lunes, 3 de marzo de 2014

La Fiesta Inolvidable

Las puertas de salida de la estación de Wembley Park son un gran mirador. Antes de bajar las grandes escaleras, aquel día del verano de 2003, la gente se agrupaba para ser testigos privilegiados de la demolición de aquellas dos inmensas torres blancas parecidas a Mezquitas, auténticos símbolos de aquel Wembley que se fue, que nos dejó hace ya más de una década.

Ahora desde la remodelada estación, ampliada, modernizada, el mirador muestra una marea humana que a paso de tortuga va, va, va, no deja de ir y no para mientras allá a lo lejos se la ve trepar por las interminables rampas del "Templo del Fútbol", hasta ser tragada por las diferentes bocas de acceso. Al pie de las escaleras de dicha estación del Subte londinense, decenas de personas muestran carteles a los que vienen descendiendo para iniciar esa especie de peregrinación de 600 metros que finalizará dentro de una de las tribunas del "Templo". En los aeropuertos en esas mini-pancartas se leen nombres de personas, al pie de los escalones de la Wembley Park Station el texto es "I need 3 tickets" o "Two tickets needed". Están buscando que alguien -y siempre lo hay- se haya quedado con alguna entrada de "clavo", debido a razones de enfermedad u otras y esté necesitando recuperar el dineral invertido. "Pobres, quién sabe de dónde se vinieron sin entradas, ojalá consigan", dice mi hija.

En el trayecto a través del gigantesco corredor que comunica la estación con el gran Wembley Stadium, se ve de todo. La cerveza corre a raudales, las latas vacías vuelan para todos lados, pero el resultado de la ingesta es pura alegría, entusiasmo desbordante, bailes que trancan "el tráfico" de transeúntes, risas estentóreas, vítores y cantos. El rojiblanco de Sunderland se mezcla con el celeste del Manchester City. Todos juntos bromean, se cargan, se cantan, mezclados, hombro con hombro, uno al lado del otro. La policía sólo está ahí y la verdad es que está porque tiene que estar y nada más. Los agentes miran, sonríen, comentan entre ellos las excentricidades de los hinchas, se matan de risa con ellos, ofician de guías para los más desorientados. Los uruguayos -dos- van entreverados en el maremoto, sacan fotos y filman hasta saciarse. Hoy día para ellos ver algo así es algo parecido a una película de ciencia ficción...cuando es simplemente la expresión de euforia por una fiesta deportiva manifestada por una sociedad normal, a la que hace rato le han extirpado de raíz el cáncer de la violencia.

Ya están adentro. Segundos antes, como es rutina en todos los estadios ingleses, han escaneado las entradas que contienen sus nombres y domicilios y han pasado una revisación que, más que tal, es un intercambio de bromas con el personal de seguridad a cargo del "operativo".

Las butacas están esperando a sus ocupantes. En la cancha calientan los dos equipos, pero ahora el verdadero espectáculo está en las enormes tribunas del coloso. No cabe un alma más. Aquello es imponente, tanto como la organización del evento. El techo deja, como en un acto de piedad, que se vea un mínimo cuadrado de cielo encapotado que parece vigilar el círculo central de la cancha. Aparte de eso, todo está cubierto. La acústica es brutal, no respeta los oídos pero al mismo tiempo la música colabora con el resto del entorno para que se erice la piel aún más, si es que eso es posible.

"Nos metieron en la barra brava" le digo a mi hija, pero apenas lo termino de pronunciar me doy cuenta que los que saltan y cantan como locos, pintados de rojo y blanco, están por todos lados y no son solamente los dos descocados -padre e hijo- que justo en la fila de adelante no paran de darle a la corneta y varios minutos antes de comenzar el partido, ya tienen la garganta destrozada. "Yo lloro cuando ganamos y lloro cuando perdemos" nos aclara el hijo, mientras el padre nos dice "está loco, pobre" y se mata de risa.

Los del norte de Inglaterra son así: sanguíneos, emotivos, vitales, tan diferentes a las hinchadas londinenses, más apagadas, entregadas a la hora de ir en desventaja, hasta frías. Los de allá arriba no paran de alentar, lo hicieron hasta el final y después también, cuando los futbolistas de Sunderland, antes de ir a recibir sus medallas como vicecampeones de la Copa de Liga, se arrimaron a aplaudirlos agradeciéndoles su apoyo permanente.

En la cancha, Sunderland se puso muy pronto en ventaja, demasiado rápido quizás, mucho tiempo para defender, largos, eternos minutos por delante para mantener una exigua ventaja. En los primeros 45 minutos lo logró. Gustavo Poyet plantó en la cancha a un Uruguay vestido de rojo y blanco, con una marca escalonada, un equipo mentalizado para no dejar hacer al encumbrado rival, negándole la recepción del balón a las figuras claves de los celestes del City. De última, cuando no se podía impedir la elaboración de la jugada de los de Manchester, una pierna o un zapato aparecía a último momento, muy a la uruguaya, para ahogar el grito de gol de la otra mitad del estadio. Después, los de Pellegrini demostraron que si no les sale su fútbol habitual de toques cortos, el atildado, el prolijo, el "tiqui-tiqui", tiene gente que sabe definir los partidos de otra forma, por ejemplo con terribles zapatazos como los de Yaya y Samir, que liquidaron el pleito.

Antes, mucho antes de ese final triste para Poyet y los suyos, la salida a la cancha de los equipos fue apoteótica, con la música atronando el ambiente, los estandartes gigantes de ambos contendientes, los lanza llamas escupiendo fuego hacia arriba y el "God Save the Queen", el himno inglés, entonado por una soprano con voz de diosa. En las tribunas, dos perfectos semicírculos de gente, inmensos, desde el césped hasta el techo del gigante, uno celeste y el otro rojiblanco, estaban separados justo a la altura de la línea del centro de la cancha, por guardias de seguridad privados completamente desarmados, que se entretenían bromeando con la gente a la que supuestamente debían "vigilar". Otra cultura, otro mundo. Sí, otro planeta, o como más le guste al lector.

Y a la salida lo mismo, a juntarse ganadores y perdedores en el enorme corredor de 600 metros hasta la estación del Subte de Wembley Park. A conversar, a reírse un poco más los ganadores, a no dramatizar demasiado los perdedores. En la mitad del trayecto una fila de mujeres policías de a caballo le sonreían a la gente y accedían a posar con los hinchas de ambos equipos, mientras algunos acariciaban dulcemente a los animales. Más allá, al final del gran corredor, los controladores del transporte paraban el flujo de gente hacia la estación cada 5 minutos, para evitar la congestión de público allá arriba, donde las líneas Jubilee y Metropolitan evacuaban rápidamente el área del "Templo del Fútbol".

Una fiesta en otro planeta, en una galaxia distinta...pero una fiesta inolvidable.



Nota del autor: esta maravillosa jornada de fútbol, éste espectáculo inolvidable aún más allá del resultado deportivo opuesto a nuestros deseos, nos fue posible vivirlo a mi hija menor y a mi, gracias a una persona que rompe todos los adjetivos elogiosos. Nunca pude trabajar en mi profesión en este maravilloso país en el que vivo y en el que hemos salido adelante junto a mi familia, de modo que no poseo acreditación alguna para ingresar a espectáculos deportivos. Los precios para esta final, como para casi todos los partidos de la Premier League, eran realmente inalcanzables para nosotros. Un Sr. llamado Gustavo Poyet, entrenador del Sunderland, un luchador y un caballero del deporte, pero sobre todo una gran persona y un laburante del fútbol, supo comprender nuestras ganas irresistibles de concurrir a este evento y transformarnos en hinchas rabiosos de su equipo.
Gracias Gustavo, de parte de una simple familia de laburantes uruguayos que vive en Inglaterra.

17 comentarios:

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    1. Cómo que gracias? Gracias a ti por supuesto, por leerme y apoyarme. Gran abrazo

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  2. No olvides decir que los caballois tienen una bolsa en las ancas para que la bosta no ensucie la calle. Gente seria los ingleses que respetan y hacen respetar.

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    1. Muy buen apunte!! Además es exactamente así, gracias por leerme, un gran abrazo.

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  3. Exelente como siempre mister Levrero.

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  4. Muy buena narracion, excelente. Sin duda me hiciste sentir que estaba ahi, apoyando a Poyet y su equipo. Desde EEUU con un grupito de Uruguayos nos juntamos cada finde y vemos los partidos del Liverpool, sin falta, y los del Sunderland de Poyet. Por supuesto que tambien vemos los de nuestro querido Peñarol y Seleccion. Un placer leer estos articulos, cronicas, historias, espero puedas escribir muchas mas. Pronto estare por Inglaterra para ver a el mejor jugador Uruguayo en el mundo, jugar en Anfield. saludos

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    1. Un placer escribir para gente como ustedes!! Muchas gracias, les mando un gran abrazo.

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  5. Muy buena la nota Alvaro. La verdad que me hiciste vivir ese viaje de la estacion a el estadio. Yo por ahora lo he visto solo en peliculas. Me gusto mucho la nota del final agradeciendo a Poyet. No tengo el placer de conocer a Gustavo pero se nota de lejos que es una gran persona y esta dejando la bandera uruguaya en lo mas alto. Abrazo!!!

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    1. Si buscás mis twits sobre el tema emitidos el lunes, encontrarás una foto preciosa que saqué de pura suerte nomás, que grafica tal cual una parte de lo que cuento en la nota.
      Gracias por tus elogios, un abrazo.

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  6. Sr Álvaro nuevamente un deleite poder disfrutar de sus relatos es como vivirlos, gracias, saludos

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    1. Te contesto lo mismo que Henderson, hay una foto que saqué y que publiqué junto con uno de los twits de promoción de esta nota el lunes, es tal cual el relato de lo que pasó en el momento de la salida a la cancha de los equipos. Si vas a mi perfil, yendo hacia los twits del lunes, la encontrarás.
      Gracias por tus elogios, saludos.

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  7. Muy buena la crónica como siempre. Te sigo desde el comienzo y siempre espero tus posts para ver que vas a decir sobre lo último que pasa por alla.

    Aprovecho para preguntarte si va a salir algo sobre el partidazo de Luis el domingo?

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    1. Supongo que algo escribiré, veremos, gracias por tus elogios y tu fidelidad. Abrazo

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  8. Un crá Sir Poyet, altisima crónica Halcón!. Arbazo de Gol.

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  9. Avaro, como siempre, un placer leerte.

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