"Vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas..."
Es seguro que, al menos por respeto, los uruguayos no le van a entonar un insolente "Que se calle el cantor" al gran Joan Manuel Serrat, todo un símbolo de la cultura hispano-catalana, si es que cabe el término y, por sobre todo un viejo amigo del pequeño país del Plata.
No, sin dudas que Joan Manuel es demasiado grande y respetable para tanto atrevimiento, de modo que simplemente se le podría pedir que haga algunas modificaciones a la letra de aquella composición, uno de sus recordados éxitos de los '70.
Por lo pronto "Que vuelva el rico a su riqueza..." o que de hecho ya haya vuelto, es algo que tiene sin cuidado a los orientales. Después de todo es justo reconocer que el rico -al menos por lo visto en los últimos tiempos- merece volver a disfrutar de su riqueza. Tras haber quebrado dramáticamente en julio de 2011, contrató un nuevo administrador de sus incontables bienes, un tal Alejandro Sabella. Inteligente, ubicado pese a que de su sapiencia depende una de las fortunas más grandes del mundo, sabio a la hora de obtener el máximo rédito posible de los enormes bienes gananciales de quien lo contrató y, además, por si todo esto fuera poco, hábil declarante en vísperas de jornadas decisivas, tras las cuales las acciones de su empleador pueden llegar a tocar el cielo o, por lo contrario, caer hasta arrastrarse por el piso.
Por añadidura el ejecutivo más encumbrado de la empresa, un tal Lionel Messi, apodado "El Pulga", extendió a Sudamérica el éxito rotundo de sus transacciones en Europa, algo que el hombre tenía en el debe, con números rojos bien grandes que centelleaban furiosamente hasta hace muy poco. Por todo lo dicho, está claro que el rico puede volver tranquilamente a su riqueza -de hecho ya lo hizo- porque lo tiene bien merecido.
Por otra parte, que el señor cura vuelva a sus misas tampoco es algo que moleste a los uruguayos, por más que consideran que no estaría de más rogarle que las dedique al pobre para que, justamente, no vuelva a su pobreza. Ese sería uno de los cambios en la letra a solicitarle al gran cantautor catalán.
Concretamente, como principal argumento para semejante pedido, habría que tratar de hacerle entender a Serrat que al pobre le costó mucho -demasiado- salir de su pobreza y llegar a un nivel de clase media alta, razón por la cual se resiste enconadamente a perder esa condición.
Es más que eso, al pobre le aterroriza el sólo pensar en que tal debacle pueda llegar a suceder. Es que él comenzó la escuela hace seis años. El maestro de la clase, el que durante todo el período estuvo a cargo de su educación, un tal Oscar Tabárez, lo formó, lo hizo crecer y le regaló una preparación que muy pronto lo dejó en inmejorables condiciones de enfrentar y hasta superar a algunos de los alumnos mas aventajados de las escuelas más caras y prestigiosas del mundo.
Ese proceso fue durísimo. Costó sangre, sudor y lágrimas, pero finalmente de su mano llegó la merecida y ansiada graduación. Se transformó en uno de los mejores alumnos del planeta, de hecho fue el mejor de América como muchas veces antes lo habían sido sus ilustres antepasados.
Por todo eso es que, utilizando términos ciclísticos, al aventajado alumno le dolería muchísimo volver a la cola del pelotón, ya que pretende con total fundamento y justicia seguir a rueda de los punteros, por más laureados que estos sean.
El alumno, pobre pero digno, leal, meritorio, capaz, luchador de dientes apretados, con muchos cuadernos y libros poblados de páginas gloriosas en su portafolio escolar, no quiere y no va a tolerar que la canción termine mal, con un "Vamos bajando la cuesta que arriba en mi calle se acabó la fiesta".
Así que sus padres, los padres del alumno, o sea todos los uruguayos, le van a pedir a Joan Manuel, el catalán, que sea bueno y cambie la letra: que el pobre no vuelva a su pobreza, que el señor cura vuelva a sus misas pero que rece para que al final la fiesta en la calle no se acabe y para que el pobre nunca baje la cuesta. En buen romance, para que haya Uruguay para rato!
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