Fernando Forestieri es un delantero argentino que juega en Sheffield Wednesday, un club de la Segunda División Inglesa (Championship), proveniente de Watford FC, donde colaboró la pasada temporada con el ascenso del club del gran Elton John. Es un "9" chiquito, muy veloz, hábil, escurridizo y sobre todo goleador, virtudes claves para que su actual equipo esté peleando por el ascenso directo a la Premier League o, en su defecto, por un lugar entre los cuatro clubes que disputarán el tercer ascenso mediante el sistema de play off.
Michael Dawson es un zaguero central inglés, rubio tirando a pelirrojo, que supo militar durante varias temporadas, con cierto suceso, en el Tottenham Hotspur del norte de Londres, habiendo sido convocado más de una vez para la selección inglesa, aún en épocas muy recientes, cuando ya mandaba el veterano Roy Hogson en el combinado de la rosa. Dawson es grande, por consiguiente de buen juego aéreo, pero a la vez es pesado y también como consecuencia directa, de lento desplazamiento.
El viernes 26 de febrero se jugó el clásico del condado de Yorkshire: Sheffield Wednesday visitó al líder, el Hull City del uruguayo Abel Hernández, quien a su vez viene rompiendo redes ajenas con frecuencia y alterna en los primeros lugares de la tabla de goleadores de la divisional. A los 90 minutos el marcador se mantenía cerrado y ese sería, a la postre, el resultado final. En una de las últimas acciones del encuentro, Forestieri se hace del balón en el mediocampo local, encara a Dawson y con un quiebre de cintura cetelleante va a dejarlo por el camino, pero el experiente defensa se tira con los tapones al frente e impacta en la canilla del argentino quien, al vérsela venir, salta oportunamente para evitar un gran impacto potencialmente fatal para su tibia.
INSOLITO. El árbitro Tim Robinson corre hacia la incidencia con la tarjeta amarilla en la mano. En la tribuna todos se miran. "Era para roja", parece ser el comentario general. Dawson se levanta mirando a Forestieri. Su mano derecha se extiende en un gesto de disculpa y la expresión de su rostro traduce un "qué hice!! que no lo haya quebrado por favooor!!". El zaguero ve venir al juez con el cartón amarillo en su mano derecha, pero poco le importa, porque está concentrado en Forestieri, quien aún está en el piso. La expresión de Dawson cambia de repente, pasando de la preocupación por su rival al estupor que ahora comparte con todo el estadio y los millones de televidentes que siguen el clásico en directo.
Porque Tim Robinson ignora olímpicamente a Michael Dawson, sigue su carrera con la tarjeta en la mano derecha y...se la muestra a Fernando Forestieri, acusándolo tácitamente de simulación. Es la segunda amarilla y el argentino, atónito, boquiabierto, deja la cancha sin saber si está viviendo una realidad o una pesadilla.
Así procede la mayoría de los árbitros ingleses. Forestieri tiene reputación de simulador, de manera que el juez al que le toca en suerte arbitrar un partido de Sheffield Wednesday, ya lo tiene anotado en su agenda como un individuo peligroso para la limpidez de su arbitraje. Es una especie de "ojo con ese que te arruina la noche". Los buenos árbitros ingleses, como Mike Dean, Michael Oliver, Mark Clattenburg o Martin Atkinson, toman nota de un jugador con esas características, pero se cuidan de no pasarse para el otro lado, de no irse al otro extremo como hizo Tim Robinson y terminar expulsando a un futbolista de la forma más injusta que pueda imaginarse,
REPUTACION. Pero lamentablemente la mayoría es como Tim. Ponen al sujeto en cuestión entre ceja y ceja, lo identifican como si fuera un delincuente recién salido de la cárcel, uno de esos que deben reportarse diariamente para que la policía no le pierda pisada. Los árbitros como Robinson son adeptos al culto del "pastor mentiroso", quien cuando dijo la verdad, nadie le creyó.
Y aunque parezca mentira, el uruguayo en el cual el lector está pensando ahora, que supo brillar con su máximo esplendor defendiendo a Liverpool en la Premier League, no fue una de esas víctimas de los malos árbitros ingleses, al menos no lo fue en éste sentido si bien, claro está, "se comió" más de una vez algún fallo muy injusto en su contra. Insólitamente fue la prensa sucia, es decir los periodistas con ganas de figuración, más bien los pseudo-periodistas, quienes lo castigaron con toda su furia, en aras de vender más y más pasquines, pero lo cierto es que Luis Suárez nunca llegó a ver la roja en las dos temporadas y media que lo marcaron para siempre en estas islas. Es más, de las contadas amarillas que recibió el nacido en Salto, ninguna fue por simulación.
La reputación de simulador, que de hecho es real en algunos delanteros, en el fútbol inglés resulta peor que quebrar a un rival en dos partes, si es que el exagerado graficismo sirve para clarificar la severidad con que en estas tierras se toma dicha característica en un futbolista. Los ingleses para un lado, el mundo para el otro? Y...el axioma podría aplicarse también en éstos casos. Si no, pregúntenle a Forestieri.
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