miércoles, 16 de noviembre de 2011

FRACASADO

        En las últimas horas el nombre del francés Patrick Evra ha terminado de afianzarse como el sinónimo de fracaso como futbolista y como ser humano. Comenzó a cimentar su fama cuando fue primer actor y protagonista casi excluyente del papelón del siglo, cuando tras la ridícula rebelión comandada por el entonces capitán de la selección de su país, el plantel completo se negó a entrenar luego del empate 0 a 0 ante Uruguay en su primer partido del Mundial Sud Africa 2010. Francia se cayó a pedazos, el escándalo y la verguenza sobrepasaron los límite más extremos y, entre otros, su capitán fue expulsado inmediatamente del plantel.
       Pero lamentablemente el monstruo volvió a la acción. El 15 de octubre de 2011 su equipo, el laureado Manchester United, enfrentó al Liverpool de Luis Suárez, en uno de los clásicos más prestigiosos del fútbol inglés. En uno de los tantos choques que sostuvo con el uruguayo, se les vió forcejear y sostener un diálogo que se antojó áspero por demás, pero nada ajeno por cierto a las pautas comunes que rigen las relaciones entre futbolistas en cualquier cancha del mundo. Es bien claro y conocido que, en el ambiente del fútbol, los jugadores se niegan generalmente a comentar a la prensa este tipo de intercambios verbales, alegando el ya clásico "son cosas del fútbol", expresión que aspira a respetar -y también a que sean respetados- los códigos que rigieron desde siempre las relaciones entre los jugadores de fútbol del mundo entero.
      Sin embargo en este caso, sorpresivamente, una vez terminado el partido, el francés sacó el megáfono acusando de racismo al futbolista uruguayo. Tras un mes de idas y venidas, de amagues, quiebres y requiebres, la Federación inglesa, aparentemente escuchando una sóla campana, decidió publicitar oficialmente una acusación de racismo contra Luis Suárez. Horas o inclusive minutos antes de conocerse esta resolución, el presidente de la FIFA Joseph Blatter le había quitado dramatismo al tema, declarando que este tipo de situaciones que tantas veces se habían dado y se seguirían dando dentro de una cancha de fútbol, deberían resolverse con un fuerte apretón de manos al final del encuentro.
      Al tiempo que la FA hacía pública la absurda acusación formal a Luis Suárez, una auténtica andanada de críticas se desplomaba sobre el mandamás de la FIFA. Entre otros futbolistas de raza negra, Rio Ferdinand, un histórico de Manchester United  y Jermain Jenas, ahora en el Aston Villa, mostraban su incredulidad ante las afirmaciones de Blatter y éste respondía forzadamente que "claro, claro, el racismo es una plaga a la que hay que desterrar de plano, no hay lugar para él, lo que quise decir es que asperezas han habido siempre y las seguirán habiendo en las canchas de fútbol y eso es lo que debe resolverse con un gran apretón de manos al finalizar el partido". Que sí, que no, que bueno, que voy, que vengo, el titular de FIFA terminó, como casi siempre, protagonizando un papel patético, lamentable. Se desdijo y no se desdijo, en realidad no se sabe muy bien qué es lo que quiso hacer o para donde pretendió enfilar. En realidad algo coherente con su conducta regular, lo de siempre, ni más ni menos.
       Porque en realidad, y aunque fuera por una vez en su vida, le había embocado con sus declaraciones, había dado de lleno en el blanco. Sin decirlo explícitamente, estaba denunciando velada, pero a la vez claramente, que algunos futbolistas de raza negra están ni más ni menos que aprovechando la oportunidad que les sirve en bandeja la propaganda anti racista que gobierna el deporte mundial, para voltear impune y alevosamente a rivales que les caen demasiado pesados dentro de un terreno de juego. Este es, claramente y sin lugar a ninguna duda, el caso del siniestro Patrick Evra a quien -como a tantos y tantos otros en el mundo del fútbol- el fenómeno "Suárez" le queda demasiado grande. Hay que deshacerse de él, hay que derrocarlo, cortarle la cabeza a como dé lugar.
      "Yo soy negro, él es blanco, pues aprovechemos eso, la propaganda anti racista está en auge, apuntemos con ella hacia Suárez y cortémosle la carrera aunque, entre nosotros, mirá que no pasó nada que no sea moneda corriente entre un defensor y un atacante en una cancha de fútbol, insultos comunes y corrientes". No resulta nada complicado deducir que en un individuo de baja ética estos pensamientos diabólicos y deleznables, se transforman en maquinaciones perfectamente aceptables. Y muy probablemente, al menos de acuerdo a sus borrosos antecedentes, el francés Evra los incluyó como parte básica de sus maquiavélicos planes.
       Moraleja: no hay que entreverar las cartas. El racismo es detestable, deplorable, repugnante. Entonces está claro que hay que combatirlo, abatirlo, masacrarlo. El deporte es otra cosa, no tiene nada que ver,  no hay que mezclarlo con nada más porque su forma pura y cristalina es justamente lo más resaltable. Si entreveramos las cartas siempre van a aparecer quienes, como Patrick Evra, van a aprovechar esa circunstancia para ejecutar sus fines siniestros.

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