El sol no ha vuelto a salir. Una tarde se ocultó por el lado oeste del planeta, tal como estaba acostumbrado a hacerlo, pero a la mañana siguiente el norte de Occidente se quedó esperándolo en vano, sumido en una oscuridad total y desesperanzada. Los especialistas se devanaban los sesos tratando de encontrar una luz en las tiniebas, aunque fuera la más tímida y apagada, porque había que regalarle alguna esperanza a la gente. Elaboraban todo tipo de pronósticos pero éstos resultaban tan poco creíbles que las personas terminaban mirándolos con tanto odio como al ejército enemigo, compuesto por inmorales especuladores que apagaron por aquel entonces la luz del mundo desarrollado.
Las noticias tienen muy poca vida, ni siquiera pueden conservarse en el freezer, no hay forma alguna de mantenerlas con salud. Sin embargo el desmantelamiento económico del Primer Mundo no respeta esa premisa y sigue acaparando descaradamente las primeras planas, especialmente en el caso de la prensa de los países cocinados a fuego en la gigantesca olla preparada por los depredadores, verdaderos caníbales que serían la envidia del propio Dr. Lecter, si el recordado personaje de Antony Hopkins no hubiera sido solamente un exitoso producto más del celuloide.
La apertura de las Bolsas, la posibilidad a veces cercana, otras lejana, de que los bancos se declaren nuevamente en rebeldía como si fueran jugadores de fútbol y tantos coletazos más, siguen por cierto ocupando lugar en el papel. Mas la noticia real, la verdadera, la impactante porque duele y lastima de verdad, no es la que aparece escrita en los diarios sino aquella que está marcada a fuego en las desprotegidas espaldas del ciudadano común.
Es que los gobiernos -nuevos, recién elegidos o viejos, coalicionados o no- no cuentan por cierto con la piedad como una de sus medidas de emergencia. En realidad ésta exótica virtud siempre estuvo fuera del programa de cualquier gobierno del planeta Tierra, pero en el caso de este Primer Mundo oscuro que hoy nos han regalado banqueros, especuladores y otras alimañas criadas en la misma selva de estropicios y podredumbre, la piedad ha pasado a ser casi una palabra prohibida en el diccionario de los gobiernos occidentales del hemisferio norte porque, tal como lo sentencian los voceros oficiales, "todos y cada uno de nosotros (hasta parecen muy seguros que ellos también) vamos a sufrir, todos lo vamos a sentir, no se escapará nadie de los cortes porque ésta es la única forma de abatir el déficit más grande de la historia de este país”.
En éstas emergencias todos los gobiernos del mundo invariablemente ponen en manos de la gente común la solución al destrozo que provocan previamente, con su irresponsabilidad y ambición, los inmensos tiburones del asfalto, resguardados en sus fantásticos y modernos acuarios, ocultos cientos de metros bajo el mar, rodeados de todas las medidas de protección y seguridad que les garantizan su invulnerabilidad eterna, de modo que con sus descomunales colmillos puedan seguir triturando a las personas communes hasta hacerlas papilla.
Todos los gobernantes dicen lo mismo, lo más cómodo es avisarle al que más sufre que no tiene otra salida más razonable que aguantar, es decir, seguir padeciendo y encima colaborar para palear el caos. Actúan frenta a las cámaras con caras más o menos circumspectas, con gestos más o menos adustos, fingiendo más o menos dolor como bien manda el manual del buen político, entrando en más o menos detalles, mirando con valentía o con cierto resquemor a las cámaras, en este último caso por si a algún exacerbado le diera por saltarles a la cara desde dentro del foco. Eso sí, todos unidos, eso es lo importante porque la unión hace la fuerza en la intención de hacerle entender a la gente, que precisamente nunca entiende nada, que de su sufrimiento perpetuo depende la salida de la mayor crisis de Occidente luego de la Segunda Guerra Mundial.
Tras la mentira descubierta, el telón se levantó y ahora muestra al azorado espectador de la platea un Primer Mundo que no ha dudado un segundo en aplicar las tácticas que tanto combatió y repudió en el pasado, succionando la sangre de la gente común, tal y como han acostumbrado a proceder los políticos del mundo entero cuando la corrupta ambición de sus jefes así se los ha exigido.
I really enjoy reading your work! SALUDOS
ResponderEliminar