lunes, 27 de diciembre de 2010

El Tesoro Perdido

EL TESORO PERDIDO


       Había una vez un país cuya principal bandera había sido su identidad. Orgullosos, sus habitantes hablaban de sus cosas, de sus amores, de sus lugares...y de sus conquistas eternas. En aquel país todos querían lo mismo y lo tenían. Sus enemigos podrían odiarlos, combatirlos y hasta envidiarlos, pero sabían demasiado bien donde estaban, lo que hacían y a qué se dedicaban. Sus conocidos solían elogiarlos o criticarlos, a algunos les gustaba engordarlos a fuerza de lisonjas, en cambio otros se desgastaban inútilmente en insultarlos y atribuirles gran parte de las miserias del mundo. Despues de quedarse ciegos de tanto contemplar milenarios tesoros egipcios en uno de los museos más rutilantes de su capital, muchos les terminaban recordando que, por un imperdonable descuido, se habían dejado olvidadas las pirámides en medio del desierto.
      Pero también había quienes merecidamente les reconocían -y por supuesto que aún lo hacen- como salvadores de la humanidad, los abanderados del mundo libre que se pusieron al frente en la lucha por recuperar la parte del mundo que el pulpo malo ya había atrapado entre sus tentáculos y no imaginaba siquiera soltar jamás. Y también para evitar que se comiera a muchos más de los buenos de los que ya se había devorado. Mas allá de la garganta puntual, helada, implacable y paralizante, que terminó tragándose al monstruo tras cantarle una congelante letanía en aquel lejano 1945, muchos, la gran mayoría, la casi unanimidad, vieron a ese lugar con identidad propia y bien marcada, al país de la maravilla, del milagro de un mundo libre que a esa altura ya amenazaba con sonar a mera utopía.
-De dónde serán esos que se mudaron enfrente?.
-Y yo que sé, andá y preguntales a ellos.
-Ya sé, ahora que me acuerdo yo los vi con los iraníes de la esquina, claro, los deben haber traido ellos.
-Ta, fenómeno, pero a que no sacás de donde vienen los que viven en el numero 4, alla enfrente, ves? Dale, decime, de donde son? Jugatela loco...
- Y qué van a ser, polacos para variar, si Watford fue nombrada co-capital de Polonia, ahora Varsovia no tiene mas la exclusividad, vo.
-Le erraste macho, y le erraste feísimo, sabés que son? Son eslovenos, y te la amplío, aquellos que vienen entrando en el numero 22, son etíopes.
        Basta irse retirando de Londres despacito nomás, como quien no quiere irse y pega vichadas de reojo hacia atrás pero sin dejar de poner proa al noroeste, para meterse en la boca de Watford, una ciudad muy pequeña, pegada como con cola a la capital inglesa. Un diálogo rioplatense. Uruguayo?, Argentino?, o de los dos?, pero qué importa eso, si lo que realmente cuenta es lo gráfico de la charla y no si el baile original es el candombe o el tango.
        Las compuertas se abrieron a principios de los '80. Es como si una voz hubiera gritado a los cuatro vientos: "Todo el mundo para acá, rápido, no se queden atrás, sálvense!" Y entraron, vaya si entraron! Y de todas partes del planeta. De todas las religiones, credos políticos, costumbres, razas. Llegaron los que sabían Inglés y los que no tenían ni idea del idioma, no faltó nadie porque la casa había que barrerla, la vajilla tenía que estar reluciente, el jardín impecable. Abrieron las puertas porque el trabajo sucio había que hacerlo, la mansión tenía que brillar para que luego se pudiera lucir. Y bueno, quién iba a hacer ese trabajo? Respuesta sencilla por cierto: los inmigrantes. Aquellos que siempre lo hicieron en todos los países del mundo, incluidos por supuesto, los que formaron la gran cuna sudamericana que meció con aparente compasión a los desolados europeos que huían de la destrozada Europa de la primera mitad del siglo XX.
      Día tras día fue llegando más y más gente. Con esa vertiginosa progresión, cuando despuntó el Tercer Milenio ya era realmente difícil identificar a los ingleses de pura cepa. La nueva Europa que dejó la caída del comunismo no podía sostenerse con nada, se caía a pedazos. Pero las visas de trabajo como etapa inicial y la integración de casi todo ese milimétrico y multifacético nuevo mapa político del viejo continente a una cálida, adorable y maternal Unión Europea, aceleró el torrente migratorio. Los ingleses, que invadieron cuando y cuanto quisieron a lo largo de la historia del mundo, también decidieron cuándo comenzar a ser ellos los invadidos. Pero esta vez les falló el "cuánto".
      No escucharon nunca el despertador que sonó varias veces. Tampoco respetaron el cartel de "Pare" que ya no estaba solo en todas las esquinas, sino en cada metro de tierra inglesa. No quitaron la alfombra roja de la entrada y el aluvión no paró, la gente siguió entrando. "Aprovechen la oferta, no se la pierdan!" Y nadie se la perdió. Un día alguien se acordó de un viejo tesoro arrumbado en un rincón, llamado "Identidad". "Hay que cerrar las puertas", dijo otro. Pero era tarde, demasiado. Cuando fueron a buscar el tesoro, había desaparecido, se lo habían robado. Inglaterra, o al menos sus ciudades mas populosas, se habían quedado sin Identidad. Y esa enfermedad es muy grave, muy complicada y difícil de curar. Lleva demasiado tiempo y afecta demasiados órganos vitales. La gente pierde las fuerzas, se debilita rápidamente, no puede luchar, queda incapacitada, paralítica. Increíblemente las personas pueden seguir trabajando y manteniéndose. Y hasta si el gigantesco cofre de seguridad del país todavía guarda suficiente pólvora seca, puede que la sangre no llegue al río.
       Claro que después, cuando la inmoralidad y la inescrupulosidad de los banqueros del Primer Mundo inicia el lóbrego camino del tobogán para el planeta entero, cuál es el rumbo que puede tomar la gente de un país con la identidad perdida? Es la hora de los viejos fiscalazos, tan resignadamente asumidos por la sufrida gente del Tercer Mundo, que no son otra cosa que ajustes de cuentas en las que “muere” la gente común. Indignamente caen los que hacen el trabajo sucio y salen indemnes, sin un solo rasguño, los que tienen su vida acomodada. En el mejo de los casos el trabajo y los beneficios, las bondades que asombraron al inmigrante en su momento, quedan como aprisionados en un gigantesco freezer, tan congelados que al individuo no le alcanzan las fuerzas para extraerlos de allí, al menos hasta que se rompa el hielo.
       Es la hora de unirse, aunque no sea más que para hacerse respetar. "Voy a hablar con..., no, había pensado en un compañero de mi sección en la fábrica, pero trabajamos juntos tres años y es como si nunca lo hubiera visto. Ahora que me acuerdo, ni sé muy bien si es de Serbia o de Montenegro. No, en realidad me parece que es croata, o checo? Y además no sé ni lo que piensa de todo esto, no, mejor dejalo así, que sea lo que Dios quiera.
       "Yo no soy de aquí, ni soy de allá..." La falta de identidad de una persona, sumada a la de otra y otra más, acumula millones de individuos con ese mal y el resultado es una nación entera enferma. Y una nación no es un gobierno, es su gente. Y si la gente está enferma, está indefensa. Y si está indefensa está a la deriva, a merced de la tormenta. Y cuando la tormenta se descuelga...
       Inglaterra, España, Francia, Alemania, Italia, los corazones que bombeaban la prosperidad de Europa Occidental, los espejos encantados en los que había que mirarse para aparecer bellos y saludables por dentro y por fuera, se transformaron de la noche a la mañana en un triste símbolo de lo que sucede con las naciones del Primer Mundo cuando se resquebrajan los soportes económico-financieros que las sostienen. El espejo se rompió y la mala suerte entró en vigencia. Podrá durar siete años o más, o acaso menos.
       Por años, muchos, demasiados, el alimento de esos países han sido los inmigrantes, la gran nutriente que los ha engordado sin parar. A cambio esa gente ha recibido la estabilidad y el confort que nunca consiguió en sus países de origen. Y eso es mucho y como es mucho, da inclusive para que toda esa gente esté profundamente agradecida por esas puertas que se les abrieron. El riesgo es ese precio a pagar en caso de que se haga trizas esa claraboya de estabilidad económica del refugio tan largamente buscado y finalmente encontrado. Ellos mismos, los inmigrantes, por la propia permisión de sus protectores que no pusieron el candado a tiempo, terminan quedándose sin identidad, completamente desunidos y desprotegidos…desnudos.

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