Agiornarse, despertarse, despabilarse, son expresiones que con un poco de buena voluntad pueden llegar a ser sinónimos. Son pasibles de ser aplicadas en cualquier orden de la vida y entonces, por supuesto, también en el fútbol, que es una de las tantas actividades del ser humano en este mundo.
Poco antes de que estas modestas líneas comenzaran a brotar en la pantalla, Arsenal, dirigido por el ya legendario Arsene Wenger, terminaba de derrotar al local West Ham por 3 a 1, regalando una exquisita demostración de buen fútbol combinado con una buena dosis de determinación y mucha practicidad. "Van a ver que hemos diversificado nuestro juego", había dicho el técnico francés del equipo más popular de Londres, cuando estaba a punto de sonar el pistoletazo de largada de la nueva temporada (2012-2013).
Y sí, ya se vió, el "tiqui-tiqui" tan inexorable e incondicional como por momentos frío, intrascendente e improductivo, tendió rampas para que transiten por ellas el pelotazo largo, el desborde de vértigo, el remate letal de media distancia y hasta el disparo mortal de las pelotas quietas. La apuesta a la cantera no se retiró, pero en cambio se subordinó a una columna vertebral de futbolistas experientes, esos con los que se ganan campeonatos. Arsenal cambió porque Wenger se dio cuenta que para sobrevivir tenía que cambiar. Tuvo cintura, razonó y cambió. Ahora le pisa los talones a Chelsea y vive el mejor comienzo de temporada desde mucho tiempo a esta parte. Porque cambió cuando todavía estaba a tiempo de hacerlo.
Diego Lugano significa mucho para Uruguay, para su técnico Oscar Tabárez, para la gente, para sus amigos y colegas vestidos de celeste. El técnico habla de lo que transmite el capitán, además ya todos lo saben, es demasiado evidente y visible. Claro que cuesta -y mucho- hacerse a la idea de que hay algo más importante que todo eso a la hora de tener en cuenta al líder para integrar el once titular en las guerras -perdón, quise decir partidos- por las Eliminatorias sudamericanas. Pero existe, eso existe, vive, pesa, duele. Lugano no juega, no tiene ni un minuto en el París Saint Germain, su actual equipo. No tiene fútbol de competencia, solamente practica y todos los que han visto cientos de minutos de prácticas y miles de minutos de partidos oficiales, saben perfectamente que la diferencia entre una cosa y la otra es sideral y, lo peor, saben que el mal no tiene cura, salvo que se dé un giro de 180 grados en la situación creada.
Respetar un proceso que ha dado frutos jugosos y hasta exquisitos, es hasta un deber de los involucrados, especialmente de los cabecillas de la revolución. Pero esa postura no obliga a cerrarse a cambios tan obvios que, aunque están impuestos por situaciones o voluntades ajenas, no pueden ignorarse porque, de no concretarse a tiempo, pueden poner en peligro toda la obra edificada hasta el momento.
Wenger parecía de hierro pero cambió, entonces Arsenal cambió...y le va bien, al menos por ahora. A veces en la vida lo más sencillo se transforma en la escalera al éxito. Y, al menos en este caso, lo más sencillo es imitar lo que a otros les da resultado. Y después de todo, quién le prohibe a Tabárez cambiar a tiempo?
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