viernes, 18 de diciembre de 2020

DESPEGO EL CAMPEON

Casi nunca defraudan por más que esté en juego el oro y el moro, la corona y las joyas, los diamantes y los rubíes. Es norma de la Premier. Es ley. Si el partido promete, el partido cumple. Esta es la premisa en la que se basaron Liverpool y Tottenham, los dos punteros del torneo hasta el choque entre ambos en Anfield.

A un ritmo endemoniado, a todo fútbol, así comenzó y así terminó el partido entre los cabezas de la tabla. El local comenzó mandando. Tuvo la pelota, marcó el ritmo, mandó, creó y llegó varias veces sembrando la alarma y el nerviosismo en las huestes de José Mourinho. El gol del egipcio Mohamend Salah no fue sino la rúbrica de ese dominio. Tras dos rebotes casi simultáneos en defensores de los Spurs, la pelota llovió sobre el arco de Hugo Lloris y cayó en picada, casi como desmayada, pegando contra el costado izquierdo de la red. Literalmente fue un gol como caído del cielo, pero fiel reflejo de lo que se había expuesto sobre el gramado.

Tottenham no había llegado nunca, casi no había pasado la mitad de la cancha. Entonces, de repente, como de la nada, apareció un pase profundo, la corrida imparable, como siempre, del coreano Son y una definición maestra, con el sello del asíatico, quien no sabe de nervios cuando se encuentra cara a cara con el arquero rival. Abrió el cuerpo como para cachetear la pelota con la cara interna de su pie derecho y mandarla al segundo palo de Alisson Becker. Todo fue suficiente para engañar al brasileño, porque terminó dándole al balón con el empeine y no con la cara interna del pie, para enviarlo pegadito al primer palo y no al segundo.

 Liverpool, que estaba para aumentar, que se paseaba orondo y suficiente luego de la apertura, desfalleció con ese empate, con ese balde de agua helada que lo caló hasta los huesos. Los Spurs trataron de aprovechar ese "shock" del local, pero el final del primer tiempo los sorprendió en las inmediaciones del arco de Alisson, hurgando, escarbando y buscando, pero sin encontrar.

En el complemento la torta estuvo más repartida. Si bien la posesión de pelota continuó perteneciendo al local en un 80%, el equipo de Mourinho amenazó permanentemente con estocadas profundas, incluido un remate al caño izquierdo de Becker y alguna situación desperdiciada ante la desesperación del técnico portugués.

Empataban y quedaban como estaban en la tabla. Empataban y era fiel reflejo del partidazo que habían jugado. Empataban y era premio, tipo aplauso, medalla y beso para ambos, porque los dos se lo merecían. Hasta que vino el corner ejecutado por Andy Robertson desde la izquierda y el frentazo al ángulo del brasileño Roberto Firmino, inatajable para el mundialista francés Hugo Lloris.

Ganó Liverpool. Fue 2 a 1 y ahora el campeón amenaza con el operativo despegue, emulando como dulce añoranza sus correrías de la temporada pasada. Las fechas subsiguientes dirán si el lindo entrevero y la atractiva incertidumbre que han prevalecido hasta ahora en esta Premier se mantienen o si, por el contrario, el campeón se encarga de terminar con ellos.

LE TOMARON LOS PUNTOS. El City  de Guardiola no tiene variantes y parece no anunciarlas tampoco. Desprecia un cambio de frente preciso y oportuno. Descarta un pelotazo al vacío que tome a la defensa rival a contrapié y deje a uno de sus delanteros de cara ante el arquero rival. 

West Bromwich Albion, uno de los peores equipos de la Premier League, le sacó un empate -fue 1 a 1- en el Etihad del Gran Manchester, con sólo cerrarse herméticamente atrás y aprovechar una de las dos chances claras que tuvo en todo el partido. El mismo Albion cuya cúpula, después del partido y hasta despreciando el resultado obtenido, cesó al técnico croata Slaven Bilic, quien había llevado de la mano al equipo a la Premier desde la Championship (2da. División).

Hoy en día cualquier hijo del vecino que se plante bien atrás y aguante concentrado los 90 minutos, está en condiciones de obtener aunque sea un puntito ante el City. Hace mucho ya que le tomaron los puntos a "Pep" en el fútbol inglés y es más que probable que su sistema de juego esté progresivamente acercándose al ocaso. Es que los propios futbolistas ya no aparecen convencidos de que lo que hacen sea lo mejor, lucen como aburridos de jugar siempre a lo mismo, de no intentar jamás algo diferente, un cambio que estimule su adrenalina y, al mismo tiempo, que acorrale y amedrente al rival de turno.


NOCHE DE LOBOS. La resurreccción de los "lobos" de Wolverhampton Wanderers trajo la segunda caída consecutiva -en sólo 4 días- del Chelsea de Lampard. Los de Frank comenzaron cotrolando juego y pelota, cosa que hicieron por largos minutos, marcando el ritmo del juego.

Incluso Olivier Giroud, el "9" mundialista francés que ahora se ha ganado minutos en el once titular por mérito propio, a puro tesón y a fuerza de sacarle las castañas del fuego a Lampard con goles claves, como antes lo había hecho con su coterráneo Arsene Wenger en Arsenal, una vez más rompió el cero anotando la apertura tras excelente centro-pase del lateral izquierdo Ben Chilwell,

El problema para los del oeste de Londres fue que el portugués Podence, cuya forma de jugar cada vez hace recordar más y más al belga Eden Hazard, hoy batallando contra sus lesiones en Real Madrid, respondió con una de sus maravillas, amagando dos veces y colocando el balón lejos del arquero Mendy. Tras cartón su compatriota Pedro Neto, otro ilustre integrante de esta auténtica colonia portuguesa que el técnico Nuno Espirito Santo ha introducido en el corazón de la Premier League, sentenció la remontada final de los "lobos": 2 a 1 para Wolverhampton Wanderers y Chelsea que pasa a mirar desde lejos la cabeza de la tabla.

 Es que la Premier se ha vuelto un torneo en el que casi todos los equipos ganan y pierden con absoluta naturalidad. Y por más que el campeón vigente ya se cortó sólo en la punta, tres lánguidos puntos de diferencia no parecen significantes en el torbellino actual, de modo que el monarca necesitará inyectarse una buena dosis de regularidad para impedir que le arrebaten la corona. 


SOUTHAMPTON QUIERE CHAMPIONS. El asombroso Southampton estuvo cerca de robarse los tres puntos del Emirates Stadium del norte de Londres. Insólitamente, sobre la hora, también estuvo a un tris de perder el punto que terminó llevándose para el sur de Inglaterra.

Tal cual ha sido detallado en la nota anterior, Ralph Hassenhuttl, el austríaco de gesto rudo, el técnico motivador que sacó de los pelos a los "Santos" cuando corrían serio riesgo de hundirse en las profundas aguas del descenso la temporada pasada, se viene ocupando hoy de mechar esa faceta de temple, coraje y agresividad bien entendida, con una dosis de fútbol bien jugado, prolijo, atildado, pero al mismo tiempo muy vertical, con explotación de las bandas, paredes precisas pero al mismo tiempo productivas, así como triangulaciones exactas y penetrantes.

Ese repertorio fue el que se vió durante el primer tiempo de la visita de Southampton al alicaído Arsenal de Mikel Arteta. El entrenador austríaco contó obviamente con las piezas adecuadas para aplicar su receta. El goleador ex-Liverpool Danny Ings, así como Adams, un delantero prometedor y, sobre todo, un desacatado Theo Walcott, ex-Arsenal y actual jugador de Everton a préstamo en el club del sur del país, que al mismo tiempo es el club que vió su nacimiento futbolístico. "Theo está imposible", decía el relator inglés del partido. Y no exageraba ni un ápice. El Walcott de hoy es incansable, va a todas las pelotas, colabora en la marca, sube, baja, se maneja a gran velocidad siempre, según su propio sello claro y, sobre todo, define con una precisión milimétrica, como pudo comprobarse cuando a velocidad de tren bala "picó" el balón sutilmente sobre la salida del arquero alemán Leno, para poner a su equipo en ganancia.

Al segundo tiempo lo cambiaron dos hechos puntuales. El primero fue el reencuentro con el gol del gabonés Pierre Aubameyang. Venía triste y de capa caída, desmotivado, con el mal típico que ataca a los goleadores cuando se les moja la pólvora y ven que todo el equipo lo siente hasta en sus fibras más íntimas. En este caso Pierre Emerick culminó un entretejido colectivo excepcional, de otro Arsenal, de uno muy lejano a este que hasta había caído en la fecha anterior ante el muy modesto Burnley, también en casa, con los mismísimos cañones haciendo guardia a las puertas del estadio de Emirates.

El segundo hecho puntual del complemento fue que poco después del empate del gabonés, se hizo expulsar tontamente, por agarrar a Theo Walcott, cuando ya venía con tarjeta amarilla, el zaguero brasileño de Arsenal, Gabriel Magalhaes. Para el local, un equipo que llegaba malherido y sensible, tocado en sus fibras más íntimas por una campaña desastrosa, ese contratiempo bastó para que renunciara a tratar de remontar el marcador pese a la inyección de positividad que le había regalado ese gol de Aubameyang y también, claro que sí, al alivio provocado por el propio reencuentro con las redes rivales del goleador del equipo.

Los "Santos", con una ficha más en el tablero, se ablanzaron sobre su presa, pero encontraron un Arsenal abroquelado en el fondo, cuidando su área con celo, escalonando marcas y cerrando caminos a diestra y siniestra. Así y todo, Redmond, la carta ofensiva más importante que suele jugar desde el banco de relevos el técnico austríaco, consiguió penetrar una vez las líneas enemigas pero su acrobático remate dió en el ángulo superior derecho del arco local.

En el minuto 90 el zaguero "Gunner" Rob Holding, aprovechando una pelota quieta, metió un "cocazo" en el horizontal y así todo terminó en empate: 1 a 1.  El sorprendente Southampton se coló, al menos por ahora, en los puestos de Liga de Campeones. El triste Arsenal de hoy comenzó a remar para zafar de la cola de la tabla.


LA NOCHE DE RASHFORD. Mc Goldrick, el número 17 de Sheffield United, encontró un "blooper" en su casillero del vestuario y no tuvo mejor idea que llevárselo a la cancha. A los 4 minutos "garroneó" limpiamente a Henderson, el arquero sustituto de De Gea en Manchester United. Le quitó el balón de sus pies y lo incrustó en el arco visitante.

Fue un espejismo. No es que Sheffield United se durmiera en los laureles. No lo hizo y Mc Goldrick continuó trajinando sobre la última zona visitante, aunque le faltó ayuda, fue como "El Llanero Solitario" y todavía sin el indio "Toro", su eterna compañía. En cambio en el United apareció Marcus Rashford en todo su esplendor. Otra vez sin la competencia -o el apoyo- de Cavani, recuperándose de su lesión, el espigado delantero se hizo pesado para los defensas locales.

Marcus destacó más aún porque el volumen de fútbol brilló por su ausencia ante la noche sin inspiración que castigó al portugués Bruno Fernandes, el habitual creador de los de Old Trafford. En base a contundencia pura y dura fue la reacción casi inmediata del visitante. Comenzó con un gran pase largo del zaguero danés Lindelof que Rashford controló sin bajar siquiera un cambio en su carrera, durmiendo el balón con la punta de su pie derecho, para castigarlo de inmediato con la misma pierna y mandarlo por abajo del cuerpo del arquero local, sorprendido de pies a cabeza por el vértigo de la acción.

Enseguida vino otra gran definición, aunque no tan exultante ni lujosa como la anterior. Esta vez el protagonista fue el francés Antony Martial y de ese modo el United ya estaba al frente: 2 a 1. Rashford seguía prendido fuego, así que tras carrera de velocista de 100 metros llanos, definió impecablemente para el 3 a 1.

Insólitamente el partido se le complicó al final a los de Solskjaer, básicamente porque Mc Goldrick seguía debatiéndose como un demonio, aunque el descuento llegara tras una carambola entre las cabezas del batallador delantero local y del danés Lindelof, con quede del arquero Henderson incluido.

En la agonía del partido, en el minuto 92, Henderson, el arquero que relegó a David De Gea al banco de relevos, el de las fallas en ambos goles de Sheffield United, cacheteó al corner, en una atajada monumental y se quedó con el partido para Manchester United.


SPAGHETTIS A LA CATENACCIO. Carlo Ancelotti se relame: su Everton, esta vez sin el inestable y frágil colombiano James Rodríguez, lesionado por enésima vez, se comió otro bocado grande, jugoso y apetitoso al quedarse con los tres puntos en casa de Leicester City. Los de Brendan Rodgers venían embalados mirando la tabla desde arriba y soñando dulcemente con los tiempos de otro italiano, el gran Claudio Ranieri, aquel que le pegó un cachetazo a la opulencia de los poderosos llevando de la mano al equipo hasta el título de Campeón Inglés.

Tan solo tres días atrás Everton se había devorado nada menos que a Chelsea. Hoy los de "Karleto", con estas dos significativas victorias, quedaron a las puertas de las posiciones que conducen a la Champions League, sólo una unidad por detrás de su último derrotado. Un corrida acalambrante del brasileño Richarlison terminó con la pelota en la red del local, tras pasar muy oronda por debajo del cuerpo del arquero Kasper Schmeichel. El segundo y definitivo gol se dió tas un corner cuando, luego de una doble salvada del cuidavallas danés, Mason Holgate mandó la pelota adentro del arco del local.

Ya ante Chelsea Ancelotti había aplicado con éxito la vieja receta italina, consistente en un buen plato bien suculento de "spaghettis a la catenaccio", una suerte de viaje a un pasado ya lejano, cuando los "tanos" ponían el candado, lo cerraban con una combinación indescifrable y entonces el cero en su arco era una especie de garantía firmada y sellada. Esta vez, al igual que ante los de Frank Lampard, el popular "Karleto" lo volvió a hacer y su equipo olfatea de nuevo, como al principio del torneo, las ansiadas posiciones de Liga de Campeones.


EL DE LAS MEDIAS CAIDAS. Pocas veces un 0 a 0 final tiene una nariz tan o más larga que la de Pinocho: mentiroso. Si bien Aston Villa era el local y favorito, por lo cual llevó siempre la iniciativa, el modesto Burnley respondió con bastante atrevimiento. Se vieron salidas rápidas desde el fondo, transportes de pelota eficientes, remates desde afuera de las áreas, cabezazos y todo el repertorio posible de un concierto de fútbol con el sello de la Premier League.

Dentro de esa vorágine el Villa fue más que su visita. El horizontal del arquero de Burnley y de la selección inglesa, Nick Pope, rechazó dos veces el balón. El argentino Emiliano Martínez, custodiando el otro arco, el del dueño de casa, también fue exigido, aunque no con la misma frecuencia que su colega, pero respondió con la categoría que viene siendo su sello desde sus últimos partidos defendiendo a Arsenal.

Aston Villa puso ideas, velocidad, control y hasta vértigo, pero falló en el punto clave del fútbol: la definición. Incluso lo de su capitán y titiritero, Jack Grealish, el "10" de las medias caídas y claro aire  rioplatense, fue por momentos espectacular, una fantástica muestra retroactiva de inspiración y creatividad que sólo vive en el pasado, mucho antes del fútbol robótico y mecanizado que hoy nos obsequian los cráneos del momento.

Fue tan grato a la vista lo que una vez más mostró Jack Greslish y lo que hizo jugar a sus compañeros, que resultó una verdadera y gran infamia que los errores de definición hayan impedido que el Villa se quedara con los tres puntos.

1 comentario:

  1. El futbol es realmente fascinante. Casi nunca defraudan por más que esté en juego el oro y el moro, la corona y las joyas, los diamantes y los rubíes. Es norma de la Premier. Es ley. Si el partido promete, el partido cumple.

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