domingo, 4 de junio de 2017

Ruleta Rusa

"Dale, vamos al London Borrough Market que está buenísimo, hace 15 años que vivimos acá y nunca fuimos, no puede ser, es un lugar histórico, fue fundado en 1250, pleno siglo XIII, dicen que hay restoranes españoles, podemos almorzar allí...!"

Así comenzaba el sábado 3 de junio de 2017 en un hogar cualquiera de una ciudad pegada a Londres. La arenga del esposo procuraba convencer a su remisa compañera para que aceptara el convite a un "tour" por uno de los pocos lugares de la capital británica que la pareja aún no había visitado. A las 12:23 ambos abordaban el tren hacia el London Bridge (Puente de Londres), uno de los sitios que desde hace unos pocos años se ha puesto en boga dentro de la gran metrópoli, con paseos inolvidables a lo largo de las orillas remodeladas del río Támesis, pobladas de pubs y restoranes de moda, con la ancestral catedral de Southwark y también con...el London Borrough Market destellando historia a raudales por todos sus poros.

"Tendríamos que habernos fijado un miércoles o un jueves para venir, mirá lo que es ésto, no se puede ni caminar, te pechás con todo el mundo, es un infierno de gente", reconocería el hombre ya pasadas las dos de la tarde, mientras la pareja, ya en el histórico mercado, intentaba a toda costa abrirse paso entre la multitud de londinenses y turistas que degustaba ostras o compraba queso manchego, aceitunas, plantas, flores, carnes de todo tipo, fiambres, longanizas y todo lo que la mente humana sea capaz de imaginar. De todas maneras ambos, con sendas copas de Proseco italiano en sus manos, se las ingeniaban para recorrer y admirar cada puesto de la feria, así como los restoranes y pubs atestados de comensales, mientras se hacían a la idea de que ganarse una mesa en uno de esos locales, equivaldría a una larga espera que ambos tratarían de sobrellevar de la mejor manera posible. Previendo este avatar, él decidiría degustar antes un par de ostras aderezadas con salsa vinagreta, las cuales se vendían como pan caliente.

En el camino se toparían con una gran carnicería y mientras recorrían con la vista sus abarrotadas vitrinas, sus ojos tropezarían con las codiciadas mollejas. Finalmente, luego de mucho deliberar debido al alto precio del producto, decidirían llevar "aunque sea setecientos gramos", según decretaría ella. Tras comprar un kilo de habas, siempre tan escasas en el supermercado de su ciudad y mientras recorrían el único sector del mercado que aún no habían visitado, el de la venta de panes de tamaño y formas inconcebibles, pero también el de las frutas secas y otras variedades, finalmente pondrían proa hacia un restorán español de las afueras del gran mercado.

Contrariamente a lo que habían supuesto, un solícito camarero les conseguiría mesa al instante por lo cual, transcurridos unos escasos veinte minutos, las tapas y las copas de vino blanco estaban ya prontas para ser disfrutadas por sus paladares. El "relax" y el descanso de sus músculos les proveerían del combustible necesario para una caminata por la zona, incluyendo una recalada en el London Bridge, desde cuya plataforma admirarían, una vez más, la majestuosidad del vecino Tower Bridge (Puente de la Torre). Poco antes de las seis de la tarde emprenderían el regreso a su ciudad de residencia y a las siete, tras las conexiones de rigor y la velocidad supersónica del tren rápido, ya estaban en su casa.

Eran poco más de las diez y media cuando recibió la llamada de su hija menor: "¿están en casa? ¿ya llegaron?" Ante la respuesta afirmativa, el hombre pudo percibir el suspiro de alivio del otro lado de la línea. "Me terminan de avisar que atropellaron y apuñalaron gente en el London Bridge y en los restorantes y pubs del London Borrough Market, imaginé que ustedes hace rato que habrían llegado a casa pero igual estaba preocupada", continuó la chica.

En los siguientes minutos y horas las noticias y los relatos escalofriantes de los testigos inyectarían una nueva dosis de amargura, pesar y desesperación en los habitantes de esta parte del mundo. La Van blanca atropellando gente en pleno London Bridge, sus tres ocupantes bajando corriendo a apuñalar a los atropellados para continuar la carnicería más adelante en los restorantes y pubs del Borrough Market, hasta culminar acribillados por dos policías, no sin antes haber cercenado la vida de siete inocentes y herir a casi cincuenta más, cuyo delito era simplemente disfrutar de un fin de semana entre amigos, en uno de los lugares más atractivos y concurridos de Londres.

La pareja comentó entonces: "no era nuestra hora". Simplemente eso, no era su hora, en la ruleta rusa a ninguno de los dos le había tocado la bala en el cañón del revólver, pero ahí, latiendo en un rincón, yacía un pequeño problema: ésta no es una participación voluntaria, a esta ruleta rusa cada habitante del Reino Unido juega por obligación cada vez que se asoma fuera de su casa. Y no siempre la bala se quedará en la recámara...


4 comentarios:

  1. Excelente relato Alvaro.
    Un abrazo y a cuidarse.

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  2. Flaco, la humanidad ha convertido al mundo en un campo minado,solamente hay que esperar poder sortearlas,abrazos para todos

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    1. Así es, Ruleta Rusa podría haberse titulado efectivamnte "Campo Minado", porque es tal cual, a suerte y verdad. Gracias por tu lectura, abrazo grande.

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