jueves, 8 de diciembre de 2011

Europa, la del tufo

       El mal olor suele impregnarlo todo y por estos tiempos Europa está seriamente contaminada. El resquebrajamiento económico, la desintegración de la Unión Europea esperando pacientemente a la vuelta de la esquina, la falta de líderes y de luces entre los mandatarios de las potencias, las consecuencias nefastas de los cortes implantados por los gobiernos de la UE, el tobogán que lleva a los países de regreso al estado de recesión económica. Todo se junta, todo se combina, todo se confabula para que el mal ambiente se palpe en cada esquina, en cada rincón del llamado viejo continente.
        Está clarísimo que el fútbol flota muy por debajo de toda esa debacle y las cosas que en él suceden aparecen muy atrás en el ranking de la consideración popular. Pero nunca hay que perder de vista que el más popular de los deportes, más arriba o más abajo, dando la medida de un mural o de una foto carné, brillando con la luz del mediodía u difuminado por la del atardecer, es parte del diario vivir y sentir de muchas
personas en Europa, en América y en todas partes del mundo.
        Por lo pronto en Europa el fútbol también huele muy mal, está a tono con la debacle económica y social y baila muy apretado con la desilusión de la gente. En Inglaterra la Federación Inglesa se regocija con su último logro: termina de conseguir que le disminuyan la pena al delantero de la selección y del Manchester United, Wayne Rooney. El hombre, desbocado como siempre, había propinado un terrible puntapié a un rival durante el último partido disputado meses atrás por Inglaterra, que ya estaba clasificada, por las eliminatorias para la Eurocopa 2012. Aprovechando su estadía en Basilea, para el partido en que su equipo quedó eliminado de la Champions League, al otro día tenía secretamente agendado junto al técnico de la selección inglesa Favio Capello y un representante de la Federación Inglesa, un encuentro con autoridades de la Unión Europea de Fútbol, en el que le sería dada a conocer la resolución al pedido -también secreto- de la entidad rectora del fútbol inglés para que la pena le fuera reducida de tres a dos partidos de suspensión.
          Y así fue, como Dios manda. O como la Federación Inglesa manda o digita. Con palabras más elegantes y una retórica acorde a la solemnidad del momento, las autoridades de UEFA le dijeron a Rooney: "mirá nene, si nos prometés que de aquí en adelante te vas a portar bien y no la vas a embarrar más, te bajamos la suspensión a dos partidos y al menos vas a poder jugar el último de la serie contra Ucrania". Y claro, el nene malo prometió portarse bien, o es que alguien puede imaginarse lo contrario? Es que, aunque parezca una broma insólita, antes de comunicarle oficialmente la rebaja de la suspensión, realmente le hicieron prometer buena conducta para el futuro.
             Le habían mostrado roja directa y le correspondían, sin más, tres partidos de suspensión. Sin cabildeos, sin rodeos, sin excusas, sin miramientos. Drásticamente tres partidos afuera, sin que nadie necesitara laudar en el tema, sin conversaciones porque simplemente, sencillamente, el reglamento universal del fútbol indica que para una roja directa la suspensión mínima son tres partidos.
              Kenny Dalglish, el legendario escocés, actualmente técnico del Liverpool inglés, saltó como un fusible. Alguien había metido los dedos en el enchufe y el hombre, zorro viejo del fútbol, saltó. Dijo que se alegraba por los ingleses que ahora podrían contar con un magnífico futbolista en su último partido de la serie de la Eurocopa. Pero en el mismo tono cansino, sin cambiar su expresión, agregó que "ahora vamos a ver cómo arreglan el asunto internamente, porque en la Premier todos los clubes van a comenzar a reclamar la reducción de sanciones para futbolistas expulsados con roja directa, está claro que se crea un antecedente importante en el tema".
              Mal olor por aquí...y mal olor por Zagreb también. El Lyon francés se despachó con un lapidario 7 a 1 ante el Dínamo local, cuando justamente necesitaba esa diferencia de goles, es decir + 6, para arrebatarle la clasificación al Ayax holandés, que perdía -y finalmente perdió- por 3 a 0 en Amsterdam ante el linajudo Real Madrid. Mientras en la capital de Croacia los jugadores locales ofrecían un espectáculo lamentable ante su propia gente, arrastrándose en la cancha en tanto los franceses poco menos que entraban al arco con pelota y todo una y otra vez en la noche, en la capital de Holanda el local era literalmente despojado
 por uno de los jueces de línea, quien anuló por offside -claramente inexistente por cierto- nada más ni nada menos que dos goles del campeón holandés, uno de ellos convertido por el uruguayo Nicolás Lodeiro, quien insólitamente jugó como punta ante los merengues.
            Horroroso, asqueante, repugnante, se agotan los adjetivos. Al otro día la UEFA amagó iniciar una investigación del increíble resultado de Zagreb, se habló de que el desenlace podría haber estado conectado a cierta red de apuestas, pero todo fue muy vago, muy diluido, tanto como podría serlo una cucharadita de azúcar en cinco litros de leche. Resulta bastante complicado detectar una diferencia -mínima aunque sea- entre lo que pasó en Zagreb y el 6 a 0 de Argentina a Perú en el Mundial '78. Está claro que aquel bochorno terminó decidiendo nada menos que un Mundial y el asqueante espectáculo de Zagreb definió un pasaje a los play off de la Champions League. Sí, evidentemente la distancia entre un hecho y otro está -tanto como en el tiempo transcurrido- en la diferente magnitud de los dos acontecimientos.
              Pero el olor a podrido es el mismo. Inglaterra, después de quedarse sin su Mundial 2018, juega su revancha cada vez que el sol aparece en el horizonte. Todo le sirve, cualquier cosa le viene bien. Ahora fue la "compasión" de la UEFA por el pobre nene malo. La semana que viene será otra cosa. Para lo de Zagreb y Amsterdam se agotan los calificativos porque la evidencia de ambos hechos paralelos casi los exonera de la necesidad de cualquier investigación. Sin embargo, ésta sería fundamental para la obtención de las pruebas imprescindibles para desenmascarar a los culpables y fallar en los hechos. Y el hecho de que la UEFA se haya desinteresado del tema no hace más que agregarle más mal olor al ambiente.
            El fútbol está también impregnado del tufo que expide Europa. Si fuera posible barajar y dar de nuevo...

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