martes, 14 de octubre de 2014

"Sí se puede!"

Terminó, el ídolo se levanta del banco de suplentes y camina raudo hacia el vestuario, impaciente por dejar el escenario de sus últimas depredaciones. Atrás quedan en su mente aquel remate mordido y cruzado que se coló en el rincón izquierdo inferior del arco de Omán y la "picada" inconcebible, luego de controlar el balón en forma inverosímil, desairando al arquero local, el mismo del Wigan Athletic de la Segunda División inglesa.


En el camino los de la casa lo frenan como no pudieron hacerlo en ese segundo tiempo terrible de la estrella y de todo Uruguay. La ovación que saludó sus goles, la alfombra de turbantes aplaudiendo con frenesí cada uno de sus goles y luego su salida triunfal de la cancha dejándole su lugar a Cristian Stuani, arman para él el rompecabezas de un pasado lejano, aunque todo, incluyendo sus propios aplausos dirigidos a los que lo aclamaban, haya ocurrido unos pocos minutos antes de la hora de irse a las duchas.


Firma rápido, quizás sólo garabatea para acelerar el proceso. -Por qué ese apuro? pregunta alguien mientras aprecia en el plasma -antes hubiera sido la cajita de cristal- la urgencia del de Salto por desprenderse de sus nuevos y exóticos admiradores. Obviamente es una pregunta condenada al desaire de no tener respuesta, pero también puede canjearse por otras similiares como -Por qué no disfruta de un momento que tanta falta le hace después de todo lo que pasó? o -Al final prefiere que le peguen como lo hicieron tantas veces luego de la mano ante Ghana, el "affaire" Evra, las presuntas zambullidas fingidas y las mordidas a Ivanovic y Chiellini? También podría escucharse un -Ahora que encuentra gente que aprecia su genio, su magia, su talento y no se acuerda de todo lo demás, ni de lo realmente malo, ni de lo supuestamente malo, NO LO PUEDE APRECIAR, en serio, qué le pasa a este muchacho? Frente a otra pantalla alguien preguntaría, quizás -No se da cuenta que los desprecia mostrando un apuro sin sentido, como sacándoselos de encima?


Y ahí, encajada como entre rejas, aparece esa expresión clave en toda esta historia de uno de los mejores jugadores de fútbol del planeta: ese "NO LO PUEDE APRECIAR". Luis Suárez, como tantos otros genios del fútbol que han pisado las canchas desde que se inventó el deporte de pegarle con el pie a una pelota redonda, NO PUEDE superar una infancia difícil, complicada, aciaga quizás. La lista es larga, pero hay varios que la encabezan por haber escrito páginas maravillosas, por haber dibujado toda clase de fantasías adentro de un rectángulo de fútbol: Diego Maradona, Erik Cantona, Paul Gascoigne, bastante más atrás Garrincha, tantos, tantos que por más que la memoria se esfuerce nunca llegaría a recordarlos a todos.


NO PUEDEN, realmente NO PUEDEN superar aquel pasado, aquellos traumas, aquella falta de base educacional, aquellas carencias sin piedad, aquellos agujeros sin fondo a la vista. Los vagones de dinero que han recalado en sus cuentas bancarias no han podido comprar una mente nueva, limpia, prolija, pero sobre todo libre de esa rebeldía CON causa, pero a la vez venenosa, artera y cruel.


Luis Suárez encontró muy joven la ayuda y el apoyo invalorable de una mujer y una familia política que pocos integrantes de esa lista -o quizás ninguno- tuvieron. Por ahora parece no alcanzarle para cerrar sus cicatrices. La clave está en que ese trabajo silencioso y tenaz de los suyos, algún día termine dando sus frutos y el final sea feliz.


Todavía se puede, o, como se corea ahora desde algunas tribunas, "Sí se puede!"

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