentro de una de las tribunas del "Templo". En los aeropuertos en esas mini-pancartas se leen nombres de personas, al pie de los escalones de la Wembley Park Station el texto es "I need 3 tickets" o "Two tickets needed". Están buscando que alguien -y siempre lo hay- se haya quedado con alguna entrada de "clavo", debido a razones de enfermedad u otras y esté necesitando recuperar el dineral invertido. "Pobres, quién sabe de dónde se vinieron sin entradas, ojalá consigan", dice mi hija.

En el trayecto a través del gigantesco corredor que comunica la estación con el gran Wembley Stadium, se ve de todo. La cerveza corre a raudales, las latas vacías vuelan para todos lados, pero el resultado de la ingesta es pura alegría, entusiasmo desbordante, bailes que trancan "el tráfico" de transeúntes, risas estentóreas, vítores y cantos. El rojiblanco de Sunderland se mezcla con el celeste del Manchester City. Todos juntos bromean, se cargan, se cantan, mezclados, hombro con hombro, uno al lado del otro. La policía sólo está ahí y la verdad es que está porque tiene que estar y nada más. Los agentes miran, sonríen, comentan entre ellos las excentricidades de los hinchas, se matan de risa con ellos, ofician de guías para los más desorientados. Los uruguayos -dos- van entreverados en el maremoto, sacan fotos y filman hasta saciarse. Hoy día para ellos ver algo así es algo parecido a una película de ciencia ficción...cuando es simplemente la expresión de euforia por una fiesta deportiva manifestada por una sociedad normal, a la que hace rato le han extirpado de raíz el cáncer de la violencia.

Ya están adentro. Segundos antes, como es rutina en todos los estadios ingleses, han escaneado las entradas que contienen sus nombres y domicilios y han pasado una revisación que, más que tal, es un intercambio de bromas con el personal de seguridad a cargo del "operativo".

Las butacas están esperando a sus ocupantes. En la cancha calientan los dos equipos, pero ahora el verdadero espectáculo está en las enormes tribunas del coloso. No cabe un alma más. Aquello es imponente, tanto como la organización del evento. El techo deja, como en un acto de piedad, que se vea un mínimo cuadrado de cielo encapotado que parece vigilar el círculo central de la cancha. Aparte de eso, todo está cubierto. La acústica es brutal, no respeta los oídos pero al mismo tiempo la música colabora con el resto del entorno para que se erice la piel aún más, si es que eso es posible.

"Nos metieron en la barra brava" le digo a mi hija, pero apenas lo termino de pronunciar me doy cuenta que los que saltan y cantan como locos, pintados de rojo y blanco, están por todos lados y no son solamente los dos descocados -padre e hijo- que justo en la fila de adelante no paran de darle a la corneta y varios minutos antes de comenzar el partido, ya tienen la garganta destrozada. "Yo lloro cuando ganamos y lloro cuando perdemos" nos aclara el hijo, mientras el padre nos dice "está loco, pobre" y se mata de risa.

Los del norte de Inglaterra son así: sanguíneos, emotivos, vitales, tan diferentes a las hinchadas londinenses, más apagadas, entregadas a la hora de ir en desventaja, hasta frías. Los de allá arriba no paran de alentar, lo hicieron hasta el final y después también, cuando los futbolistas de Sunderland, antes de ir a recibir sus medallas como vicecampeones de la Copa de Liga, se arrimaron a aplaudirlos agradeciéndoles su apoyo permanente.

En la cancha, Sunderland se puso muy pronto en ventaja, demasiado rápido quizás, mucho tiempo para defender, largos, eternos minutos por delante para mantener una exigua ventaja. En los primeros 45 minutos lo logró. Gustavo Poyet plantó en la cancha a un Uruguay vestido de rojo y blanco, con una marca escalonada, un equipo mentalizado para no dejar hacer al encumbrado rival, negándole la recepción del balón a las figuras claves de los celestes del City. De última, cuando no se podía impedir la elaboración de la jugada de los de Manchester, una pierna o un zapato aparecía a último momento, muy a la uruguaya, para ahogar el grito de gol de la otra mitad del estadio. Después, los de Pellegrini demostraron que si no les sale su fútbol habitual de toques cortos, el atildado, el prolijo, el "tiqui-tiqui", tiene gente que sabe definir los partidos de otra forma, por ejemplo con terribles zapatazos como los de Yaya y Samir, que liquidaron el pleito.

Antes, mucho antes de ese final triste para Poyet y los suyos, la salida a la cancha de los equipos fue apoteótica, con la música atronando el ambiente, los estandartes gigantes de ambos contendientes, los lanza llamas escupiendo fuego hacia arriba y el "God Save the Queen", el himno inglés, entonado por una soprano con voz de diosa. En las tribunas, dos perfectos semicírculos de gente, inmensos, desde el césped hasta el techo del gigante, uno celeste y el otro rojiblanco, estaban separados justo a la altura de la línea del centro de la cancha, por guardias de seguridad privados completamente desarmados, que se entretenían bromeando con la gente a la que supuestamente debían "vigilar". Otra cultura, otro mundo. Sí, otro planeta, o como más le guste al lector.

Y a la salida lo mismo, a juntarse ganadores y perdedores en el enorme corredor de 600 metros hasta la estación del Subte de Wembley Park. A conversar, a reírse un poco más los ganadores, a no dramatizar demasiado los perdedores. En la mitad del trayecto una fila de mujeres policías de a caballo le sonreían a la gente y accedían a posar con los hinchas de ambos equipos, mientras algunos acariciaban dulcemente a los animales. Más allá, al final del gran corredor, los controladores del transporte paraban el flujo de gente hacia la estación cada 5 minutos, para evitar la congestión de público allá arriba, donde las líneas Jubilee y Metropolitan evacuaban rápidamente el área del "Templo del Fútbol".

Una fiesta en otro planeta, en una galaxia distinta...pero una fiesta inolvidable.



Nota del autor: esta maravillosa jornada de fútbol, éste espectáculo inolvidable aún más allá del resultado deportivo opuesto a nuestros deseos, nos fue posible vivirlo a mi hija menor y a mi, gracias a una persona que rompe todos los adjetivos elogiosos. Nunca pude trabajar en mi profesión en este maravilloso país en el que vivo y en el que hemos salido adelante junto a mi familia, de modo que no poseo acreditación alguna para ingresar a espectáculos deportivos. Los precios para esta final, como para casi todos los partidos de la Premier League, eran realmente inalcanzables para nosotros. Un Sr. llamado Gustavo Poyet, entrenador del Sunderland, un luchador y un caballero del deporte, pero sobre todo una gran persona y un laburante del fútbol, supo comprender nuestras ganas irresistibles de concurrir a este evento y transformarnos en hinchas rabiosos de su equipo.
Gracias Gustavo, de parte de una simple familia de laburantes uruguayos que vive en Inglaterra.