Son los mismos que nos hacen pasar fines de semana de novela, los que nos deleitan poniendo quinta velocidad cada 15 segundos o fabricando quiebres que serían la envidia del épico Venancio Ramos. Son los mismos que se matan a goles sin piedad, los que tejen combinaciones tan elaboradas que quizás mirando con atención quedan grabadas en el inmaculado césped de las canchas, mucho más indelebles que el vaporoso spray que utlizan los árbitros de hoy para marcar el lugar donde van el balón y la barrera en cada tiro libre cercano al área.
-Vení, apurate, mirá el partido que te estás perdiendo bolu...! No viste el pase que metió Ozil loco, Giroud abrió las piernas y cuando parecía que le pegaba Oxlade-Chamberlain, sólo la acarició con cara interna y se la dejó muerta para Santi Cazorla que le arrancó la cabeza al arquero! Dale, dejá eso y vení pa'cá que ésto es arte loco, no es fútbol normal!
Un gol de Arsenal puede venir deslizándose previamente sobre una alfombra roja más lujosa que la de los "Oscar" y seguro que motivará el elocuente y entusiasmado monólogo precedente en una casa de uruguayos radicados en Inglaterra. Pero acá el tema es que no sólo los "Gunners" del norte de Londres se llevan las palmas en pincelar jugadas de fútbol que tendrían un lugar aparte reservado en la mismísima "National Gallery" de la Trafalgar Square, en pleno centro de la capital inglesa.
LUJO. Lo mismo pueden hacer, unos con el mismo lujo, otros no tanto, casi todos los cuadros de la Premier League. Y sus hinchas deliran, saltan, bailan, no se sientan nunca porque no vale la pena ya que al minuto habrá que pararse de nuevo para apreciar otra obra de arte de sus preferidos. Así se juega en la Primera División inglesa. Todos atacan, rotan, tocan, corren más que Ussain Bolt, le pegan de todos lados y la meten en todos los ángulos y rincones que sea posible. Los técnicos planifican para herir, deliberan sobre la mejor manera de dar la estocada final. Por los flancos aparece el 2-1 y el defensa queda desairado y desprotegido; por el medio la pared cortita con precisión de reloj suizo y algún taquito colado. Tal vez se meta también alguien que abre sus piernas porque los ojos que tiene en la nuca le avisan que detrás de él llega un compinche a mil por hora, dispuesto a consumar la obra.
-Pero mirá lo que es eso, Liverpool lleva 3 minutos tocando sin parar y Southampton no la caza ni equivocado, qué es ésto por Dios? Pará, pará, mirá eso, mirá, mirá, gooool!! gooool!! No se puede creer, 75 toques y todavía al final Coutinho la clava en el ángulo, qué bárbaro, es demasiado!!!
A esa altura toda la casa está instalada frente al televisor, cada uno embobado por la película de ciencia ficción que se está filmando sobre un impecable manto verde: éste es el fútbol de Inglaterra, el de la excelsa Premier League, que captura y jamás suelta tanto a propios como a foráneos.
SUICIDIO. El problema se da cuando los clubes ingleses pretenden hacer exactamente lo mismo a nivel internacional, tanto en la Champions League como en la Europa League. Tiempo atrás, no tanto por cierto, conseguían reeditar el libreto a ese nivel y terminaban muchas veces como monarcas del continente, hasta que simple y sencillamente les tomaron los puntos. Ahora los demás, aún los equipos más modestos del este de Europa, les agarraron la mano. Sus tácticas ofensivas de la más variada elaboración y procedencia, ya no hieren a los demás. Bueno, en ese caso habría un remedio para el mal y esa cura sería ni más ni menos que la implantación de tácticas defensivas o el arte de acordarse que un equipo se arma de atrás hacia adelante y que al rival, por más humilde que parezca, no hay que subestimarlo y, en cambio, controlarlo.
Pero las dos últimas semanas de Champions y Europa League han dejado al descubierto una cruel verdad: los equipos ingleses no están preparados para frenar al rival, aunque fuere el más pobre de ellos. Hace mucho que perdieron la costumbre de marcar y, peor aún, sus entrenadores parecen no planificar los partidos mirando lo que acostumbra hacer el rival de turno. Todo apunta a que no saben dónde están sus puntos fuertes ni tampoco los débiles, de modo que en esas condiciones mal puede esperarse que un Wenger, un Rodgers, un Pochettino o un Pellegrini, éstos dos aún pese a su condición de latinos, la cual se supone que podría revestirlos de cierta picardía al respecto, elaboren estrategias defensivas adecuadas al contendor, Es que el fútbol de entre casa, ese que levanta en vilo al mundo entero por su preciocismo, por tener hasta el carácter de excelso, les hizo perder la ruta que conduce a sistemas defensivos acordes en efectividad al mundo del balompie que nos gobierna hoy. Y en el fútbol del tercer milenio eso es como pegarse un tiro en la boca, un auténtico suicidio.
BICHO. Arsenal está infamemente fuera de la Champions aunque las matemáticas no quieran confesarlo todavía. Manchester City intentará casi un imposible en el Nou Camp, Tottenham Hotspurs y Liverpool le dijeron adiós a la Europa League. Everton sigue solamente porque el Young Boys de Suiza es todavía mucho menos de lo poco que ya era en temporadas anteriores.
Pero en el rincón opuesto espera siempre el pícaro José Mourinho con su Chelsea, excepción que confirma la regla general de la Premier League y a su vez, el seguro próximo monarca del fútbol de Inglaterra. Cuando Didier Drogba convirtió en gol el último penal de la serie en aquel aún cercano 19 de mayo de 2012, ante Bayern Munich en su propio predio del Alianza Arena y así le dió la Champions League al último club inglés que la ganó, llevaba con él una banderita imaginaria con la cara de "Mou". Porque si bien para entonces el entrenador "blue" era el italiano Roberto Di Mateo, ex-goleador en los '90 del Chelsea de Gustavo Poyet, el sello de la conquista continuaba perteneciendo al escritorio de José Mourinho. Un auténtico técnico "bicho" el portugués, el único en estas Islas que puede hacerlo porque sabe cómo hacerlo.
viernes, 27 de febrero de 2015
miércoles, 25 de febrero de 2015
La Noche del Chacal
"Bien masticado" es el título de la portada de deportes que luce en la última página del Daily Mail edición papel, el día después del retorno del pistolero Luis Suárez a Inglaterra, dejando malherido a Manchester City y a Manuel Pellegrini tendido en el campo de batalla, claramente expuesto a una estocada final que hasta podría terminar con su ciclo en los "citizens".
"El Etihad (estadio de Manchester City) se le había negado dos veces a Suárez en la Premier. No había podido convertir y se había llevado de allí una tarjeta amarilla. Anoche la cosa tuvo sabor a revancha para el ex-Liverpool", publica más abajo el matutino londinense, en tanto que la leyenda al pie de la foto del segundo gol del uruguayo a Joe Hart, quien ha tenido que digerirse ya cinco conquistas del goleador, dice: "King Luis (Rey Luis) anota el segundo mientras Joe Hart vuela en vano".
MANIQUIES. En una página interior de la publicación, Martin Keown, ex-referente del Arsenal de Londres, critica duramente a la defensa del City, calificando a sus integrantes como "maniquíes", estáticos, helados, impotentes ante el accionar de Luis Suárez en ambas anotaciones, pero muy especialmente en la primera. Acto seguido, Keown se anticipa en el tiempo y aventura que "según parece las ansias de Champions para City deberán esperar un poco más".
Casi como una suerte de prolongación del pensamiento del ex-Gunner, quizás podría agregarse que la llamativa facilidad con que Luis Suárez le anota a los equipos ingleses, incluyendo ambos goles en la sonada eliminación de la selección de la rosa del Mundial de Brasil, tiene una explicación muy clara, desde el momento que la misma está a la vista de todos los que semana a semana disfrutan de la fluidez, claridad y contundencia del fútbol de la Premier League: en Inglaterra los espacios están a la orden del día. En estas tierras, futbolísticamente hablando claro, se especula poco y nada. Las canchas inglesas son testigos mudos del cambio de ataque por ataque. Se juega siempre a ganador, no existe un Elche o un Granada, o un equipo cualquiera de La Liga que no sea Real Madrid, Atlético o el propio Barcelona, que no ponga cien candados en el borde de su área, resignando de pique todo intento de ataque, como si el hacer lo contrario fuera transgredir una supuesta ley que los obliga a venerar a los grandes dentro del campo de juego. Si un día aparecieran alambrados bloqueando el arco de los equipos de La Liga que no sean los tres grandes, no sería sorpresa para ningún mortal. Pero subiendo en el mapa, en la Premier, como va dicho más arriba, la cosa es muy distinta y darle aunque no sean más de 3 cms. a Luis Suárez, se paga muy caro siempre. Por qué el ex-Nacional le anota siempre a los equipos ingleses, a tal punto que se puede decir sin temor a equívocos, que "los tiene de hijos", es una pregunta entonces de muy fácil contestación: porque el uruguayo es un fuera de serie al que encima los equipos ingleses le dan espacios que, aunque muchas veces sean mínimos, en el caso de Suárez son más que suficientes para responderles con un "buen provecho sres."
PRIMER DOBLETE. Pero regresando a las publicaciones londinenses, el Daily Express titula en su portada "Suárez pone la mordida en el City". En la página 55 el periodista Paul Joice hace un análisis especial del regreso del guerrero a uno de los tantos campos de batalla donde peleó desde enero de 2011 hasta mayo de 2014. Dice por ejemplo que "es la primera vez que Suárez marca dos goles para Barcelona", situación remarcable y que muy pocos percibieron. Agrega que asombrosamente y debido al nuevo rol que representa en su actual club, el de Salto "ya igualó en Barcelona las 12 asistencias de gol que totalizó jugando para Liverpool FC al cabo de la temporada anterior (2013-2014)", aunque también pronostica con un gran porcentaje de acierto, que "desde sus comienzos en el 'Blaugrana' nunca fue -ni lo es hoy tampoco- siquiera probable que alcance los 31 goles que convirtió para los 'Reds'". La explicación que detalla Joice para este adelanto nada aventurado por cierto, al punto que es casi un "chocolate por la noticia", es que "Suárez en Barca ya no es el único que tiene que pagar las cuentas como lo hacía en Liverpool. Ahora tiene a su lado a otros socios tan poderosos como él, que lo ayudan a hacerlo". Sin embargo, al cierre de su análisis, el periodista del Daily Express aclara que "aún así, cumpliendo un nuevo rol, el doblete de anoche llevó a Suárez a 9 goles convertidos ya para Barcelona".
Finalmente, en otra página, la publicación matutina de la capital inglesa, apela a un graficismo que muestra que Luis Suárez estampó su sello con nitidez en la noche de Champions del Etihad: "al final Sergio Aguero dio esperanzas con una elegante definición y Lionel Messi desperdició lo que era la eliminación segura del local, pero para entonces ya la noche pertenecía por entero a otro sudamericano". Podría agregarse algo como "La noche del chacal"?
"El Etihad (estadio de Manchester City) se le había negado dos veces a Suárez en la Premier. No había podido convertir y se había llevado de allí una tarjeta amarilla. Anoche la cosa tuvo sabor a revancha para el ex-Liverpool", publica más abajo el matutino londinense, en tanto que la leyenda al pie de la foto del segundo gol del uruguayo a Joe Hart, quien ha tenido que digerirse ya cinco conquistas del goleador, dice: "King Luis (Rey Luis) anota el segundo mientras Joe Hart vuela en vano".
MANIQUIES. En una página interior de la publicación, Martin Keown, ex-referente del Arsenal de Londres, critica duramente a la defensa del City, calificando a sus integrantes como "maniquíes", estáticos, helados, impotentes ante el accionar de Luis Suárez en ambas anotaciones, pero muy especialmente en la primera. Acto seguido, Keown se anticipa en el tiempo y aventura que "según parece las ansias de Champions para City deberán esperar un poco más".
Casi como una suerte de prolongación del pensamiento del ex-Gunner, quizás podría agregarse que la llamativa facilidad con que Luis Suárez le anota a los equipos ingleses, incluyendo ambos goles en la sonada eliminación de la selección de la rosa del Mundial de Brasil, tiene una explicación muy clara, desde el momento que la misma está a la vista de todos los que semana a semana disfrutan de la fluidez, claridad y contundencia del fútbol de la Premier League: en Inglaterra los espacios están a la orden del día. En estas tierras, futbolísticamente hablando claro, se especula poco y nada. Las canchas inglesas son testigos mudos del cambio de ataque por ataque. Se juega siempre a ganador, no existe un Elche o un Granada, o un equipo cualquiera de La Liga que no sea Real Madrid, Atlético o el propio Barcelona, que no ponga cien candados en el borde de su área, resignando de pique todo intento de ataque, como si el hacer lo contrario fuera transgredir una supuesta ley que los obliga a venerar a los grandes dentro del campo de juego. Si un día aparecieran alambrados bloqueando el arco de los equipos de La Liga que no sean los tres grandes, no sería sorpresa para ningún mortal. Pero subiendo en el mapa, en la Premier, como va dicho más arriba, la cosa es muy distinta y darle aunque no sean más de 3 cms. a Luis Suárez, se paga muy caro siempre. Por qué el ex-Nacional le anota siempre a los equipos ingleses, a tal punto que se puede decir sin temor a equívocos, que "los tiene de hijos", es una pregunta entonces de muy fácil contestación: porque el uruguayo es un fuera de serie al que encima los equipos ingleses le dan espacios que, aunque muchas veces sean mínimos, en el caso de Suárez son más que suficientes para responderles con un "buen provecho sres."
PRIMER DOBLETE. Pero regresando a las publicaciones londinenses, el Daily Express titula en su portada "Suárez pone la mordida en el City". En la página 55 el periodista Paul Joice hace un análisis especial del regreso del guerrero a uno de los tantos campos de batalla donde peleó desde enero de 2011 hasta mayo de 2014. Dice por ejemplo que "es la primera vez que Suárez marca dos goles para Barcelona", situación remarcable y que muy pocos percibieron. Agrega que asombrosamente y debido al nuevo rol que representa en su actual club, el de Salto "ya igualó en Barcelona las 12 asistencias de gol que totalizó jugando para Liverpool FC al cabo de la temporada anterior (2013-2014)", aunque también pronostica con un gran porcentaje de acierto, que "desde sus comienzos en el 'Blaugrana' nunca fue -ni lo es hoy tampoco- siquiera probable que alcance los 31 goles que convirtió para los 'Reds'". La explicación que detalla Joice para este adelanto nada aventurado por cierto, al punto que es casi un "chocolate por la noticia", es que "Suárez en Barca ya no es el único que tiene que pagar las cuentas como lo hacía en Liverpool. Ahora tiene a su lado a otros socios tan poderosos como él, que lo ayudan a hacerlo". Sin embargo, al cierre de su análisis, el periodista del Daily Express aclara que "aún así, cumpliendo un nuevo rol, el doblete de anoche llevó a Suárez a 9 goles convertidos ya para Barcelona".
Finalmente, en otra página, la publicación matutina de la capital inglesa, apela a un graficismo que muestra que Luis Suárez estampó su sello con nitidez en la noche de Champions del Etihad: "al final Sergio Aguero dio esperanzas con una elegante definición y Lionel Messi desperdició lo que era la eliminación segura del local, pero para entonces ya la noche pertenecía por entero a otro sudamericano". Podría agregarse algo como "La noche del chacal"?
lunes, 2 de febrero de 2015
Barcelona es suelo minado
Era un avión, los rivales le miraban el número en cada partido. Para ellos era como pararse en el andén de una estación por donde corría el "Tren Bala" a máxima velocidad: sólo sentían la ráfaga que provocaba al pasar. Casi ni tocaba el césped, volaba cortando el aire. Los arqueros sabían de memoria el camino a los rincones del arco donde la pelota se alojaba, ya muerta, inerte, tras sus remates tan furibundos como caprichosos que la hacían doblar primero en una dirección, luego en otra, para al final del recorrido retomar su camino original, haciendo pasar verguenza a la mismísima "Jabulani" de Sud Africa 2010.
Ese y no el actual era el Gareth Bale del Tottenham Hotspur, por quien Real Madrid rompió todos los récords y por si hacía falta demostró, al pagar semejante fortuna por él, que es el club más poderoso del planeta. La Liga, plagada de equipos que se cierran atrás poco menos que tomados de las manos, haciéndole honor a la famosa y viejísima canción del "Puma" Rodríguez, que respetan tanto a los grandes (dos o tres ahora? pero ese es otro tema) al punto de alcanzar la humillante actitud de actuar como visitantes aún recibiéndolos en su propia cancha. Es el reino del respeto y la veneración que alcanzan los rezos de los viernes en una Mezquita. Y eso lleva a la especulación más exagerada que alguien pueda imaginar. Son los reyes del bostezo y las apuestas hablan solamente de cuántos goles pueden llegar a recibir de los gigantes.
Las diferencias de presupuesto son tan siderales que si los "chicos" no toman esa opción, están condenados a ser vapuleados y goleados sin remedio cada vez que enfrentan a Real Madrid y Barcelona, ya que el caso de Atlético es un punto y aparte, porque es un grande forjado a pulmón y a corazón más que a dinero. Y ahí, en ese terror a la goleada y al papelón, se terminan los espacios y las franquicias. El "Tren Bala" encuentra desvíos, barreras y luces rojas que no le permiten siquiera iniciar el "sprint". Se bambolea, descarrila con inusitada frecuencia y cuando amaga embalar, lo frenan. A Bale pocos rivales le miran el número en La Liga y si intenta sacar un latigazo tras el cual la pelota cae de repente o se desvía varias veces sin rebotar en nadie, siempre aparecen cien piernas que se lo impiden.
El caso de Luis Suárez es aún más grave que el del atleta galés. En Liverpool era el mismísimo demonio vestido de jugador de fútbol. Sus maniobras inesperadas eran de fantasía, burlescas. Sus rivales trataban por todos los medios de evitar el ridículo, pero pocas veces lo lograban y casi siempre quedaban "vestidos y sin visita". Era como si él les encargara ir a buscar cigarrillos y el diario al kiosco de la esquina y si se negaban los plantaba en el césped como si fueran flores, con el fin de adornar el gramado de las distintas canchas que el de Salto pisaba.
HANNIBAL. Sus goles destellaban más colores que el propio "Arco Iris". Los hacía de todas las maneras imaginables: de espaldas al arco, sin ángulo posible para un remate imposible, desde el medio de la cancha y contra la línea del "outball", mirando muerto de risa como el arquero se daba con todo el cuerpo contra los fierros del arco en la desesperación por evitar el ridículo de los ridículos. También pasaba el balón por el costado de un defensor a toda velocidad y sacaba un latigazo que restallaba en todo el estadio mientras el balón se colaba en un ángulo del arco enemigo. Los defensas trataban de evitar como fuera el cometer infracciones cerca de su propia área porque sabían que eran todas penales con barrera. El les daba a elegir: "quieren el plato clásico de la casa, por encima de la barrera? por afuera de ella (el "golón" a Joe Hart ante el City)? O tal vez prefieren un remate recto al palo del arquero?"
Al principio el enorme Steven Gerrard le dejaba algún tiro libre como para que el pibe nuevo fuera tomando un poco de confianza. Pero cuando Luis Suárez ya comenzaba -estilo ganadores de Wimbledon- a imprimir su nombre entre los grandes de Anfield, el gran capitán sólo se reservaba algún remate libre aislado para él, con el único fin de sorprender un poco a los rivales con un "éstos están jugados a que lo patea Luis, me lo tiro yo a ver qué pasa". El 90% de los tiros libres en Liverpool eran propiedad privada, estaban a nombre de Luis Alberto Suárez Díaz y solamente faltaba que el uruguayo clavara en el césped un cartel de "No Pasar-Propiedad Privada". Para todos, hinchas, técnicos y jugadores rivales y hasta propios, prensa, público en general, Suárez era en Inglaterra una suerte de "Hannibal the Cannibal", pero no sólo por los conocidos episodios extra-fútbol que protagonizó, sino también y fundamentalmente por las atrocidades que llegó a hacerle a sus rivales con una pelota de fútbol en sus pies.
SUBDITO. "Tiene que jugar de nueve nueve, en el medio del ataque", clamaban las voces al principio, cuando recién había quedado habilitado para jugar en su nuevo club. "Pah! Pero ahora juega de nueve nueve y tampoco pasa nada", concluyeron las mismas gargantas. Tiro libre a favor del "blaugrana": invariablemente allá van Messi y Neymar, conversan tapándose la boca para no alejarse del último grito de la moda. Luis Suárez agacha la cabeza y, como buen súbdito pleno de fidelidad, encamina sus pasos hacia la zona del punto penal, por las dudas si hay algún rebote y termina pescando alguna mojarrita.
El pique corto acalambrante se quedó vagando por Anfield como un alma en pena. Aquellos defensores que se paraban delante de él con menos posibilidades que Leónidas y sus 300 espartanos ante la invasión persa, fueron cambiados por una especie de Armada infranqueable y pletórica de confianza. Los goles que llovían como el maná del cielo, quedaron nostálgicos besando redes inglesas, porque se encontraron de golpe y porrazo con que no entienden ni el castellano ni el catalán. A veces Messi y Neymar se miran y en un pacto mudo deciden apreciar el trabajo del nuevo. Después de todo les arrastra marcas como nadie, les abre bulevares y avenidas para que transiten con comodidad y se luzcan como quiere la hinchada del Camp Nou. Es como si se dijeran "che, tenemos un empleado de lujo, vamos a tratarlo bien, es lo menos que podemos hacer. Además nos conviene que esté contento, si desde que está él acá, cada vez hacemos más goles nosotros dos".
Entonces comienzan a pasarle la pelota, hasta a veces se dignan buscarlo para que anote alguno, pero no hay caso, es como que ya es demasiado tarde: a "Hannibal the Cannibal" le hicieron un electro-shock, le quitaron el vértigo, la fuerza, el pique, la picardía, la insolencia, el descaro...la magia. Tomó la decisión equivocada, se fue donde ya había otros con muchas de esas cualidades, pisó terreno prohibido. Barcelona es suelo minado para Suárez. Y en suelo minado las precauciones que se deben tomar anulan la libertad de movimientos, la soltura, la sonrisa, la alegría, la magia...los goles. Cada vez suena más fuerte en Inglaterra: para el final de la temporada alguien, seguramente muy grande y poderoso, esperará con los brazos abiertos y una alfombra roja extendida. el regreso a la vida futbolística de..."Hannibal the Cannibal".
Ese y no el actual era el Gareth Bale del Tottenham Hotspur, por quien Real Madrid rompió todos los récords y por si hacía falta demostró, al pagar semejante fortuna por él, que es el club más poderoso del planeta. La Liga, plagada de equipos que se cierran atrás poco menos que tomados de las manos, haciéndole honor a la famosa y viejísima canción del "Puma" Rodríguez, que respetan tanto a los grandes (dos o tres ahora? pero ese es otro tema) al punto de alcanzar la humillante actitud de actuar como visitantes aún recibiéndolos en su propia cancha. Es el reino del respeto y la veneración que alcanzan los rezos de los viernes en una Mezquita. Y eso lleva a la especulación más exagerada que alguien pueda imaginar. Son los reyes del bostezo y las apuestas hablan solamente de cuántos goles pueden llegar a recibir de los gigantes.
Las diferencias de presupuesto son tan siderales que si los "chicos" no toman esa opción, están condenados a ser vapuleados y goleados sin remedio cada vez que enfrentan a Real Madrid y Barcelona, ya que el caso de Atlético es un punto y aparte, porque es un grande forjado a pulmón y a corazón más que a dinero. Y ahí, en ese terror a la goleada y al papelón, se terminan los espacios y las franquicias. El "Tren Bala" encuentra desvíos, barreras y luces rojas que no le permiten siquiera iniciar el "sprint". Se bambolea, descarrila con inusitada frecuencia y cuando amaga embalar, lo frenan. A Bale pocos rivales le miran el número en La Liga y si intenta sacar un latigazo tras el cual la pelota cae de repente o se desvía varias veces sin rebotar en nadie, siempre aparecen cien piernas que se lo impiden.
El caso de Luis Suárez es aún más grave que el del atleta galés. En Liverpool era el mismísimo demonio vestido de jugador de fútbol. Sus maniobras inesperadas eran de fantasía, burlescas. Sus rivales trataban por todos los medios de evitar el ridículo, pero pocas veces lo lograban y casi siempre quedaban "vestidos y sin visita". Era como si él les encargara ir a buscar cigarrillos y el diario al kiosco de la esquina y si se negaban los plantaba en el césped como si fueran flores, con el fin de adornar el gramado de las distintas canchas que el de Salto pisaba.
HANNIBAL. Sus goles destellaban más colores que el propio "Arco Iris". Los hacía de todas las maneras imaginables: de espaldas al arco, sin ángulo posible para un remate imposible, desde el medio de la cancha y contra la línea del "outball", mirando muerto de risa como el arquero se daba con todo el cuerpo contra los fierros del arco en la desesperación por evitar el ridículo de los ridículos. También pasaba el balón por el costado de un defensor a toda velocidad y sacaba un latigazo que restallaba en todo el estadio mientras el balón se colaba en un ángulo del arco enemigo. Los defensas trataban de evitar como fuera el cometer infracciones cerca de su propia área porque sabían que eran todas penales con barrera. El les daba a elegir: "quieren el plato clásico de la casa, por encima de la barrera? por afuera de ella (el "golón" a Joe Hart ante el City)? O tal vez prefieren un remate recto al palo del arquero?"
Al principio el enorme Steven Gerrard le dejaba algún tiro libre como para que el pibe nuevo fuera tomando un poco de confianza. Pero cuando Luis Suárez ya comenzaba -estilo ganadores de Wimbledon- a imprimir su nombre entre los grandes de Anfield, el gran capitán sólo se reservaba algún remate libre aislado para él, con el único fin de sorprender un poco a los rivales con un "éstos están jugados a que lo patea Luis, me lo tiro yo a ver qué pasa". El 90% de los tiros libres en Liverpool eran propiedad privada, estaban a nombre de Luis Alberto Suárez Díaz y solamente faltaba que el uruguayo clavara en el césped un cartel de "No Pasar-Propiedad Privada". Para todos, hinchas, técnicos y jugadores rivales y hasta propios, prensa, público en general, Suárez era en Inglaterra una suerte de "Hannibal the Cannibal", pero no sólo por los conocidos episodios extra-fútbol que protagonizó, sino también y fundamentalmente por las atrocidades que llegó a hacerle a sus rivales con una pelota de fútbol en sus pies.
SUBDITO. "Tiene que jugar de nueve nueve, en el medio del ataque", clamaban las voces al principio, cuando recién había quedado habilitado para jugar en su nuevo club. "Pah! Pero ahora juega de nueve nueve y tampoco pasa nada", concluyeron las mismas gargantas. Tiro libre a favor del "blaugrana": invariablemente allá van Messi y Neymar, conversan tapándose la boca para no alejarse del último grito de la moda. Luis Suárez agacha la cabeza y, como buen súbdito pleno de fidelidad, encamina sus pasos hacia la zona del punto penal, por las dudas si hay algún rebote y termina pescando alguna mojarrita.
El pique corto acalambrante se quedó vagando por Anfield como un alma en pena. Aquellos defensores que se paraban delante de él con menos posibilidades que Leónidas y sus 300 espartanos ante la invasión persa, fueron cambiados por una especie de Armada infranqueable y pletórica de confianza. Los goles que llovían como el maná del cielo, quedaron nostálgicos besando redes inglesas, porque se encontraron de golpe y porrazo con que no entienden ni el castellano ni el catalán. A veces Messi y Neymar se miran y en un pacto mudo deciden apreciar el trabajo del nuevo. Después de todo les arrastra marcas como nadie, les abre bulevares y avenidas para que transiten con comodidad y se luzcan como quiere la hinchada del Camp Nou. Es como si se dijeran "che, tenemos un empleado de lujo, vamos a tratarlo bien, es lo menos que podemos hacer. Además nos conviene que esté contento, si desde que está él acá, cada vez hacemos más goles nosotros dos".
Entonces comienzan a pasarle la pelota, hasta a veces se dignan buscarlo para que anote alguno, pero no hay caso, es como que ya es demasiado tarde: a "Hannibal the Cannibal" le hicieron un electro-shock, le quitaron el vértigo, la fuerza, el pique, la picardía, la insolencia, el descaro...la magia. Tomó la decisión equivocada, se fue donde ya había otros con muchas de esas cualidades, pisó terreno prohibido. Barcelona es suelo minado para Suárez. Y en suelo minado las precauciones que se deben tomar anulan la libertad de movimientos, la soltura, la sonrisa, la alegría, la magia...los goles. Cada vez suena más fuerte en Inglaterra: para el final de la temporada alguien, seguramente muy grande y poderoso, esperará con los brazos abiertos y una alfombra roja extendida. el regreso a la vida futbolística de..."Hannibal the Cannibal".
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