-Qué fácil que es! Dale, ahora quiero que me muestres cómo se hace. Decís que no a todo y chau? Es así nomás?
l -No, pará un poco, no es tan fácil, por lo menos tenés que salir por la tele explicando por qué no estás de acuerdo con la medida del gobierno, decirle a la gente con un poquito de cancha, claro, no faltaba más, que todo lo que el gobierno hace está mal. Lo que no necesitás es exponer cómo lo harías vos si estuvieras en el gobierno. Primero, no sabés cómo lo harías, no tenés ni la más p... idea de qué tenés que hacer para arreglar el problema. Pero además no es tu laburo hermano, porque si supieras cómo hacerlo no se lo vas a estar sugiriendo públicamente a los gobernantes para que después, muy sueltos de cuerpo, se lleven la gloria ellos a costa tuya, aplicando tu idea.
-Ahhh!, ahora ya entiendo, sería como si trabajaras para ellos. Después absolutamente nadie en este mundo se va a acordar que la idea original era tuya, así que ellos (los gobernantes) terminan ganando votos a costa nuestra para la próxima elección. Ta, fenómeno, está clarísimo entonces, nada de darle pasto a las fieras.
-Pero claro hermano! Si al fin y al cabo esto se trata de ganar votos y punto, no importa cómo, es la ley de la selva y gana el más fuerte. Después, cuando seamos gobierno ya tendremos tiempo de pensar en soluciones si es que las podemos encontrar, si no igual la vamos llevando así, como podamos.
Este diálogo entre "profesor" y "alumno avanzado" se podría estar llevando a cabo en cualquier bar o restorán de Montevideo o de Buenos Aires, si nos atenemos a la jerga empleada, típicamente rioplatense. Sin embargo el fondo del tema tiene categoría universal. La oposición barata es una de las enfermedades más comunes y contagiosas de la democracia. Queda por demás claro que está destinada pura y exclusivamente a ganarse los votos de la gente, utilizando la vía más cómoda y rápida posible, es decir denostando cualquier acto del gobierno de turno, sea cual fuere, pero eso sí, sin aportar jamás el menor esbozo de una solución alternativa para el tema, ya que hacerlo sería sinónimo de cavarse la propia fosa hipotecando gravemente un futuro triunfo electoral.
Es así que se llega hasta la inmoralidad de utilizar con estos fines temas como la salud, la educación y la economía. Simplemente el inescrupuloso político de la oposición mete en una bolsa los lobos más hambrientos que pueda encontrar y los va soltando de a poco para que le coman la cabeza por etapas a los gobernantes de turno.
Estas inmorales prácticas opositoras no tienen absolutamente ninguna relación con tendencia política o ideológica alguna. La derecha, la izquierda, los moderados o los radicales no juegan este partido. La única que está adentro de la cancha es la raza política, sea del pelo que sea. Simplemente que alguien levante la mano si ha sido testigo alguna vez en su vida de una oposición honesta, transparente y sobre todo constructiva. Y si aparece alguien, representará simplemente la excepción que confirme la regla.
Es una peste mundial y, contrariamente a lo que se viene afirmando desde hace décadas, no es un mal del sistema democrático, sino del hombre y su inmoral ambición de poder. La democracia, como cualquier otro sistema de gobierno, la maneja el ser humano, como todo en este mundo y él, el hombre, es el único y exclusivo responsable de su correcta o nefasta aplicación.
No en vano la expresión "son todos iguales", refiriéndose por supuesto a los políticos, es una de las más populares y escuchadas en el planeta. La inventó el más sabio: Juan Pueblo.