domingo, 26 de junio de 2016

NOCHE DE PERROS

El Reino Unido y los integrantes de la Unión Europea viven un momento acuciante desde la madrugada del viernes 24 de junio último, cuando se confirmó la increíble escisión británica del bloque, al cual las Islas habían estado ligadas desde 1973.

Para que se entienda aunque sea básicamente cómo se ha llegado al punto de conmoción e incertidumbre que hoy abarca por igual a la gente que vive en éstas tierras, ya fuere los nacidos en ellas como los inmigrantes de todas las razas, lenguas y credos políticos y religiosos, así como a los propios políticos, los perdedores por supuesto, pero también los supuestos "ganadores", hay que remitirse a varios tópicos que pueden, con un poco de suerte, aportar una explicación más o menos razonable a éste fenómeno casi sobrenatural, con el que nadie hubiera querido lidar en las horas que transcurren.

LOS "GANADORES". Nunca las comillas calzaron mejor que en éste caso, aplicadas a los dos cabecillas que aprovecharon un referendum al cual el Primer Ministro David Cameron se había visto obligado a convocar, cediendo a presiones insoportables de sus adversarios políticos, apenas asumió su segunda magistratura en mayo de 2015.

Boris Johnson es un personaje singular del ámbito político británico, un conservador propietario de una excentricidad casi exclusiva que lo llevó, quizás, a ser electo en dos oportunidades como Alcalde de Londres, la capital del Reino, una ciudad de extracción netamente laborista, ésto es, la fracción opuesta a la que pertenece el ex-Alcalde, el flequilludo de los cabellos rubios, casi albinos, el ciclista, el rugbista, el jugador de Cricket, el amante de los deportes que se practican en ésta parte del planeta.

Pero Mr. Johnson tenía una ambición secreta y no pensaba dejarla escapar: nada menos que mudarse algún día al número 10 de Downing Street, en otras palabras encaramarse al cargo de Primer Ministro británico. Así optó por urdir un plan que, si terminaba como él esperaba, lo depositaría en 2019 en la referida residencia. Boris decidió así que el plebiscito del 23 de junio de 2016 sería su caballito de batalla para acceder a la ansiada meta. Dándole la espalda al actual Primer Ministro, el rubio flequilludo y despeinado inició una veloz carrera hacia su objetivo, la cual consistió en una ferviente militancia para lograr que los británicos votaran en contra de Cameron, es decir, que eligieran salir de la Unión Europea.

Pero en el mundo real Johnson jamás pensó que esa tendencia loca, descabellada, absurda para el entorno en el que una gran nación debe moverse en un mundo globalizado hasta los límites más extremos que la mente humana pueda imaginarse, terminaría imponiéndose en las urnas, dando comienzo a la época de mayor inestabilidad e incertidumbre que el Reino Unido haya vivido en la era moderna. El resultado del jueves 23 de junio no fue otra cosa que un boomerang para Boris. El pretendía lograr una muy buena cantidad de votos en el referendum, los necesarios para encaramarse con confianza y seguridad hacia el número 10 de Downing Street, en caso de un nuevo triunfo electoral en mayo de 2019, Pero el llamado "Leave" ("Dejar') terminó imponiéndose y generando un caos político, económico y social de proporciones inusitadas y en estas horas hasta desconocidas, con una estrepitosa caída de la libra esterlina frente al dólar americano, con los bancos amenazando cambiar Londres por París, con las Bolsas iniciando una semana de locura como pocas, con la renuncia indeclinable que David Cameron ya anunció para octubre próximo ya que, según dijo el compungido PM en la puerta misma de su residencia, "no se consideraba la persona adecuada para conducir a la nación en éste nuevo emprendimiento que ahora no había hecho más que comenzar".

En otras palabras Cameron, sin decirlo por supuesto, le cedió la posta al ambicioso Johnson, una especie de "ésto es lo que conseguiste con tu locura por el cargo de Primer Ministro, bueno, ahí lo tenés, ahí está, ahora arreglá vos, si es que podés, todo este embrnollo". El problema es que, al igual que la multitud que esperó a Boris el sábado a la salida de su domicilio para insultarlo abiertamente - "Shame you Boris" ('Sos una verguenza Boris') le espetó un corpulento hombre con un casco de ciclista mientras la policía frenaba su peligroso acercamiento al ex-Alcalde- los parlamentarios y ministros conservadores, aparentemente vetarían sin vueltas a Johnson como futuro líder de su partido y, por decantación, como aspirante a obtener la llave del histórico "Number 10" de Downing Street. Es la vieja historia del boomerang, no otra. La ambición mató al ex-Alcalde londinense, el elixir mágico que decidió probar para cumplir su deseo dorado, se transformó en veneno.

 El otro personaje siniestro en este drama es Nigel Farrage, el ultra-derechista del partido llamado UKIP quien, con total soltura, exhibió la misma irresponsabilidad de Johnson, ya que ninguno de los dos tenía la mínima idea de que su tendenciosa e interesada propaganda terminaría con el amargo triunfo de los votantes del "Leave" ('Dejar'), por lo cual tampoco tenían ni argumentos ni planes que canalizaran de alguna forma la salida del bloque europeo. Boris y Nigel conquistaron demasiadas mentes escencialmente pertenecientes a gente de la tercera edad, como las de dos tiernas viejecitas londinenses que esperaban, según dijeron al periodista de la BBC, que "volviera el país de su juventud, el de cinco o seis décadas atrás". Con esta misma ingenuidad y ligereza votó la inmensa mayoría de los "ganadores" en las urnas -básicamente los de la tercera edad pero también los otros aunque en mucho menor volumen- pero que resultaron tan perdedores como los demás en esta hora de angustia e incertidumbre que asola a estas tierras.

Mientras el objetivo de Boris Johnson fue claramente el ganar fuerza, a través de una importante cantidad de votos, para consolidarse como candidato por el Partido Conservador a pelear por el cargo de Primer Ministro en las elecciones de 2019, la meta que se propuso Nigel Farrage fue, apelando también a sufragios masivos, darle mayor vuelo aún a su propuesta de ultra-derecha que ya había tenido un éxito bastante importante al cabo de las elecciones generles de mayo de 2015. Igual que su "compinche" Boris, nuestro amigo Nigel tampoco esperaba que los votantes de la tendencia fueran ni por asomo suficientes para que el Reino Unido terminara escindiéndose del bloque. La noche del desastre, cuando aún no se había iniciado el recuento de votos, Farrage declaró, muy suelto de cuerpo, que "concedo que la victoria será del "Remain" ('Quedarse'). Todos creyeron que había financiado a alguna consultora para que llevara a cabo una encuesta a cuyo resultado sólo él accedería y que dicha empresa sencillamente le había comunicado que ganaría la opción de permanecer en la Unión Europea. Pues no fue así, Farrage no había contratado a nadie para que indagara a boca de urna el resultado final. La explicación para su sus dichos, apenas abiertas las primeras urnas a las 22 horas del jueves del referendum, es mucho más sencilla: ni en sus suenos más remotos el ultra-derechista se había dibujado un triunfo de la opción que, con fines siniestros, tantos como los de Boris Johnson, había pregonado con aparente unción y convencimiento.

Eso sí, luego del pseudo-triunfo en las urnas, mientras Boris, casi inmovilizado por la sorpresa, poco menos que ni apareció en público y sólo atinó poco menos que a balbucear sin el menor convencimiento que "la economía btritánica continuará siendo tan fuerte como siempre", Nigel tuvo una reacción fugaz y a viva voz coreó un lema que, curiosamente, había sido el estandarte de Boris Johnson escencialmente durante los últimos días previos al escrutinio: "Hoy 23 de junio es nuestro Día de la Independencia!!" Pero luego de esa aparición, dijo muy poco más y también se refugió en la privacía.

LOS PERDEDORES. Mientras David Cameron, fuera de la residencia oficial y bajo la mirada compasiva de su esposa Samantha (la foto gigantesca de la escena apareció en todos los matutinos del sábado), daba a conocer su renuncia a partir de octubre próximo, el caos se desataba sin freno a su alrededor. A la vez que los conservadores poco menos que pedían la cabeza de Boris Johnson y algunos decía que ni en la ficción votarían al ex-Alcalde como líder del Partido y candidado a Primer Ministro en 2019, algunos miembros del opositor Partido Laborista ponían en la picota a su actual líder Jeremy Corbin, acusándolo de una floja gestión pre-referendum en defensa de la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea, lo cual había devengado en la inesperada baja votación del sector por la permanencia en la Unión. " Es un buen hombre, decente, pero no es un líder", decían,  mientras los más jóvenes, curiosamente los que más habían votado por la permanencia de su país en el bloque europeo, defendían al líder fervientemente.

En Bruselas, las luces del edificio sede de la Unión Europea permanecían encendidas a las 4 de la madrugada del viernes 24, un signo inequívoco de que la alarma ya se había apoderado de los líderes del viejo continente. Al día siguiente las primeras declaraciones públicar urgían al Reino Unido a programar su retiro con la mayor rapidez posible, mientras la canciller alemana Angela Merkel trataba de calmar los ánimos, incitando a una separación pacífica, sin agresiones ni urgencias innecesarias.

ESCOCIA INDEPENDIENTE. A su vez desde Escocia la Primer Ministro Nicola Sturgeon elogiaba la masiva votación de su país por la permanencia en la Unión Europea, la más importante registrada en las urnas, y como consecuencia directa prometía que agotaría los recursos para instrumentar las leyes que en un futuro cercano promoverían un nuevo referendum sobre la independencia de su país, cuyo resultado sería seguramente muy diferente al negativo registrado en 2014. Como directa derivación de esa presunta independencia escocesa, el país se afiliaría inmediatamente a la Unión Europea.

LOS INMIGRANTES. Un signo de interrogación enorme se cierne hoy en el Reino Unido sobre el futuro en ésta tierra de los inmigrantes ciudadanos de los países de la Unión Europea. Debido a la ausencia de un plan acorde a un presunto triunfo de la opción de salida, considerada en todo momento como altamente improbable tanto por sus promotores como por sus detractores, la situación de millones de personas con pasaportes de países miembros de la Unión, es completamente incierta. La realidad es que nadie sabe nada sobre qué será de ellos. Se habla de la implementación de documentos de identificación especiales, para que los actuales residentes en el Reino Unido con dichas nacionalidades, continúen usufructuando los mismos derechos que los han asistido hasta ahora. Se habla, se habla, se habla, pero la verdad es que nadie lo hace con propiedad.

Los medios saltan de noticia en noticia, todas referidas a éste caos de todos los colores y matices que se ha descolgado como consecuencia de la votación británica más loca y desquiciada de la historia, tanto que su resultado final es la salida de un país de la Unión Europea por primera vez en la historia. Hasta se han juntado ya 3 millones de firmas para que el Parlamento británico anule el referendum, cosa que desde el punto de vista estrictamente legal es posible pero que, conociendo el perfil del británico y su respeto por los dictámenes democráticos del pueblo, es absolutamente inviable.

Así comienza la primera semana luego de la noche de perros de un jueves negro que puede marcar la caída estrepitosa de un gigante mundial. La quinta economía del planeta se desbarranca y no aparece nadie con aptitudes suficientes para frenar el descalabro.

lunes, 20 de junio de 2016

La muerte de Jo Cox




El atroz asesinato de Jo Cox, una ejemplar diputada laborista del condado de West Yorkshire y activa militante del "Remain" ("Quedarse"), unido a la inoportuna divulgación por parte del ultraderechista Nigel Farage, de un poster claramente inspirado en propaganda anti-judía del III Reich, estarían por estas horas influyendo decisivamente en la opinión pública y la opción de que el Reino Unido permanezca como miembro de la Unión Europea prevalecería sobre la que incita a los británicos a abandonar el bloque.

 Jo Cox (41) era diputada (Member of Parliament) por el Partido Laborista desde mayo de 2015. Mucho más que carismática, la novel representante de la oposición británica, en su vida privada esposa y madre ejemplar, era una reconocida luchadora por los derechos de los trabajadores, especialmente de los más humildes y de los inmigrantes, quienes veían en ella un soporte inquebrantable, alguien a quien recurrir permanentemente ante cualquier eventualidad que así lo requiriera.

PILAR. En la minúscula ciudad de Birstall, lugar donde nació, creció y fue vilmente asesinada por un fanático pasado el mediodía del jueves 16 de junio, Jo era una mano tendida permanentemente a todo aquel que la necesitara. Según testimonios de los vecinos, proporcionados a distintos medios de prensa en medio del terrible "shock" que su cruenta muerte provocó, la diputada invariablemente utilizó sus fueros para ayudar a la gente, cosa que llevó a cabo de las formas más diversas. Un chico de origen asiático, propietario de un local de "Fish and Chips" ("Pescado y papas fritas"), -un plato muy popular por cierto en el Reino Unido- visiblemente consternado le contaba a la periodista de la BBC que, ante sus dudas y miedos, Cox había sido quien lo alentó a poner en marcha el negocio y que, una vez que el local comenzó su actividad, nunca dejó de visitarlos y de alentarlos a seguir adelante, tanto a él como a las personas que trabajan en el local.

Mi nombre es "Libertad para el Reino Unido y muerte a los traidores", dijo el asesino de Jo, cuando el juez actuante en la causa le interrogó por su identidad. Tras ello, ya no contestó ni una pregunta más...tampoco hacía falta. La joven diputada salía de una reunión en la que había expuesto ardorosamente, como era su estilo, sus argumentos pro-Europa. Había sido estruendosamente ovacionada, lo cual ya era rutina entre los seguidores de la persona más querida del lugar. "Nunca utilizó su cargo (diputada) para tratar de hacer dinero, jamás haría algo así, ella sólo estaba para ayudar a los demás, sobre todo a los más necesitados, a través de distintas instituciones de beneficencia", afirmaba una compungida mujer de religión musulmana. A su lado, otra joven enfatizaba que "Jo era una persona de paz, jamás fomentó el odio en sus disertaciones a favor de la permanencia del Reino Unido en el bloque europeo" y su única guerra la libró contra la injusticia social, la discriminación y las afrentas cometidas contra los más débiles".

ASESINADA. Aún con el eco de los aplausos y vítores resonando en sus oídos, Jo salió del recinto donde, sin saberlo, había expuesto sus últimos argumentos. Allí, un monstruo de 52 anos con apariencia humana le abrió el abdomen con un cuchillo de combate y luego, al grito de "Primero Gran Bretana!" la remató con cuatro balazos disparados, según se sabría luego, con un arma de fabricación casera. Retirado del ejército, el individuo vivía en soledad desde hacía dos décadas y los vecinos lo describieron como un hombre circunspecto, a quien sólo se le escuchaba hablar de jardinería y del clima.

Jo vivía en su Birstall con su marido Brendan y sus dos hijos de apenas 3 y 5 anos, pero cuando necesitaba pasar unos días en Londres debido a sus labores parlamentarias, su morada era una vieja barcaza remodelada, de las tantas que se bambolean a diario por el Támesis y sus canales afluentes, anclada a pocos metros del Puente de la Torre de Londres. Allí era también muy querida por todos y en los últimos días el desfile de gente depositando ofrendas florales en el muelle y hasta en el techo de la cabina de la barcaza, era interminable y no sabía de horas ni de estado del tiempo.

PRECIO. En la sesión especial del Parlamento, en Westimnster, las palabras de James Cameron y del líder opositor Jeremy Corbin, más la de los parlamentarios que conocieron personalmente a la diputada asesinada, salieron de voces quebradas. La lucha quedó congelada, nadie habló de quedarse en Europa o de irse, pero, aún en secreto y hasta caminando en puntas de pie, la horrenda muerte de Jo Cox y ese poster divulgado por el radical derechista  Nigel Farage, claramente extractado de uno casi idéntico que sirvió de propaganda al régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial, están jugando su partido en esta hora crucial para estas Islas.

No en vano, antes de esa sesión especial del Parlamento, muchas voces ya se habían alzado contra el "Leave" ("Dejar") y sobre todo habían acusado a Farage de "xenófobo", entro otros calificativos. Muchos parlamentarios habían anunciado, incluso, un cambio radical en su orientación: dejaban el "Leave" para afiliarse al "Remain" ("Quedarse"). De todas maneras queda claro que, en caso de confirmarse un viraje de 180 grados que le daría el triunfo al "Remain" ("Quedarse"), el precio de una vida tan rica como la de Jo Cox, se antoja demasiado alto,. Un precio que nadie hubiera querido pagar.