Son los mismos que nos hacen pasar fines de semana de novela, los que nos deleitan poniendo quinta velocidad cada 15 segundos o fabricando quiebres que serían la envidia del épico Venancio Ramos. Son los mismos que se matan a goles sin piedad, los que tejen combinaciones tan elaboradas que quizás mirando con atención quedan grabadas en el inmaculado césped de las canchas, mucho más indelebles que el vaporoso spray que utlizan los árbitros de hoy para marcar el lugar donde van el balón y la barrera en cada tiro libre cercano al área.
-Vení, apurate, mirá el partido que te estás perdiendo bolu...! No viste el pase que metió Ozil loco, Giroud abrió las piernas y cuando parecía que le pegaba Oxlade-Chamberlain, sólo la acarició con cara interna y se la dejó muerta para Santi Cazorla que le arrancó la cabeza al arquero! Dale, dejá eso y vení pa'cá que ésto es arte loco, no es fútbol normal!
Un gol de Arsenal puede venir deslizándose previamente sobre una alfombra roja más lujosa que la de los "Oscar" y seguro que motivará el elocuente y entusiasmado monólogo precedente en una casa de uruguayos radicados en Inglaterra. Pero acá el tema es que no sólo los "Gunners" del norte de Londres se llevan las palmas en pincelar jugadas de fútbol que tendrían un lugar aparte reservado en la mismísima "National Gallery" de la Trafalgar Square, en pleno centro de la capital inglesa.
LUJO. Lo mismo pueden hacer, unos con el mismo lujo, otros no tanto, casi todos los cuadros de la Premier League. Y sus hinchas deliran, saltan, bailan, no se sientan nunca porque no vale la pena ya que al minuto habrá que pararse de nuevo para apreciar otra obra de arte de sus preferidos. Así se juega en la Primera División inglesa. Todos atacan, rotan, tocan, corren más que Ussain Bolt, le pegan de todos lados y la meten en todos los ángulos y rincones que sea posible. Los técnicos planifican para herir, deliberan sobre la mejor manera de dar la estocada final. Por los flancos aparece el 2-1 y el defensa queda desairado y desprotegido; por el medio la pared cortita con precisión de reloj suizo y algún taquito colado. Tal vez se meta también alguien que abre sus piernas porque los ojos que tiene en la nuca le avisan que detrás de él llega un compinche a mil por hora, dispuesto a consumar la obra.
-Pero mirá lo que es eso, Liverpool lleva 3 minutos tocando sin parar y Southampton no la caza ni equivocado, qué es ésto por Dios? Pará, pará, mirá eso, mirá, mirá, gooool!! gooool!! No se puede creer, 75 toques y todavía al final Coutinho la clava en el ángulo, qué bárbaro, es demasiado!!!
A esa altura toda la casa está instalada frente al televisor, cada uno embobado por la película de ciencia ficción que se está filmando sobre un impecable manto verde: éste es el fútbol de Inglaterra, el de la excelsa Premier League, que captura y jamás suelta tanto a propios como a foráneos.
SUICIDIO. El problema se da cuando los clubes ingleses pretenden hacer exactamente lo mismo a nivel internacional, tanto en la Champions League como en la Europa League. Tiempo atrás, no tanto por cierto, conseguían reeditar el libreto a ese nivel y terminaban muchas veces como monarcas del continente, hasta que simple y sencillamente les tomaron los puntos. Ahora los demás, aún los equipos más modestos del este de Europa, les agarraron la mano. Sus tácticas ofensivas de la más variada elaboración y procedencia, ya no hieren a los demás. Bueno, en ese caso habría un remedio para el mal y esa cura sería ni más ni menos que la implantación de tácticas defensivas o el arte de acordarse que un equipo se arma de atrás hacia adelante y que al rival, por más humilde que parezca, no hay que subestimarlo y, en cambio, controlarlo.
Pero las dos últimas semanas de Champions y Europa League han dejado al descubierto una cruel verdad: los equipos ingleses no están preparados para frenar al rival, aunque fuere el más pobre de ellos. Hace mucho que perdieron la costumbre de marcar y, peor aún, sus entrenadores parecen no planificar los partidos mirando lo que acostumbra hacer el rival de turno. Todo apunta a que no saben dónde están sus puntos fuertes ni tampoco los débiles, de modo que en esas condiciones mal puede esperarse que un Wenger, un Rodgers, un Pochettino o un Pellegrini, éstos dos aún pese a su condición de latinos, la cual se supone que podría revestirlos de cierta picardía al respecto, elaboren estrategias defensivas adecuadas al contendor, Es que el fútbol de entre casa, ese que levanta en vilo al mundo entero por su preciocismo, por tener hasta el carácter de excelso, les hizo perder la ruta que conduce a sistemas defensivos acordes en efectividad al mundo del balompie que nos gobierna hoy. Y en el fútbol del tercer milenio eso es como pegarse un tiro en la boca, un auténtico suicidio.
BICHO. Arsenal está infamemente fuera de la Champions aunque las matemáticas no quieran confesarlo todavía. Manchester City intentará casi un imposible en el Nou Camp, Tottenham Hotspurs y Liverpool le dijeron adiós a la Europa League. Everton sigue solamente porque el Young Boys de Suiza es todavía mucho menos de lo poco que ya era en temporadas anteriores.
Pero en el rincón opuesto espera siempre el pícaro José Mourinho con su Chelsea, excepción que confirma la regla general de la Premier League y a su vez, el seguro próximo monarca del fútbol de Inglaterra. Cuando Didier Drogba convirtió en gol el último penal de la serie en aquel aún cercano 19 de mayo de 2012, ante Bayern Munich en su propio predio del Alianza Arena y así le dió la Champions League al último club inglés que la ganó, llevaba con él una banderita imaginaria con la cara de "Mou". Porque si bien para entonces el entrenador "blue" era el italiano Roberto Di Mateo, ex-goleador en los '90 del Chelsea de Gustavo Poyet, el sello de la conquista continuaba perteneciendo al escritorio de José Mourinho. Un auténtico técnico "bicho" el portugués, el único en estas Islas que puede hacerlo porque sabe cómo hacerlo.
completamente de acuerdo, Mourinho es el unico que parece entender el juego,buscar el resultado,no pasa por las figuras solamente.
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