El mundo de hoy es un barco a la deriva. Está muy claro que los políticos no tienen la menor idea de cómo manejar el timón, simplemente porque han perdido la bújula hace tiempo. Muchos de ellos pretenden ser el capitán de la nave, pero la realidad rompe los ojos y muestra que no pueden siquiera competir con el más modesto de los marineros.
Resulta más que obvio que los políticos "de raza", los innatos, los que vienen con la marca en el orillo, han desaparecido hace mucho de la faz de la tierra y ya no queda en parte alguna ni la sombra de ellos. Se esfumaron como por arte de magia, ya no están más ni en el primer mundo ni en el tercero. Los que pululan hoy por el planeta son fantasmas que aparecen y desaparecen en el aire, que hoy dicen que sí y mañana dicen que no, asegurando a rajatabla que ayer habían dicho que no. Tratan por todos los medios de cubrir la inestabilidad y la inseguridad de sus actos con una manito de pintura que disimule las rajaduras de la pared, pero lo cierto es que ya no engañan a nadie.
Si los conductores de los pueblos no muestran la mínima coherencia en sus actos, poco o nada puede esperarse de la gente común a la hora de expresarse en las urnas. Así las cosas, las contradicciones casi permanentes que el mundo está presenciando, no resultan tan sorprendentes como podría suponerse. En junio de 2016 un 52% de británicos decidió que lo mejor para el país era separarse de la Unión Europea. La realidad marcó que no sabían lo que hacían y así, un año después, tanto como quedó demostrado en aquel plebiscito, el Reino Unido continúa mas desunido que nunca. Dos políticos sedientos de poder y con distintas ambiciones, el "Conservador" Boris Johnson y el ultraderechista del nuevo partido denominado UKIP Nigel Farrage, les hicieron creer que el hoy tristemente célebre "Brexit" era sólo una cuestión que tenía que ver con cortar la inmigración indiscriminada y recuperar las fuentes de trabajo para los británicos. No le dijeron a los votantes que la mayor parte del flujo migratorio que llega al Reino Unido proviene de las ex-colonias asiáticas y africanas y no precisamente de los países de la Unión Europea. Cerraron los ojos y se los vendaron a la gente, no queriendo ver que los británicos jamás levantarían siquiera un dedo para hacer "el trabajo sucio" que sacrificadamente realiza el inmigrante en hoteles, fábricas, cafeterías y restaurantes. Tampoco les avisaron a los sufragantes que la libra esterlina se iría a pique sin levante posible a la vista y menos aún les previnieron sobre el desastre económico que provocaría el aislamiento del país del bloque continental, en plena era de la globalización, en la que nada funciona sin la ayuda o la prestación del vecino. Por supuesto que no les dijeron que si pretendían que el carro del supermercado pesara lo mismo que antes de votarse el "Brexit"en el instante de llegar al cajero de turno, para lograrlo deberían pagar el doble e incluso más por su contenido.
Dos años antes de ese siniestro referendum, es decir en 2014, el entonces Primer Ministro británico David Cameron, pretendió asegurar su reelección en los sufragios del año siguiente (2015), de modo que, cediendo a las presiones prometió, movido por su ambición, convocar a dicho plebiscito sin imaginar ni por asomo que otros políticos (los nombrados en el párrafo precedente), con una sed de poder similar a la suya, forzarían un resultado tan disparatado como inimaginable, tanto que lo obligaría a renunciar indeclinablemente a su cargo para dejar el lugar a alguien que pudiera lidiar con la nueva y dramática realidad.
Y un año después del referendum que decretó el "Brexit", la actual Primer Ministro Theresa May decidió que debía aprovechar al máximo el enorme e inusual margen de popularidad que supuestamente le regalaba alguna encuesta, de modo que convocó especialmente a elecciones generales para confirmar en los escanios parlamentarios tamaño éxito de popularidad y así poder encarar las negociaciones post "Brexit" con una mayoría abrumadora y desbordante en la Casa de los Comunes. Necesitó urdir la trama simplemente porque no tenía -ni aún hoy tiene- planes para sacar a su país de la Unión Europea y menos aún para revertir el caos y el desastre que asoman como irreversibles ante la barbaridad que sus colegas le hicieron votar a la gente.
El tiro le salió por la culata: pésimamente asesorada, cometió errores imperdonables y hasta infantiles que insertó en el manifiesto electoral de su partido y de ese modo, May no solamente no logró ampliar la mayoría parlamentaria tal cual era su objetivo, sino que increíblemente perdió la que ya tenía. Acto seguido, en aras de recuperar aunque fuere una mínima mayoría en los escanios, debió buscar urgentemente un acuerdo con el Partido de la Unión Democrática de Irlanda del Norte, el cual le costará al gobierno central de Westminster la "módica" suma de un billón de libras esterlinas, entre otras abdicaciones que irán en favor de los nor-irlandeses, a cambio del apoyo de éstos al partido de gobierno durante las duras negociaciones del "Brexit" con la Unión Europea.
En Escocia,contrariamente a lo sucedido en el resto del Reino Unido, había triunfado la opción de permanecer en la Unión Europea. Amparada en ese resultado, la Primer Ministro de ese país, Nicola Sturgeon, comenzó una campaña abierta y deshinnibida para obtener un segundo referendum por la independencia del Reino Unido, con miras, obviamente, a que el país del norte siguiera formando parte del bloque continental. Más allá de que para convocar a un nuevo plebiscito necesitaba para ello la anuencia del gobierno central de Westminster y de momento no la tenía, la inesperada convocatoria a elecciones generales renovó las esperanzas de Nicola Sturgeon, quien pensó, no exenta de lógica, que si su país había sufragado en 2016 a favor de permanecer en la Unión Europea, la gente estaría plenamente de acuerdo con ella en que la única vía posible para concretar ese deseo plasmado en las urnas, era justamente el obtener la independencia del Reino Unido, el objetivo por el cual ella había bregado tesoneramente desde que se conociera el triunfo del "Brexit". Por eso Sturgeon esperaba con justificado optimismo un gran apoyo de su pueblo en las recientes elecciones generales. Ella, acérrima enemiga de May buscaba, dentro del ámbito de su país, lo mismo que la Primer Ministro británica; ampliar aún más la mayoría parlamentaria y, en su caso particular, fortalecerse en la lucha inquebrantable para lograr el segundo plebiscito por la independencia escocesa que, presuntamente, finalizaría con un resultado completamente distinto al de años atrás, cuando sus coterrráneos decidieron seguir perteneciendo al Reino Unido.
Pero Sturgeon también se equivocó porque, insólitamente y contra toda lógica, su gente le dió la espalda con una votación deficiente para sus intereses que, si bien mantuvo al Partido Nacional Escocés como la fuerza más votada en su país, le hizo perder pie, con unos cuántos escanios parlamentarios menos que los que ostentaba antes de las elecciones generales del 8 de junio pasado. Tanto como el de May, el de Nicola Sturgeon fue, en una proporción infinitamente menor por supuesto, otro fracaso estrepitoso en las urnas. La escocesa tuvo que resignar su proyecto y debió admitir públicamente que por ahora la idea de un segundo referendum por la independencia de su país quedará en suspenso y que, para su partido, todo se limitará en el presente a tratar de influir, con la mayor fuerza posible, en las negociaciones del "Brexit", procurando escencialmente volcar la balanza para que el Reino Unido permanezca al menos en el llamado "Mercado Unico" ("Single Market"), una forma de "Brexit Blando" ("Soft Brexit") lo cual salvaría al país de una catástrofe irreversible.
Los políticos han llevado a la gente a navegar en un barco sin timón. Los casos detallados precedentemente muestran hasta qué punto alcanza la desorientación de las personas comunes y, por supuesto, de la clase política del mundo de hoy. Tropiezan, caen, se levantan, vuelven a tropezar y a caer, se lastiman y claro, por supuesto, la gente que los sigue o que busca amparo en ellos, hoy vota blanco y mañana vota negro, porque sencillamente, nadie, en el mundo de hoy, sabe bien donde está parado.
martes, 27 de junio de 2017
domingo, 4 de junio de 2017
Ruleta Rusa
"Dale, vamos al London Borrough Market que está buenísimo, hace 15 años que vivimos acá y nunca fuimos, no puede ser, es un lugar histórico, fue fundado en 1250, pleno siglo XIII, dicen que hay restoranes españoles, podemos almorzar allí...!"
Así comenzaba el sábado 3 de junio de 2017 en un hogar cualquiera de una ciudad pegada a Londres. La arenga del esposo procuraba convencer a su remisa compañera para que aceptara el convite a un "tour" por uno de los pocos lugares de la capital británica que la pareja aún no había visitado. A las 12:23 ambos abordaban el tren hacia el London Bridge (Puente de Londres), uno de los sitios que desde hace unos pocos años se ha puesto en boga dentro de la gran metrópoli, con paseos inolvidables a lo largo de las orillas remodeladas del río Támesis, pobladas de pubs y restoranes de moda, con la ancestral catedral de Southwark y también con...el London Borrough Market destellando historia a raudales por todos sus poros.
"Tendríamos que habernos fijado un miércoles o un jueves para venir, mirá lo que es ésto, no se puede ni caminar, te pechás con todo el mundo, es un infierno de gente", reconocería el hombre ya pasadas las dos de la tarde, mientras la pareja, ya en el histórico mercado, intentaba a toda costa abrirse paso entre la multitud de londinenses y turistas que degustaba ostras o compraba queso manchego, aceitunas, plantas, flores, carnes de todo tipo, fiambres, longanizas y todo lo que la mente humana sea capaz de imaginar. De todas maneras ambos, con sendas copas de Proseco italiano en sus manos, se las ingeniaban para recorrer y admirar cada puesto de la feria, así como los restoranes y pubs atestados de comensales, mientras se hacían a la idea de que ganarse una mesa en uno de esos locales, equivaldría a una larga espera que ambos tratarían de sobrellevar de la mejor manera posible. Previendo este avatar, él decidiría degustar antes un par de ostras aderezadas con salsa vinagreta, las cuales se vendían como pan caliente.
En el camino se toparían con una gran carnicería y mientras recorrían con la vista sus abarrotadas vitrinas, sus ojos tropezarían con las codiciadas mollejas. Finalmente, luego de mucho deliberar debido al alto precio del producto, decidirían llevar "aunque sea setecientos gramos", según decretaría ella. Tras comprar un kilo de habas, siempre tan escasas en el supermercado de su ciudad y mientras recorrían el único sector del mercado que aún no habían visitado, el de la venta de panes de tamaño y formas inconcebibles, pero también el de las frutas secas y otras variedades, finalmente pondrían proa hacia un restorán español de las afueras del gran mercado.
Contrariamente a lo que habían supuesto, un solícito camarero les conseguiría mesa al instante por lo cual, transcurridos unos escasos veinte minutos, las tapas y las copas de vino blanco estaban ya prontas para ser disfrutadas por sus paladares. El "relax" y el descanso de sus músculos les proveerían del combustible necesario para una caminata por la zona, incluyendo una recalada en el London Bridge, desde cuya plataforma admirarían, una vez más, la majestuosidad del vecino Tower Bridge (Puente de la Torre). Poco antes de las seis de la tarde emprenderían el regreso a su ciudad de residencia y a las siete, tras las conexiones de rigor y la velocidad supersónica del tren rápido, ya estaban en su casa.
Eran poco más de las diez y media cuando recibió la llamada de su hija menor: "¿están en casa? ¿ya llegaron?" Ante la respuesta afirmativa, el hombre pudo percibir el suspiro de alivio del otro lado de la línea. "Me terminan de avisar que atropellaron y apuñalaron gente en el London Bridge y en los restorantes y pubs del London Borrough Market, imaginé que ustedes hace rato que habrían llegado a casa pero igual estaba preocupada", continuó la chica.
En los siguientes minutos y horas las noticias y los relatos escalofriantes de los testigos inyectarían una nueva dosis de amargura, pesar y desesperación en los habitantes de esta parte del mundo. La Van blanca atropellando gente en pleno London Bridge, sus tres ocupantes bajando corriendo a apuñalar a los atropellados para continuar la carnicería más adelante en los restorantes y pubs del Borrough Market, hasta culminar acribillados por dos policías, no sin antes haber cercenado la vida de siete inocentes y herir a casi cincuenta más, cuyo delito era simplemente disfrutar de un fin de semana entre amigos, en uno de los lugares más atractivos y concurridos de Londres.
La pareja comentó entonces: "no era nuestra hora". Simplemente eso, no era su hora, en la ruleta rusa a ninguno de los dos le había tocado la bala en el cañón del revólver, pero ahí, latiendo en un rincón, yacía un pequeño problema: ésta no es una participación voluntaria, a esta ruleta rusa cada habitante del Reino Unido juega por obligación cada vez que se asoma fuera de su casa. Y no siempre la bala se quedará en la recámara...
Así comenzaba el sábado 3 de junio de 2017 en un hogar cualquiera de una ciudad pegada a Londres. La arenga del esposo procuraba convencer a su remisa compañera para que aceptara el convite a un "tour" por uno de los pocos lugares de la capital británica que la pareja aún no había visitado. A las 12:23 ambos abordaban el tren hacia el London Bridge (Puente de Londres), uno de los sitios que desde hace unos pocos años se ha puesto en boga dentro de la gran metrópoli, con paseos inolvidables a lo largo de las orillas remodeladas del río Támesis, pobladas de pubs y restoranes de moda, con la ancestral catedral de Southwark y también con...el London Borrough Market destellando historia a raudales por todos sus poros.
"Tendríamos que habernos fijado un miércoles o un jueves para venir, mirá lo que es ésto, no se puede ni caminar, te pechás con todo el mundo, es un infierno de gente", reconocería el hombre ya pasadas las dos de la tarde, mientras la pareja, ya en el histórico mercado, intentaba a toda costa abrirse paso entre la multitud de londinenses y turistas que degustaba ostras o compraba queso manchego, aceitunas, plantas, flores, carnes de todo tipo, fiambres, longanizas y todo lo que la mente humana sea capaz de imaginar. De todas maneras ambos, con sendas copas de Proseco italiano en sus manos, se las ingeniaban para recorrer y admirar cada puesto de la feria, así como los restoranes y pubs atestados de comensales, mientras se hacían a la idea de que ganarse una mesa en uno de esos locales, equivaldría a una larga espera que ambos tratarían de sobrellevar de la mejor manera posible. Previendo este avatar, él decidiría degustar antes un par de ostras aderezadas con salsa vinagreta, las cuales se vendían como pan caliente.
En el camino se toparían con una gran carnicería y mientras recorrían con la vista sus abarrotadas vitrinas, sus ojos tropezarían con las codiciadas mollejas. Finalmente, luego de mucho deliberar debido al alto precio del producto, decidirían llevar "aunque sea setecientos gramos", según decretaría ella. Tras comprar un kilo de habas, siempre tan escasas en el supermercado de su ciudad y mientras recorrían el único sector del mercado que aún no habían visitado, el de la venta de panes de tamaño y formas inconcebibles, pero también el de las frutas secas y otras variedades, finalmente pondrían proa hacia un restorán español de las afueras del gran mercado.
Contrariamente a lo que habían supuesto, un solícito camarero les conseguiría mesa al instante por lo cual, transcurridos unos escasos veinte minutos, las tapas y las copas de vino blanco estaban ya prontas para ser disfrutadas por sus paladares. El "relax" y el descanso de sus músculos les proveerían del combustible necesario para una caminata por la zona, incluyendo una recalada en el London Bridge, desde cuya plataforma admirarían, una vez más, la majestuosidad del vecino Tower Bridge (Puente de la Torre). Poco antes de las seis de la tarde emprenderían el regreso a su ciudad de residencia y a las siete, tras las conexiones de rigor y la velocidad supersónica del tren rápido, ya estaban en su casa.
Eran poco más de las diez y media cuando recibió la llamada de su hija menor: "¿están en casa? ¿ya llegaron?" Ante la respuesta afirmativa, el hombre pudo percibir el suspiro de alivio del otro lado de la línea. "Me terminan de avisar que atropellaron y apuñalaron gente en el London Bridge y en los restorantes y pubs del London Borrough Market, imaginé que ustedes hace rato que habrían llegado a casa pero igual estaba preocupada", continuó la chica.
En los siguientes minutos y horas las noticias y los relatos escalofriantes de los testigos inyectarían una nueva dosis de amargura, pesar y desesperación en los habitantes de esta parte del mundo. La Van blanca atropellando gente en pleno London Bridge, sus tres ocupantes bajando corriendo a apuñalar a los atropellados para continuar la carnicería más adelante en los restorantes y pubs del Borrough Market, hasta culminar acribillados por dos policías, no sin antes haber cercenado la vida de siete inocentes y herir a casi cincuenta más, cuyo delito era simplemente disfrutar de un fin de semana entre amigos, en uno de los lugares más atractivos y concurridos de Londres.
La pareja comentó entonces: "no era nuestra hora". Simplemente eso, no era su hora, en la ruleta rusa a ninguno de los dos le había tocado la bala en el cañón del revólver, pero ahí, latiendo en un rincón, yacía un pequeño problema: ésta no es una participación voluntaria, a esta ruleta rusa cada habitante del Reino Unido juega por obligación cada vez que se asoma fuera de su casa. Y no siempre la bala se quedará en la recámara...
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