Los futboleros de verdad viven tiempos que no les gustaría vivir. La FIFA ha impuesto parámetros que, al menos a la mayoría de los de la vieja guardia, no le entran con nada. Manda la televisión y con ella la cámara lenta o detenida, el retroceso de la imagen, la discusión del panel en el Estudio de si fue o no fue penal, si tenía el dedo gordo medio centímetro adelantado y entonces era offside, si era para roja directa o con la amarilla estaba bien, si en el salto hubo codazo artero o solamente un manotazo instintivo, si lo mordió con toda intención o solamente golpeó su boca entreabierta contra el hombro del rival. Demasiadas cosas para que el árbitro o sus colaboradores puedan apreciarlas en una fracción de segundo, máxime si dichas incidencias insumen muchísimos costosos minutos de discusión radial o televisiva.
EPOPEYAS. Obviamente no se puede volver atrás en el tiempo y por supuesto que tampoco es lo más aconsejable, por más que quizás a los veteranos no les disgustaría para nada. Imposible revivir las crudas escenas de aquellas épicas Libertadores de los '60 y los '70. Jamás un Manga volverá a patear a un Juan Joya hacia adentro del arco de la Amsterdam, ni un Aguirre Suárez, el zaguero derecho del Estudiantes de Bilardo, Pachamé y toda la banda, correrá de nuevo 40 metros para pegarle un patadón en la espalda al caído Gianni Rivera, el capitán del Milan, por una de las batallas intercontinentales que por entonces se dirimían en partidos de ida y vuelta. La carnicería era tanta que el Ayax de Johan Cruiff se aterrorizó y entonces decidió no viajar a Uruguay para enfrentar al Nacional de Cubilla, Artime, Maneiro y el inolvidable "Pulpa" Etchamendi, entre una auténtica constelación de estrellas. Aquel tricolor del '71 era un equipo limpio y plenamente dedicado a jugar buen fútbol, pero terminó pagando los platos rotos por aquel terrible Estudiantes, que en aquel momento había sido Campeón de América en 1968, 1969 y 1970, Antes, bastante antes, en 1965, el enorme "Pepe" Sasía había juntado tierra suelta del área chica y con la pelota en el aire tras un corner, se la tiró en la cara del por entonces famoso arquero de Independiente, Miguel Santoro. Era la final de ida de la Libertadores, en Avellaneda, pero esa vez al menos el árbitro no necesitó replay televisivo: lo vio, lo expulsó inmediatamente y el gran centro delantero aurinegro se perdió la revancha en Montevideo.
La historia está hasta la boca de hechos como los descriptos, que son solamente ejemplos que no llegan ni a una milésima parte del total de episodios parecidos, acaecidos en el fútbol de esa época y que ameritarían kilómetros de escritura distribuida en decenas y decenas de notas sobre el tema. Y ni qué hablar de las tenidas gigantescas de los Mundiales, sobre todo el de 1962 en Chile, cuando la famosa batalla campal protagonizada por los anfitriones y los italianos y el de 1966 en Inglaterra, cuando a patada limpia los europeos se encargaron de echar al inmenso Pelé de la magna justa universal, no fuera cosa que el más grande de todos los tiempos fuera a repetir delante de la Reina las conquistas mundiales de 1958 y 1962.
Sí, queda claro que no es posible accionar la máquina del tiempo hacia atrás y además también es muy obvio que pocos -o más bien casi nadie- querrá hacerlo porque tampoco es lo ideal. Para los de la vieja guardia el consuelo pasará solamente por volver la vista atrás y encender el receptor de los recuerdos en las pocas tenidas de boliche que aún quedan, si es que realmente existen aún en el Uruguay de hoy, extremo más que dudoso por supuesto.
Entonces qué? Habrá que seguir consumiendo tontamente minutos en polémicas como las descriptas en el primer párrafo de esta nota? Y todo para terminar la discusión como al principio, o sea sin que nada quede clarificado por las palabras que, como siempre, terminarán evaporándose en el éter, dejando al oyente o al televidente tan perplejo e ignorante respecto al tema, como cuando encendió el aparato de radio, el celular o el televisor.
Entonces qué? Muy sencillo, no se puede volver el tiempo atrás ni se quiere hacerlo por razones tan obvias como contundentes. Por otro lado, está claro lo inconducente de las discusiones con la cámara hacia atrás, detenida o lenta. Además, aún en los casos en que estos procedimientos permitan una dilucidación del tema, la emisión de un fallo que sería "entró", "fue penal", "se equivocó, no estaba en offside" o "era para roja, es codazo artero, intencional", la situación ya no tiene marcha atrás. La injusticia está consumada y ni el árbitro ni nadie puede revocarla.
TECNOLOGIA. Entonces qué? Muy sencillo, entonces llegó la hora de la tecnología, que ella resuelva las situaciones, todas ellas, que ni una incidencia dudosa quede en el tintero y amerite luego tontas polémicas que a nada conducen. Es simple, la vista del árbitro y sus colaboradores ya no puede seguir el ritmo vertiginoso del fútbol actual, eso está más claro que el agua de la Fuente del Puma. Toni Pulis, actual entrenador del West Bromwich Albion y durante mucho tiempo del Stoke City, habló claro este fin de semana y propuso que cada entrenador o capitán de club tengan un número limitado de "challenges" por partido, que serían más que desafíos (traducción literal), reclamos. Tal cual se hace en el rugby, en una cabina personal idóneo, seguramente otros árbitros, decidirían la incidencia reclamada con una productiva observación con cámara detenida, hacia atrás o lenta y en muy pocos segundos comunicaría la decisión final, inapelable por supuesto, al colegiado principal del encuentro.
El fútbol está entre dos aguas. No es el de antes, donde casi ni se discutía porque no había televisión que gobernara el juego y de esa forma todo pasaba desapercibido, incluidas las atrocidades, las vivezas criollas y las carnicerías perpetradas por algunos equipos. Y no es el de la tecnología instalada, que resolvería en un santiamén instancias que por su vertiginosidad escapan a la vista humana normal, aún de las personas que están en la cancha con esa única función, la de ver cada incidencia del juego. "Están para eso, es lo único que tienen que hacer" se suele afirmar. Y es verdad, pero también lo es que el fútbol de nuestros días es supersónico, mientras que la vista humana aún no ha llegado a serlo.
Basta de discusiones huecas, llegó la hora de la tecnología. Ya, ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario