El goleador del West Bromwich Albion se levanta limpiamente, aplica el frentazo cruel y sentencia el 3-0 matando las ilusiones del Liverpool. Partido liquidado.
Como siempre Luis Suárez había sido el mejor jugador de la visita, pero se habia perdido varios goles, así que cuando escuchó el silbato final del árbitro estaba herido, tenso y sobre todo, enojado consigo mismo como parte de esa especie de auto exigencia de corte dictatorial que el uruguayo se impone cada vez que se mete adentro de una cancha de fútbol.
En esas precarias condiciones espirituales vio que Peter Odemwingie, el moreno ariete del local, el mismo que minutos antes le había dado al resultado final el rótulo de "goleada", enfilaba sin vacilaciones directamente hacia él. Fue entonces que la historia reciente, la de la diabólica trama urdida en su contra, la que enarboló las banderas de la injusticia y la discriminación , golpeó a su puerta, casi con urgencia, para preguntarle: "Luis, y ahora qué...?
Luis escuchó a Odemwingie y después que el moreno tomó el camino del vestuario, no logró reaccionar enseguida. Simplemente se quedó helado, sin palabras y solamente horas después, junto a los suyos y en la tranquilidad de su hogar, rememorando las palabras de su rival por enésima vez, se felicitó de nuevo por haberse quedado, por haber firmado un nuevo contrato con Liverpool, por haber aceptado el desafío. "Tenés que olvidarte de toda la basura en la que te metieron, sos un gran jugador y tenés que preocuparte sólo de jugar", le había dicho quien había consolidado minutos antes la derrota de su equipo, un chico de raza negra con quien jamás había cambiado siquiera una palabra.
La extensísima nota del matutino The Guardian al ídolo uruguayo del Liverpool inglés, fue la primera concedida a medios británicos por el futbolista luego del "affair Evra". Una de esas entrevistas ricas, descarnadas, disfrutables, con frases contundentes, claras, transparentes, por parte del protagonista. Un resumen modesto pero medianamente acertado de ellas, podría ser el que sigue:
"Yo jugaba descalzo en la calle con mis amigos y nunca tuve la chance de decirle a mis padres 'quiero este par de zapatos de fútbol'. En cambio cuando llegué a Holanda me encontré en el club (Groningen) con chicos de 17 o 18 anos que iban a las prácticas en Audi 0 km. Lo tenían todo, ya lo tenían todo tan temprano, pero el problema es que cuando se tiene todo tan pronto en la cancha no se da todo y yo no puedo concebir que alguien no dé lo máximo en una cancha de fútbol durante cada segundo en que esté dentro de ella".
"Los brasileros son casi 200 millones, los argentinos 45, nosotros los uruguayos somos sólo 3 millones, pero a cambio tenemos hambre de gloria, deseo extra para correr y sufrir dentro de una cancha".
"La gente me dice 'cómo podés correr tanto? cómo podés sufrir tanto? cómo puede una derrota herirte tanto?' Y es verdad, hay partidos en que me pregunto: 'por qué estoy tan estresado si todo lo que quiero es jugar al fútbol y lo estoy haciendo?' A medida que pasa el tiempo uno se da cuenta que tiene que ser más maduro, tomar los partidos como uno más. Sin dejar de darlo todo, pero no jugarlo antes, ni estar tenso y hasta herido antes del partido".
"Los técnicos me dicen que puedo ayudar más al equipo si no hablo, protesto y me quejo todo el tiempo. Oscar Tabárez, durante un partido contra Argentina, me dijo: 'Luis, si no te calmás te saco ya'. Para el segundo tiempo me concentré, jugué mejor y hasta anoté. Los técnicos que son inteligentes ven eso, te avisan, te ayudan".
"Gerrard (Stephen) se acercó a mi antes de un partido contra Manchester United (el que se jugó tras el famoso episodio de la mano no estrechada a Patrice Evra) y me dijo: 'probá que sos de los mejores jugadores del mundo, eso es lo único que importa ahora'".
"No me importa que me abucheen en el partido cuando tomo la pelota, lo que me hirió fue que abuchearan el himno uruguayo en Cardiff (Juegos Olímpicos, partido Uruguay-Gran Bretana), fue una falta de respeto. Ussain Bolt cortó una entrevista que le estaban haciendo en el Estadio Olímpico e hizo silencio porque en el otro extremo estaban tocando el himno de Estados Unidos durante una ceremonia de premiación, eso es tener respeto".
"Pero personas que ni me conocen, que se creen todo lo que les dicen de mi, que además hacen la suya porque juegan su partido para su equipo, no me importa en absoluto que me abucheen cuando tomo la pelota".
"Lo que Odemwingie (Peter) me dijo me importa un millón de veces más que cualquier abucheo".
"Obviamente no vamos a llegar a jugar como Barcelona pero el objetivo, la idea, es un poco esa, tener la pelota todo el tiempo o presionar para recuperarla. Y tenerla sin pánico, buscar los espacios en el momento exacto, no jugar tan apurados y desesperados como lo hicimos la temporada pasada".
Claro que hay mucho más si partimos desde la premisa que la nota es casi interminable. Es como si el periodista encargado de llevarla a cabo se hubiera sacado las ganas -reprimidas por cierto durante mucho tiempo- de hacerle una entrevista nada más ni nada menos que...a Luis Suárez.
sábado, 25 de agosto de 2012
domingo, 12 de agosto de 2012
Para siempre be my friends
La ola del último día se levantó con sus protagonistas dándole la espalda nada menos que al majestuoso Buckingham Palace. Claro, británicos, venezolanos, colombianos, mejicanos, argentinos, brasileños, ecuatorianos, españoles, alemanes, noruegos, suecos y sobre todo africanos, estaban esta vez para rendirle tributo exclusivo, un homenaje sin igual a los actores del último acto de los Juegos Olímpicos de Londres 2012.
Las rejas negras y doradas de la residencia real se ven sólas y ofendidas, su público las ha dado literalmente la espalda, simplemente las ha cambiado por los sacrificados atletas de la Maratón. Un cierre olímpico diferente porque los héroes de la resistencia física están dibujando un perfecto óvalo, de manera que comienzan y terminan su descomunal esfuerzo en el mismo lugar de la capital inglesa: el Palacio de Buckingham. Después de todo los ingleses, siempre constantes en la práctica del deporte de reírse de sí mismos, dicen que mientras el mundo va para un lado ellos agarran para el otro, de modo que por esta vez el Estadio Olímpico se ha quedado sin recibir en su seno a la competencia postrera de los Juegos.
Eso sí, están todos en la calle. Es el último día, hay que llorarlo, es comprensible porque la ilusión fue grande y la fiesta más aún, hay que extrañarlo por anticipado porque el éxito fue total con oros, platas y bronces incluidos, pero entonces también hay que vivirlo y disfrutarlo a pleno. En el día más importante de su vida, los pasos gigantes del ugandés Stephen Kiprotich lo acercan inexorablemente al oro olímpico. Mientras tanto las campanas de la Abadía de Westminster resuenan como enloquecidas y a su lado, casi pegado, inseparable, el Big-Ben mira de arriba al líder que arrasa devorando metros. Sus escoltas kenyatas Abel Kirui y Wilson Kipsang se encandilan y se quedan sordos con el despliegue de gritos y color que sus compatriotas ponen en escena cuando los ven aparecer. A lo lejos el Ojo de Londres lo mide todo, es otro testigo de lujo con mucha altura.
De repente, mientras el paseo del Támesis está tapado de colores, bullicio y esfuerzo titánico, una batucada impresionante mueve hasta el Puente de Westminster. Las Llamadas en Londres? No, no, falsa alarma, pero el ritmo es tan parecido que casi lo único que cambia es el escenario: en lugar de los barrios Sur y Palermo, un gran bote surca las aguas del gran río. Está hasta la boca de africanos ataviados con trajes típicos y las lonjas suenan casi hasta romperse.
Los últimos héroes de la carrera son aplaudidos a rabiar, a algunos solo les falta saltar la valla y empujarlos hasta la meta. "Colombia, Colombia, último pero Colombia!", grita una chica presa de la euforia. No, al final Colombia no llegó última pero el aliento sirve igual. Termina. La Torre de Londres ya les tiró con su historia impresionante pero ellos ni cuenta se dieron. La Catedral de San Pablo se había inclinado reverente al paso de los atletas. La City encontró a su paso el respiro que tanto ansiaba para aliviar el "stress" diario que le provoca la mayor crisis europea luego de la II Guerra Mundial. Y el gran premio es que al final Buckingham los perdona por haberle robado un protagonismo casi sagrado y los recibe bajo palio, ni más ni menos que como ellos se merecen.
Y al final se levantan las barreras y un nuevo Londres, desnudo de tránsito, se descubre ante los suyos y ante los visitantes. Todos a las calles, a caminar, a vivir, a sentir la ciudad, a dejarse llevar por la magia de un momento único, a bañarse de vino, cerveza y del sol que decidió que no podía faltar de ninguna manera. Y después de destrabar el nudo en la garganta y desempañar los cristales de los lentes de sol, con el entrechocar de los cristales de los vasos, hay tiempo para un "cumplimos, hasta pronto amigos...para siempre be my friends".
Las rejas negras y doradas de la residencia real se ven sólas y ofendidas, su público las ha dado literalmente la espalda, simplemente las ha cambiado por los sacrificados atletas de la Maratón. Un cierre olímpico diferente porque los héroes de la resistencia física están dibujando un perfecto óvalo, de manera que comienzan y terminan su descomunal esfuerzo en el mismo lugar de la capital inglesa: el Palacio de Buckingham. Después de todo los ingleses, siempre constantes en la práctica del deporte de reírse de sí mismos, dicen que mientras el mundo va para un lado ellos agarran para el otro, de modo que por esta vez el Estadio Olímpico se ha quedado sin recibir en su seno a la competencia postrera de los Juegos.
Eso sí, están todos en la calle. Es el último día, hay que llorarlo, es comprensible porque la ilusión fue grande y la fiesta más aún, hay que extrañarlo por anticipado porque el éxito fue total con oros, platas y bronces incluidos, pero entonces también hay que vivirlo y disfrutarlo a pleno. En el día más importante de su vida, los pasos gigantes del ugandés Stephen Kiprotich lo acercan inexorablemente al oro olímpico. Mientras tanto las campanas de la Abadía de Westminster resuenan como enloquecidas y a su lado, casi pegado, inseparable, el Big-Ben mira de arriba al líder que arrasa devorando metros. Sus escoltas kenyatas Abel Kirui y Wilson Kipsang se encandilan y se quedan sordos con el despliegue de gritos y color que sus compatriotas ponen en escena cuando los ven aparecer. A lo lejos el Ojo de Londres lo mide todo, es otro testigo de lujo con mucha altura.
De repente, mientras el paseo del Támesis está tapado de colores, bullicio y esfuerzo titánico, una batucada impresionante mueve hasta el Puente de Westminster. Las Llamadas en Londres? No, no, falsa alarma, pero el ritmo es tan parecido que casi lo único que cambia es el escenario: en lugar de los barrios Sur y Palermo, un gran bote surca las aguas del gran río. Está hasta la boca de africanos ataviados con trajes típicos y las lonjas suenan casi hasta romperse.
Los últimos héroes de la carrera son aplaudidos a rabiar, a algunos solo les falta saltar la valla y empujarlos hasta la meta. "Colombia, Colombia, último pero Colombia!", grita una chica presa de la euforia. No, al final Colombia no llegó última pero el aliento sirve igual. Termina. La Torre de Londres ya les tiró con su historia impresionante pero ellos ni cuenta se dieron. La Catedral de San Pablo se había inclinado reverente al paso de los atletas. La City encontró a su paso el respiro que tanto ansiaba para aliviar el "stress" diario que le provoca la mayor crisis europea luego de la II Guerra Mundial. Y el gran premio es que al final Buckingham los perdona por haberle robado un protagonismo casi sagrado y los recibe bajo palio, ni más ni menos que como ellos se merecen.
Y al final se levantan las barreras y un nuevo Londres, desnudo de tránsito, se descubre ante los suyos y ante los visitantes. Todos a las calles, a caminar, a vivir, a sentir la ciudad, a dejarse llevar por la magia de un momento único, a bañarse de vino, cerveza y del sol que decidió que no podía faltar de ninguna manera. Y después de destrabar el nudo en la garganta y desempañar los cristales de los lentes de sol, con el entrechocar de los cristales de los vasos, hay tiempo para un "cumplimos, hasta pronto amigos...para siempre be my friends".
domingo, 5 de agosto de 2012
El agite está en el Hyde Park
El implacable Federer y el sorprendente Del Potro se están matando a raquetazos en la pantalla cuatro. Las mesas tapadas de vasos de cerveza no soportan a nadie más a su alrededor. Los privilegiados testigos del que más tarde se transformaría en el partido de tenis más largo de la historia de los Juegos Olímpicos, vibran tanto que hasta hacen temblar al Hyde Park londinense. En el centro del enorme ruedo en que han transformado una parte del gigantesco espacio verde del centro de la capital inglesa, los más chicos están entretenidos con el ping-pong, el trampolín y el volleyball.
En el escenario que aparece como por encanto cuando se levanta la inmensa pantalla uno al terminar cada evento deportivo allí proyectado, la orquesta que ejecuta marchas es buena pero tiene poco éxito de concurrencia, no compite con los colosos del tenis mundial y tampoco con la persecución individual y por equipos que muestra la pantalla dos. Claro que después, sobre las 17.30, la presentación de la cantante de rock clásico Amy Mcdonald, cambiaría todo y haría delirar a cientos de fans de todas las edades frente al gran escenario. Un poco más tarde el grupo Dodgy terminaría de desbordar la euforia popular que el oro ganado por el anfitrión en persecución por equipos ya había desatado en la multitud. Había sucedido minutos antes, cuando las serpentinas rojas, azules y blancas, disparadas hacia el cielo, habían llegado a eclipsar el sol del Hyde Park.
Se concreta el histórico 19-17 en el tercer set y los suizos, de rojo y cruz blanca, se sacan fotos en las que posan con su amiga llamada "Eterna Euforia". Y, más llamativo aún, es que hasta se animan a pagar £ 7,50 (unos 300 pesos uruguayos) por un "Cuba Libre", para festejar una más del gran Roger. Eso se vio antes de que Serena (Williams) se devorara cruda a la número uno, la bielorusa Victoria Azarenka y el local Andy Murray provocara el delirio popular ganándose a costa del siempre poderoso Novac Djocovic, el derecho a una pronta revancha -esta vez con el oro olímpico en juego- ante el mismísimo Federer.
Sigue entrando gente. Están representadas todas las edades. La seguridad tipo aeropuerto funciona a la perfección, la cola para la revisación es larga pero va rápido. Como es vieja costumbre en los británicos, aquí nadie se queja, todos acatan y así, claro, facilitan todo.
La pantalla uno se baja una vez más y esta vez son los saltos ornamentales los que tapan al escenario y a los músicos. La fiesta sigue, el Hyde Park es el epicentro del terremoto olímpico que azota a Londres. En las estaciones del subte avisan a las personas que ni se acerquen al Parque Olímpico si no poseen entradas para algún evento: serán rechazadas por la seguridad.
La movida está en Hyde Park, habrá agite hasta el mismo 12 de agosto. Hagan Juego...s.
En el escenario que aparece como por encanto cuando se levanta la inmensa pantalla uno al terminar cada evento deportivo allí proyectado, la orquesta que ejecuta marchas es buena pero tiene poco éxito de concurrencia, no compite con los colosos del tenis mundial y tampoco con la persecución individual y por equipos que muestra la pantalla dos. Claro que después, sobre las 17.30, la presentación de la cantante de rock clásico Amy Mcdonald, cambiaría todo y haría delirar a cientos de fans de todas las edades frente al gran escenario. Un poco más tarde el grupo Dodgy terminaría de desbordar la euforia popular que el oro ganado por el anfitrión en persecución por equipos ya había desatado en la multitud. Había sucedido minutos antes, cuando las serpentinas rojas, azules y blancas, disparadas hacia el cielo, habían llegado a eclipsar el sol del Hyde Park.
Se concreta el histórico 19-17 en el tercer set y los suizos, de rojo y cruz blanca, se sacan fotos en las que posan con su amiga llamada "Eterna Euforia". Y, más llamativo aún, es que hasta se animan a pagar £ 7,50 (unos 300 pesos uruguayos) por un "Cuba Libre", para festejar una más del gran Roger. Eso se vio antes de que Serena (Williams) se devorara cruda a la número uno, la bielorusa Victoria Azarenka y el local Andy Murray provocara el delirio popular ganándose a costa del siempre poderoso Novac Djocovic, el derecho a una pronta revancha -esta vez con el oro olímpico en juego- ante el mismísimo Federer.
Sigue entrando gente. Están representadas todas las edades. La seguridad tipo aeropuerto funciona a la perfección, la cola para la revisación es larga pero va rápido. Como es vieja costumbre en los británicos, aquí nadie se queja, todos acatan y así, claro, facilitan todo.
La pantalla uno se baja una vez más y esta vez son los saltos ornamentales los que tapan al escenario y a los músicos. La fiesta sigue, el Hyde Park es el epicentro del terremoto olímpico que azota a Londres. En las estaciones del subte avisan a las personas que ni se acerquen al Parque Olímpico si no poseen entradas para algún evento: serán rechazadas por la seguridad.
La movida está en Hyde Park, habrá agite hasta el mismo 12 de agosto. Hagan Juego...s.
viernes, 3 de agosto de 2012
"Abucheá si estás asustado de Suárez"
"Abucheá si estás asustado de Suárez". Las letras son rojas, bien grandes. Por encima del nombre del ídolo de Liverpool, aparece la imagen del goleador con ambas manos estirando sus orejas, como para aguzar sus oídos dándole una bienvenida a los atronadores "Booooo" de la tribuna.
Es muy fuerte, claro que sí. Es muy fuerte el apoyo del fanático de Anfield Road a su jugador estrella. Es muy fuerte lo que debe haber sentido el propio Suárez al tomar contacto con el nuevo símbolo de aliento, un impulso que le llega justo en el peor momento, que lo agarra con el corazón destrozado, con su amor propio, que es inmenso, herido profundamente luego de la debacle olímpica que nadie esperaba. Es muy fuerte, más inclusive que la protesta oficial del presidente de la AUF por el destrato, por la falta de respeto al capitán celeste y al himno nacional uruguayo.
Al tomar contacto con el nuevo símbolo de apoyo de los hinchas de su club, Luis se habrá acordado de la batucada impresionante, de dos colores, azul y blanco, de un sol amarillo, de mil matices y de mil amores, que formaron los uruguayos invasores de Cardiff a la salida del hotel sobre las 6 de la tarde del miércoles. Habrá revivido los saltos, los bailes, el clásico "Soy celeste..." o "El que no salta es un inglés...", hasta el último detalle de aquella fiesta armada a escasas cinco cuadras del monstruoso Estadio "Millenium". Habrá visto de nuevo las expresiones azoradas de Ryan Giggs, de Craig Bellamy y de cada uno de los futbolistas británicos, que no podían creer que aquella marea celeste les estuviera haciendo sentirse visitantes en su propia tierra, como rezaba el "Y ya lo veee, y ya lo veee, somos locales otra vez...".
"Abucheá si estás asustado de Suárez" es una involuntaria respuesta automática de los liverpoolenses, sin pérdida de tiempo, a las declaraciones del capitán de la celeste mayor, Diego Lugano, al enviado especial de El País, Edward Pinón, cuando en la estación de Paddington, en el mismo centro de Londres, esperó a la delegación que viajaba a Cardiff solo para dejarles un mensaje íntimo de aliento y de fe. "Si te abuchean es porque te tienen miedo, te temen, eso está claro", dijo entonces Diego, antes de retornar a París.
"Abucheá si estás asustado de Suárez", es el replay de las declaraciones del propio Luis a la prensa inglesa, luego de la eliminación olímpica, según lo publica ayer el Daily Mail. "Están asustados de mi, por eso me abuchean, me temen", había dicho cuando todavía la herida palpitaba fresca en los vestuarios del Millenium", demostrando que el mensaje que su capitán le había transmitido el lunes en Londres, se mantenía presente en su pensamiento.
"Abucheá si estás asustado de Suárez" es la explicación de la tozudez de un hombre, de un futbolista, de un goleador, de un ídolo: "no me quiero ir de Liverpool, estoy muy cómodo acá. A mi no me importa el público inglés, solo me interesa el hincha uruguayo y el de Liverpool".
Es muy fuerte, claro que sí. Es muy fuerte el apoyo del fanático de Anfield Road a su jugador estrella. Es muy fuerte lo que debe haber sentido el propio Suárez al tomar contacto con el nuevo símbolo de aliento, un impulso que le llega justo en el peor momento, que lo agarra con el corazón destrozado, con su amor propio, que es inmenso, herido profundamente luego de la debacle olímpica que nadie esperaba. Es muy fuerte, más inclusive que la protesta oficial del presidente de la AUF por el destrato, por la falta de respeto al capitán celeste y al himno nacional uruguayo.
Al tomar contacto con el nuevo símbolo de apoyo de los hinchas de su club, Luis se habrá acordado de la batucada impresionante, de dos colores, azul y blanco, de un sol amarillo, de mil matices y de mil amores, que formaron los uruguayos invasores de Cardiff a la salida del hotel sobre las 6 de la tarde del miércoles. Habrá revivido los saltos, los bailes, el clásico "Soy celeste..." o "El que no salta es un inglés...", hasta el último detalle de aquella fiesta armada a escasas cinco cuadras del monstruoso Estadio "Millenium". Habrá visto de nuevo las expresiones azoradas de Ryan Giggs, de Craig Bellamy y de cada uno de los futbolistas británicos, que no podían creer que aquella marea celeste les estuviera haciendo sentirse visitantes en su propia tierra, como rezaba el "Y ya lo veee, y ya lo veee, somos locales otra vez...".
"Abucheá si estás asustado de Suárez" es una involuntaria respuesta automática de los liverpoolenses, sin pérdida de tiempo, a las declaraciones del capitán de la celeste mayor, Diego Lugano, al enviado especial de El País, Edward Pinón, cuando en la estación de Paddington, en el mismo centro de Londres, esperó a la delegación que viajaba a Cardiff solo para dejarles un mensaje íntimo de aliento y de fe. "Si te abuchean es porque te tienen miedo, te temen, eso está claro", dijo entonces Diego, antes de retornar a París.
"Abucheá si estás asustado de Suárez", es el replay de las declaraciones del propio Luis a la prensa inglesa, luego de la eliminación olímpica, según lo publica ayer el Daily Mail. "Están asustados de mi, por eso me abuchean, me temen", había dicho cuando todavía la herida palpitaba fresca en los vestuarios del Millenium", demostrando que el mensaje que su capitán le había transmitido el lunes en Londres, se mantenía presente en su pensamiento.
"Abucheá si estás asustado de Suárez" es la explicación de la tozudez de un hombre, de un futbolista, de un goleador, de un ídolo: "no me quiero ir de Liverpool, estoy muy cómodo acá. A mi no me importa el público inglés, solo me interesa el hincha uruguayo y el de Liverpool".
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