jueves, 2 de noviembre de 2017

ESTABAN EN LA LUNA (De "Huella de los '60")

“Elegimos ir a la Luna, no porque sea fácil sino porque es difícil”, había pronosticado John F. Kennedy en 1961 y sus palabras sonarían en la época a claro desafío a la entonces segunda potencia mundial, la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, con quien los Estados Unidos de América estaba enfrentada en el proceso llamado “Guerra Fría”.


Sin embargo habrían de pasar ocho años más para que el país del “Tío Sam” desplegara su inconfundible bandera en el bautizado “Mar de la Tranquilidad” de la superficie lunar. De todos modos aquel primer alunizaje a cargo de los astronautas Neil Armstrong y Edwin Aldrin, respaldados por Michael Collins desde el módulo de control, resultaría una victoria enorme de Estados Unidos sobre la URSS, debido fundamentalmente a que los soviéticos, pese a que para entonces encabezaban claramente la carrera por la supremacía en el espacio, habían fracasado en varios intentos previos a ese 20 de octubre de 1969, día en que la misión del “Apolo 11” tocara por primera vez, en la historia de la humanidad, la superficie lunar.


En cada rincón del Uruguay el acontecimiento se viviría con un entusiasmo y una expectativa previa solamente comparables a un partido de fútbol en el marco de un Campeonato del Mundo o bien de una final de Copa Libertadores, la cual casi siempre tenía en esa época a un representante uruguayo como protagonista. La “barra” de Javier, como otras miles a lo largo y a lo ancho de la República, se había reunido en el bar del barrio donde otras noches vivieran los “peleones” del gran Mohammed Alí o los “partidazos” que por entonces significaban los choques decisivos por la máxima justa continental de clubes. Ya en el final de la década, muchos de los que integraban aquel grupo de muchachos, tenían “novia ofcial” (denominación de la época, claro está) pero, no obstante ello, no bien “marcaban tarjeta de salida” en el diván, era inevitable que se juntaran con el resto de la “banda” para la actividad que fuera.


El primero de los dos momentos culminantes de la jornada, aquel que todos habían estado esperando ansiosamente, sobrevendría mucho más temprano, a media tarde, cuando el “Apolo 11” tocara la superficie de la luna. “Atención Houston, el ‘Aguila’ ha alunizado”, anunciaba, emocionado, Neil Armstrong. Lo que en ese momento el astronauta no había dicho, pero que se sabría días más tarde, es que la tarea de posar al módulo en la luna, había tropezado con un obstáculo imprevisto. Medio siglo después, Armstrong se referiría al tema: “tuve que cambiar el lugar del alunizaje porque donde el programa elaborado originalmente nos llevaba, era un cráter y el peligro era muy grande. Encontré una zona llana, pero cuando lo hice y pudimos alunizar, nos quedaban solamente veinte segundos de combustible”.


Tan sólo cuatro días antes la misión había partido de “Cabo Kennedy”, en la península de la Florida, en el momento exacto en que el cohete “Saturno V” impulsara a la nave desde la plataforma LV39A. A partir del alunizaje, llevado a cabo luego que Michael Collins desprendiera el módulo de control y se separara de sus dos compañeros, los astronautas Armstrong y Aldrin, como estaba previsto, se habían abocado a tareas técnicas y de seguridad, mientras que Collins continuaba en órbita a bordo del citado módulo de control.


Faltando exactamente cuatro minutos para la medianoche en Uruguay y cuando habían transcurrido seis horas y media desde el alunizaje, Neil Amstrong emprendería su histórica caminata por la superficie lunar. Aunque en Uruguay se había tomado con tranquilidad, en gran parte del mundo bocinazos, vítores y hasta petardos acompañarían el éxito de la misión, mientras Armstrong, el primer hombre en pisar la luna, desgranaba una frase que se perpetuaría en el tiempo: “un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad”. Como siempre, a lo largo del tiempo transcurrido, surgirían versiones que pondrían en duda que esa llegada del hombre a la luna hubiese sido cierta, incluída, por supuesto, la caminata de Armstrong y posteriormente la de su compañero Aldrin. A eso el primero de ellos respondería con ironía: “a la gente le encanta las teorías conspirativas, es que son muy divertidas, pero ya alguien irá de nuevo por allá arriba y traerá consigo la cámara que dejé”.


La transmisión televisiva emitida básicamente a través de las ondas del Observatorio Parkes de Australia, había mostrado todos los pasos de ambos astronautas en el suelo del llamado “Mar de la Tranquilidad”. Mucho trabajo les costaría desplegar una gran bandera de Estados Unidos, que quedaría clavada en el lugar como testimonio del logro. También instalarían una cámara sobre un trípode, a los efectos de que el mundo siguiera en vivo y en directo todos sus pasos, así como un grabador con mensajes y saludos emitidos desde distintas partes de La Tierra. Entre otras muchas operaciones que ambos hombres habían llevado a cabo en el lugar, puede destacarse el acarreamiento hacia la nave, favorecidos por la ausencia de gravedad, de 22 kilogramos de muestra del suelo lunar, para ser analizados al regreso por técnicos en la materia. También posicionarían en el sitio, un medidor sísmico y un reflector láser.

Obviamente, el entonces Presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, saboreando un éxito politico que años después, más exactamente en 1974, se derrumbaría como un castillo de naipes tras el escándalo de “Watergate”, no podía faltar a la cita, felicitando a los astronautas desde el Salón Oval de la Casa Blanca. Todo eso se había escuchado y visto en vivo en el planeta Tierra, lo cual, pese a que las imágenes eran borrosas y el sonido distorsionado, resultaría un gran acontecimiento para la época.


Transcurridas varias horas desde el alunizaje, Armstrong y Aldrin habían regresado a la nave y tras un perfecto despegue y posterior acoplamiento con el módulo de mando comandado por Michael Collins, emprenderían el regreso a La Tierra y el 24 de julio de ese 1969, terminarían realizando un perfecto amerizaje en el Océano Pacífico, 1.500 kilómetros al suroeste de las Islas Hawai, dando por finalizada la cuarta misión de la serie “Apolo”, pero mucho más que eso, lo que se perpetuaría, al menos hasta nuestros días, como el viaje espacial más resonante de la historia del ser humano.


Hasta diciembre de 1972 continuarían las misiones “Apolo”: 12, 13, 14, 15, 16 y 17. Luego se cancelarían las programadas para 1973, es decir la 18, la 19 y la 20, según el gobierno estadounidense, por razones exclusivamente económicas, aunque claro, los buscadores de intrigas definirían dicha resolución gubernamental, como sospechosa. Al decir de Neil Armstrong “a la gente le encanta las teorías conspirativas, son muy divertidas...”

1 comentario:

  1. ATENCION HOUSTON-ALVARO.... MUY BUENO, RECIEN LO ACABO DE DESCUBRIR, SERA MI FUTURA LECTURA HABITUAL... ARRIBA Y GRAN ABRAZO ALVARO...

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