viernes, 29 de enero de 2021

LEEDS DE LOS ESPACIOS VERDES

Un partido ideal para ecologistas. Hubo espacios verdes, muchos, como para recrear la vista. El local Newcastle y la visita Leeds United, de Marcelo Bielsa, casi ni pisaron el medio. Surgieron como de la nada facilidades varias y surtidas, franquicias para aprovechar con los ojos cerrados y sin siquiera pensar.

Dentro de ese panorama, un ida y vuelta sin pagar pasaje ni peaje, un "me voy y no vuelvo", un "salgo y no me esperes", Leeds ofendió algo más y, lo que es más importante, ese panorama de ida y vuelta favoreció en algo a lo que siempre hace el entrenador rosarino. 

La moneda dijo "Leeds" como pudo haber dicho "Newcastle" o "Empate". porque en un trámite en el que todos corrían, pasaban y hasta fluían pero no marcaban y ni siquiera molestaban al rival, todo podía suceder, cualquier resultado hubiera sido válido, como lo fue, efectivamente, el 2 a 1 con el que, esta vez, los de Bielsa, consiguieron sumar 3 unidades que lo arriman a la mitad de la tabla de Premier. 

REMONTADA "GUNNER"

 Tres días antes, en el mismo escenario del "Saint Mary's Stadium", el local Southampton, con un gol solitario, había despedido a Arsenal de la FA Cup (Copa Inglesa). Por eso es que a los 3 minutos de juego, con ese gol caído del cielo anotado por un Armstrong que no estuvo en la luna sino muy atento por cierto, pareció que el dueño de casa repetía el plato.

Sin embargo esta vez Southampton se topó con un Arsenal diferente, resuelto a cambiar la cosa tomándose cumplida revancha del insuceso anterior. La dinámica de los Saka, los Pepe, los Smith-Rowe, con su sangre joven empleada a fondo, bien respaldados por el experiente suizo Xhaka y por un inspirado Lacazzette que siempre dió batalla y mostró el camino hacia el gol, fueron elementos contundentes, pesados por demás, que llevaron al "Gunner" a tomarse una merecida revancha para seguir trepando decidido en la tabla de posiciones de la Premier League.

Los goles -de alta factura técnica- de Pepe, Saka y Lacazzette, imprimieron un 3 a 1 expresivo ante un equipo siempre difícil que además está pasando por un momento excelente, lejos de su habitual lucha por la permanencia y con justas aspiraciones de copas europeas. 

EL NUEVO CHELSEA

El Chelsea, el nuevo, el del alemán Thomas Tuchel, el posterior a Frank Lampard, nuevo protagonista de "Crónica de una Muerte Anunciada", mostró protagonismo, abundante posesión de pelota y acertado "pressing" sobre la salida rival. También primó el cuidado, el respeto al cartel de "Pare", el pie de plomo y el ancla bien enterrada en el fondo del río para que el barco no se moviera más de la cuenta.

Traducido todo lo precedente, se vió un equipo local que ganó en hacerse respetar por el rival de turno pero perdió en contundencia. Esa fue la primera impresión del Chelsea de "TT". Muy ajustada a la más pura lógica, la que suele manejar un técnico que debuta en un club de primera línea de batalla. Y así fue que Chelsea fue más que Wolverhampton Wanderers, jugó más y mejor, tuvo la pelota y el control del partido, mostró dinámica y variantes ofensivas y lo hizo justamente ante un equipo que, como el del portugués Nuno Espirito Santo, se caracteriza justamente por el afán y hasta el patrón de ser protagonista.

Los "Wolves" se defendieron bien, fueron aplicados y prolijos, pero esta vez, quizás hasta extrañamente, resignaron su poderío atacante, hasta puede decirse que renunciaron a él y claro, con dichas premisas sobre el césped, no ganaron ni perdieron.

Debió ser para Chelsea pero el local no supo culminar todo lo bueno que el nuevo técnico trajo en sus valijas, no metió la pelota en el arco rival y resignó así dos puntos que debieron ser de la casa.

  

DE ROJO SANGRE

Liverpool volvió a las andadas. Apareció de nuevo el fútbol de vértigo "made in Klopp". De nuevo dijo "presente" el tridente letal de Salah, Firmino y Mané. Retornaron la presión sobre el rival en toda la cancha, las subidas mortíferas de los laterales Trent Alexander-Arnold y Andy Robertson y también la firmeza de ambos zagueros centrales, pese a que esa última línea sigue sufriendo la ausencia del caudillo neerlandés Virgil Van Dijk. Todos esos ingredientes, combinados, fueron demasiado para el Tottenham Hotspur de José Mourinho, que terminó el partido de brazos caídos, sumido en la impotencia más absoluta.

Liverpool manejó el partido desde el principio. Arrancó con prudencia pero fue acelerando progresivamente cuando promediaba el primer tiempo. Mané estaba mucho más inquieto que últimamente, Firmino le seguía la corriente a la perfección y por eso ambos terminaron complotándose para que el brasileño anotara la apertura sobre el final del período.

Mourinho metió cambios para el complemento pero no pudo impedir que el señorío y la superioridad de los de Jurgen Klopp aumentara aún más. Así Alexander Arnold mandó a la red el balón tras capitalizar un magro rebote concedido por el arquero mundialista francés Hugo Lloris. Enseguida, casi sin respirar, los Spurs amagaron reaccionar con un formidable gol del danés Hojbjerg, pero cuando el senegalés Sadio Mané culminó con una pincelada magistral una fantástica obra de arte colectiva de los de Anfield, quedó muy claro que el partido se había terminado antes de tiempo. A "Mou" no le dió ni para enfurecerse a tiempo. Kane y Son, Son y Kane, el dúo dinámico, los Batman y Robin de los Spurs, no aparecieron, fue como si se los hubiera tragado la tierra.

Entre las cenizas de la gran depresión resurgió el formidable tridente de Salah, Firmino y Mané y tras ellos reapareció el Liverpool que tanto extrañaba más de medio Merseyside y pintó de rojo sangre el nuevo "White Hart Lane" del norte de Londres. 

EL LETÁRGICO UNITED

Es feo perder contra el último, siempre lo es, pero cuando la derrota es consecuencia de la desidia. del dejarse estar, del dormirse en los laureles mientras los minutos pasan sin pegar el sacudón de melena que pasa a ser de ley, la frustración del final pasa a ser aún más profunda.

Manchester United salió a la cancha de Old Trafford ganando con la camiseta. Se paseó muy tranquilo y confiado por el verde mientras que su rival, el "pobre" Sheffield United, el colista de la tabla, se tomaba el partido como una final. Se podrá hablar y escribir sobre movimientos, sobre fracasos individuales, sobre la inmensa entrega del equipo del noreste de Inglaterra y hasta del foul previo al primer gol al arquero español David De Gea, el cual hace 25 o 30 años no se penalizaba pero que con las reglas vigentes fue una clara infracción.

Todo eso y más podrá ponerse sobre la mesa de operaciones, pero resultará que al final el paciente no sobrevivió porque no se cuidó, no siguió la prescripciones básicas para superar el bloqueo a que fue sometido. En otras palabras, el fútbol de hoy es competitivo por demás, ya hace muchos años que no se gana más con la camiseta, con la historia ni con el prestigio. Y ni siquiera con presupuestos gigantes. En un planeta fútbol donde el físico y el despliegue desempeñan roles estelares, se necesita darlo todo en la cancha y la subestimación del rival de turno, por más débil que parezca, es palabra prohibida.

Sheffield United se defendió muy bien, no sólo con uñas y dientes sino también con orden, cortando los circuitos hacia y desde el portugués Bruno Fernandes, la usina generadora de su encumbrado rival. Cuando pudo hacerlo, el del noreste trató de armarse manteniendo su disciplina y agregando el buen trato de pelota que ha mostrado en muchos partidos y que no le ha sido suficiente para trepar en la tabla porque generalmente no fue acompañado de la contundencia imprescindible a la hora de definir.

De cualquier manera esos atributos esta vez fueron más que suficientes para superar al letárgico Manchester United, que hizo todo para perder y nada para ganarle...al último de la tabla de Premier. En cambio se quedó sin la punta y todavía con un partido más jugado que el actual líder, su rival de ciudad, el Manchester City de Joseph Guardiola.

En cuando a Edison Cavani, le tocó descanso en la atinada rotación que efectúan los entrenadores europeos para paliar los calendarios demoledores del viejo continente. Cuando Solskjaer recurrió a sus servicios como potencial tabla de salvación, ya era demasiado tarde para evitar el naufragio.

viernes, 22 de enero de 2021

ADIOS INVICTO

Fueron 68 partidos sin perder en su reducto de Anfield, casi inexpugnable. La última caída había sido ante Crystal Palace el 23 de abril de 2017. No puede decirse ligeramente que Liverpool, el encumbrado Liverpool de Jurgen Klopp, haya tocado fondo. Sería un disparate y hasta un atrevimiento por varias razones. La más importante es que el equipo puede levantarse de un momento a otro, ya que le sobra entrenador, futbolistas de calidad máxima y fútbol contundente, que puede quedar a un lado momentáneamente pero siempre está latente y amenazante en el rincón más recóndito de Anfield Road.

Ante el modesto Burnley el partido arrancó soso, desabrido. Liverpool no pesaba arriba y en el mediocampo tampoco cambiaba el ritmo cansino y parsimonioso, así que Burnley aprovechaba esa suerte de desidia para cerrar filas delante del arquero internacional Nick Pope. El primer tiempo terminó con ambos técnicos insultándose, por motivos desconocidos, mientras rumbeaban hacia los vestuarios.

Debido a que en el complemento las cosas no cambiaban, el entrenador alemán soltó los leones: Salah y Firmino a la cancha, se terminó el descanso para ellos, la situación estaba complicada. Acto seguido Nick Pope le dice que no al egipcio y más tarde el brasileño pierde un par de chances claras definiendo mal.

Burnley se agranda, se hace ancho en la cancha ocupando todos los espacios. Es ordenado y prolijo con la pelota, así que se las arregla para crear peligro y hasta para hacer intervenir al arquero brasileño Alisson Becker, que llega a lucirse unos minutos antes de salir a destiempo y cometer un claro penal que Ashley Barnes no desperdicia y transforma en gol.

Es el único gol, el que quiebra el largo e interminable invicto de Liverpool en su estadio, el que deja a los de Klopp en el cuarto lugar de la tabla y todavía amenazados por el Tottenham Hotspur de José Mourinho, que lo sigue a un sólo punto pero tiene un partido menos jugado.


LEICESTER ENCENDIDO

 Tras un comienzo arrollador de Leicester City, pautado por el gol de apetura de Ndidi y un tremendo zapatazo de James Maddison que hace temblar el horizontal del arquero francés Mendy, Chelsea se sacude hasta llegar a sacarse de encima a su demoledor rival de los primeros minutos e incluso teje la mejor jugada colectiva del partido que Huddson-Oddoi termina culminando muy mal.

Sin embargo, aparte de esa acción puntual, los de Frank Lampard son livianos, ladran pero no muerden y entonces los de Brendan Rodgers, que están encendidos y vienen muy enchufados en sus objetivos, aprovechan una muy mala defensa de una pelota aérea impulsada por su arquero danés Kasper Schmeichel, para que el implacable Maddison anote el segundo gol y le ponga la cosa muy complicada a la visita, tanto que esa conquista termió sentenciando el lance.

Chelsea no se levanta y ni siquiera amaga hacerlo. Nada indica que las cosas vayan a cambiar en un plazo breve para los dirigidos por Frank Lampard. Es más, el dueño del club, el multimillonario ruso Roman Abramovich no es conocido justamente por su paciencia para tolerar este tipo de circunstancias por demasiado tiempo. El mandamás invirtió como nunca en jugadores top, le hizo todos los gustos a su entrenador, así que casi suena evidente que a Lampard lo está salvando su cartel de hombre de la casa, pero hasta eso tiene un límite, así que hoy muchos se miran de reojo en Stamford Bridge y se preguntan hasta cuándo aguantará el ruso la inoperancia, ineficiencia y hasta desidia del equipo del oeste de Londres. 

Volviendo al partido del "King Power Stadium", Mark Albrighton, con su silencio, su bajo perfil, su rendimiento a destajo y su motor fuera de borda que siempre funciona como un relojito, el propio Maddison, todo talento, todo calidad, todo contundencia y la amenaza siempre latente del implacable goleador Jamie Vardy, se encargaron de asegurar lo que estaba casi cantado desde el comienzo: un triunfo que deja a Leicester City tercero en las posiciones, igualado con el City y pisándole los talones al líder United.

Y con muchas ganas de repetir hazañas recientes, como va dicho en notas anteriores. 

VOLVIO EL LOBO FEROZ

 El "Etihad Stadium" le regaló su marco a una de las muestras de arte futbolístico más destacadas de esta edición de la Premier League. Pocas veces podrá apreciarse una acuarela tan precisa sobre el lienzo creando una combinación casi mágica de fútbol atildado, preciso pero al mismo tiempo vertical e hiriente (Manchester City), con una defensa elaborada, organizada y sincronizada con una salida al ataque pensada, prolija pero también rápida y expeditiva (Aston Villa).

Lo primero que debe aclararse es que el Manchester City es hoy un equipo diferente, básicamente porque incorporó verticalidad y vértigo (las dos "v") a su juego, sin perder por ello precisión ni orden. Parece obvio que "Pep" Guardiola, inteligente por demás, percibió que sus futbolistas habían perdido motivación y hasta interés a la hora de encarar los partidos. Debía terminar con esa desidia, con ese letargo, con ese navegar sin rumbo por la cancha que mostraban los suyos con alarmante continuidad. Supo que tenía que cambiar y cambió: así de sencillo y de contundente.

En cuanto al partido del "Etihad", fue "palo y palo" con mayor continuidad del City pero con el Villa contestando sin respeto alguno. A los 5 minutos Emiliano Martínez salvó su arco por primera vez. Después las llegadas del local ya no fueron tan claras pero igualmente el colectivo de "Pep" no dió tregua, mientras que del otro lado Jack Grealish, el "10" de la "facha" rioplatense y medias caídas, y su socio Ross Barkley, el de Chelsea que encontró su lugar entre "villanos", lo intentaron todo para que las diferencias no se notaran. Así las cosas, el 0 a 0 del final del primer tiempo resultó una especie de milagro: nada menos ajustado a la realidad de acuerdo a lo mostrado por ambos rivales.

Ese panorama se mantuvo en el complemento. Las espaldas "villanas" estuvieron siempre bien cubiertas por los zagueros ingleses Tyron Mings y Ezri Kousa y claro, por supuesto, también por el enorme Emiliano Martínez, siendo como siempre un monumento a la sobriedad y a la tranquilidad. City siguió jugando con la sirena abierta como ha sido común en los últimos partidos, con fútbol elaborado, con las triangulaciones clásicas del equipo de Guardiola, pero con ese nuevo ingrediente picante, hiriente: la verticalidad, parienta directa del cambio de ritmo vertiginoso que lleva al arco rival en un abrir y cerrar de ojos.

A los 53 minutos el portugués Joao Cancelo "reventó" el horizontal y después el duelo entre los ataccantes celestes y los defensas visitantes fue "a muerte", con ambos centrales sacando todo y con Emiliano haciendo, una vez más, de arquero-maravilla. Cada contragolpe de Aston Villa fue también una tortura para el City, así que ese 0 a 0 que se mantenía en el marcador era simplemente un capricho al que el fútbol acostumbra a sus fanáticos.

Cuando a los 78 minutos el luso Bernardo Silva encajó su zurdazo bien pegado al caño derecho de Martínez, se hizo justicia con el fútbol más que con Manchester City. También todos supieron que a esa altura era muy improbable que Aston Villa pudiera empatarlo, así que el penal que el turco Gundogán transformó en gol, puso punto final a una de las mejores muestras futbolísticas de esta temporada.

Manchester City ha recuperado su "status". Es otra vez el lobo feroz, un candidato de fierro al título. Hoy es el segundo, a sólo dos puntos del Manchester United de Edison Cavani pero con un partido menos jugado, por lo cual, en una hipotética tabla de puntos perdidos, es el líder de esta Premier League. Pocas, muy pocas semanas atrás, esta realidad de hoy era por demás difícil de imaginar.

EL LIDER A GATAS

 El despertador se trancó y no sonó hasta los 5 minutos de comenzado el partido. Hasta entonces Manchester United no se enteró de que había partido a orillas del Támesis. Más que estar en la cancha, flotaba flácido sobre el icónico río londinense. Así las cosas fue Fulham el que impuso el ritmo, el que marcó el paso, el que trató de llegar al arco de De Gea a velocidad y por las bandas, con Ademola Lookman como abanderado. El inglés, hoy por hoy el mejor delantero del equipo de Scott Parker, fue quien se ocupó de hacer sonar ese despertador trancado, cuando en el minuto 5 aprovechó una distracción imperdonable de la última línea visitante y con fuerte remate cruzado inauguró el marcador.

Sonó entonces la alarma y el United comenzó por ajustarse los cinturones en el fondo, cerrarle caminos al dueño de casa e intentar inquietar al arquero francés Alfonze Areola, hasta que el ex-PSG se ocupó de arruinar él mismo alguna excelente intervención que había tenido, cortando un centro bajo tan defectuosamente que la pelota quedó a disposición de la zurda de Edison Cavani: remate fuerte y bajo y empate sellado en el Craven Cottage.

Cuando más intentos y méritos hacía Fulham para desnivelar de nuevo, porque aunque suene increíble eso fue lo que sucedió, llegó el golazo de Paul Pogba.. Ni siquiera ese zurdazo inapelable luego de una gran acción individual del francés, alcanzó para que el United se vistiera de grande de una buena vez.

El local siguió martillando y dando sensación de superioridad sólo desairada por las malas definiciones. A tal punto llegó la situación, que los minutos finales fueron de un sufrimiento inexplicable para los de Ole Solskjaer, quien llegó al extremo de hacer un cambio en el minuto 95, haciendo ingresar a Nemanja Matic por el portugués Bruno Fernandes, en aras de hacer correr el reloj y así mantener el resultado ante uno de los colistas de Premier.

Claro, todo sea por mantener el liderazgo. A esos efectos cualquier maniobra es válida y esa premisa fue la que aplicó el entrenador noruego. A gatas, a duras penas, pero vale igual.

El "MAN OF THE MATCH"

 "Está en el lugar indicado en el momento justo", clama el relator de la cadena inglesa BT Sports, definiendo así el deporte de la pesca que tanto gusta de practicar Edison Cavani dentro y fuera de las canchas. Es que así, con tanza y reel alertas, pescando como tanto le agrada, no supo ni quiso perdonar el error en el rechazo de su ex-compañero de PSG, el hoy arquero de Fulham, Alfonze Areola, y entonces lo fusiló sin piedad, sin perjuicio de que después del partido ambos terminaran pasando largos minutos charlando fraternalmente en francés junto a Paul Pogba y Anthony Martial, como corresponde a los buenos amigos.

Antes y después de ese gol, el del empate, el que catapultó a Manchester United a una trabajosa y muy dura victoria ante el más que meritorio Fulham, en el legendario Craven Cottage, a orillas del Támesis, bien al oeste de Londres, Cavani se dejó el pellejo y mucho más adentro del verde. "Se mató" por el cuadro como siempre lo hace. Jugando de punta, se movió permanentemente arrastrando marcas o bien pivoteando para habilitar a compañeros que llegaban de frente y con posibilidades de herir a la última zona rival. También se le vió marcando y recuperando en el mediocampo y hasta en su propia área.

En fin, nada nuevo para quienes le conocen de sobra. Un adalid para cualquier equipo, un referente para compañeros y rivales, un vagón repleto de entrega sin pausas. En todas partes del mundo esos valores, que no son bursátiles sino humanos y futbolísticos a partes iguales, cotizan alto, pero a los ingleses en particular, asistir a tales demostraciones les encanta, dan lo que no tienen por verlas y apreciarlas.

Ahora bien, el hecho de que quien exhiba esos atributos sea una estrella mundial ya consagrada por sobrados méritos propios, es algo que en Inglatrra tienen que verlo para creerlo. Este es un país en el que los futbolistas de élite suelen aparecer en las portadas de revistas de famosos, se codean con el jet set, se tutean con las estrellas del espectáculo y se distraen con facilidad y liviandad de mister fútbol, un mandamás que hoy por hoy requiere del máximo de concentración y, sobre todo, de dedicación exclusiva. Hoy día ese síndrome del estrellato ha sido mitigado por el seleccionador Gareth Southgate, con mucho carácter, con mano firme y sin concesiones ante actos de indisciplina o dispersión inadecuada.

Sin embargo a la FA y al técnico inglés de la selección aún les queda mucho por hacer al respecto: hay aún ovejas descarriadas a las que encaminar. Por todo eso, cuando los periodistas y el público en general ven que un futbolista top, un goleador empedernido, sabe cambiarse el frac por el overol y se entrega en cuerpo y alma al equipo que defiende, además de regalarle los goles incluidos en su contrato, quedan de boca abierta y no dudan un segundo en colocarle el letrero de "Man of the Match" (Hombre del Partido). 

lunes, 18 de enero de 2021

LO TIRARON AL MEDIO

Edison Cavani es demasiado bueno. O quizás respetuoso en extremo, o por ahí es tolerante hasta la exasperación. Otro en su lugar hubiera reaccionado en forma diferente. Como poco, hubiera encararado al entrenador, alertándolo sobre lo que le están haciendo. Al menos le abriría los ojos y después se sentaría a esperar los acontecimientos. Si la cosa cambia, fenómeno. Si no es así, mala suerte, pero al menos él habrá hecho lo posible.

Esa jugada en la que Marcus Rashford se mete en diagonal y se termina encerrando en el bosque de piernas rivales, ignorando olímpicamente a Cavani que se desmarcaba sólo a su izquierda, pudo darle tres puntos de oro a Manchester United pero, en cambio, terminó desflecándose como una prenda vieja y desgastada.

Rashford es un ícono para los ingleses y no precisamente por su rol en el fútbol, sino porque es la cabeza de una campaña social que promueve -y presiona- al gobierno de Boris Johnson para que mantenga los almuerzos en las escuelas para niños carenciados. De hecho el gobierno había suprimido, meses atrás, tal beneficio, hasta que la presión ejercida por Rashford y su madre a través de la prensa y de las redes sociales, obligó a una marcha atrás histórica de la autoridad. Resumiendo, hoy se habla de que Marcus Rashford podría ser condecorado por la Reina con la distinción de "Sir", título que llevan quienes han hecho méritos especiales a cualquier nivel en el Reino Unido.

Obviamente se impone separar las cartas en este caso. El técnico noruego Ole Gunner Solskjaer es, sin dudas, quien debe hacerle entender a su futbolista que el agua y el aceite no se mezclan o que lo cortés no quita lo valiente. En privado debería remarcarle que el loable hecho de representar un ejemplo de solidaridad y de altruismo dentro de la sociedad británica, todo un símbolo y una referencia para los deportistas que inician el difícil camino de la fama, no incluye el creerse el dueño del cuadro ignorando y "tirando al medio"  a un futbolista "senior" que se ganó a puro esfuerzo el respeto de propios y extraños, más allá de las virtudes que como jugador y goleador ha demostrado Edison Cavani en clubes de primer nivel europeo y mundial.

MIEDO A PERDER. Intentos y sólo intentos, más de Liverpool pero siempre con un marco de tibieza, como un horno graduado tan bajito que no alcanza a cocinar la comida. El clásico fue un monumento al respeto mutuo en una Liga en que normalmente esta clase de encuentros se juega a cara o cruz, a matar o morir. Es cierto también que Liverpool perdió aceleración respecto a las dos últimas temporadas y con esa realidad sobre el césped, todo se ha emparejado para abajo.

Si bien el local presionó siempre la salida de Manchester United, la visita  estaba encerrada pero consciente y lúcida, nunca "groggy" y cada vez que podía zafar del asedio intentaba herir aprovechando que tras el quiebre de la presión la última zona de Liverpool parecía no responder con firmeza. Las dos ocasiones más claras del partido , casi las únicas, respondieron a esos parámetros. En las dos el protagonista fue Alisson Becker, el arquero brasileño de los de Jurgen Klopp, tapándole sendos remates de gol  al francés Paul Pogba y al portugués Bruno Fernandes.

Y no pasó más nada, aparte de la jugada que pudo haber terminado con gol de Edison Cavani y se quedó en la nada por el egoísmo de Marcus Rashford. Más allá de ese episodio puntual que quizás hubiera definido el partido para el United, el salteño, ingresado en el minuto 60, no pudo influir en un trámite muy cerrado, en un clásico pautado por el miedo a perder en ambos protagonistas.



LA RESURRECIÓN DEL CITY. Cuando parecía que su sistema de juego se moría lentamente, cuando los resultados negativos de la primera parte de la temporada amenazaban con pasarle raya a toda una era de "guardiolismo", al tiempo que los traspiés se sucedían y hasta casi gritaban que al "gran Pep" le habían tomado los puntos, engañando a muchos -especialistas y gente común-, resulta que hoy el Manchester City de Josep Guardiola le pisa los talones a su rival tradicional, el Manchester United, en el tope de la tabla de posiciones de la Premier League.

El "celeste" está segundo a sólo dos unidades de los de Edison Cavani, pero curiosamente, en una supuesta tabla de puntos perdidos, es el líder del torneo con 16 unidades dejadas por el camino contra 17 del United.

De cómo el "citizen" aniquiló a Crystal Palace habría muy poco para decir porque todo fue muy fácil y de rápida ejecución. El buen juego, el que pretende siempre el carismático entrenador catalán, apareció de la mano del espíritu ganador que han recuperado sus dirigidos. Se les ve con las ganas de otrora, con la voracidad que habían perdido, con la aplicación de alumnos clase "A" que exige inexorablemente el ex-técnico de Barcelona.

Todo ese libreto, bien aprendido y recitado de memoria, ha resultado más que suficiente para que Manchester City haya  resucitado recobrando, casi sin darse cuenta, en puntas de pie y en silencio, el nivel de las últimas temporadas, el que ha exhibido casi con ostentación luego de haberse diplomado como uno de los nuevos ricos del fútbol mundial y, con mayor énfasis todavía, después de haberse entregado en cuerpo y alma a las artes y al estilo de "Pep" Guardiola.

Ante todo ese aluvión de cosas conjuntadas, poco y nada pudo hacer el Crystal Palace dirigido por el veterano Roy Hodgson. Fue exhibición y no partido: un 4 a 0 puro y duro. La muestra dió para golazos como los de Gundogan y Sterling y hasta para que un zaguero, John Stone, convirtiera sus dos primeros goles desde que juega en el club.


LEICESTER GOLPEA LA PUERTA. Fueron dos goles, pudieron ser más para los dos lados. Fue el partido ideal porque Leicester City y el asombroso Southampton crearon, elaboraron fútbol, pero al mismo tiempo se preocuparon de defender con criterio impidiendo el cambio de gol por gol.

En cambio el volumen de fútbol estuvo siempre a un nivel muy alto y así también surgieron algunas chances claras que, en su mayoría, fueron conjuradas por ambos arqueros, quienes desplegaron al aire la bandera de la salvación para sus respectivas vallas.

El local lo resolvió a su favor porque cuando habló lo hizo con el argumento básico del fútbol: el gol. Porque, además, no sólo de Vardy viven los de Brendan Rodgers, quienes dejaron bien claro que cuando necesitan más artillería, también pueden aparecer el talentoso James Maddison y la otra pieza del cañón, el mediocampista con alma de goleador, Harvey Barnes, que en esta temporada parece decidido a todo.

Leicester City fue efectivo, fue letal y entonces ganó: 2 a 0.


CARA DE "POKER". Tottenham Hotspur fue claro dominador en el primer tiempo  y entonces ese 2 a 0 que estampó el gran Harry Kane sobre el mismo cierre del período inicial, tuvo pinta de cierre de partido. Tras el "relax" del descanso los de Mourinho se durmieron en los laureles. Fue sólo una siesta corta, suficiente sin embargo para que el entrenador portugués se agarrara una de sus clásicas rabietas y se fuera a sentar en su butaca con notoria cara de "póker". 

Sheffield United, el colista por muerte de la Premier, no le hizo asco al descansito tomado por su rival y encontró el fútbol que a veces atina a jugar pese a estar casi condenado anticipadamente al descenso. Con toque livianito pero fino, con sentido colectivo, interesante al menos, se le tiró encima a los "Spurs" y hasta logró descontar.

Unas miraditas de reojo al banco, el silencio de su técnico llegándoles pesado y contundente desde el costado de la cancha, la mirada fulminante del luso, todo eso agravado por el descuento de McGoldrick, fueron elementos más que suficientes para que el equipo reaccionara como tocado por un resorte, de modo que ni 4 minutos necesitaron para que N'Dombele sentenciara el partido con el 3 a 1 definitivo.

Sheffield United siguió con su buen juego, sin profundidad, sin "punch", sin hacer daño al menos adentro de la cancha, porque afuera José Mourinho, el de siempre, el que promete cambiar pero nunca lo hace, no podía ni quería ocultar su molestia por lo que consideraba una actuación inconvincente de su equipo. 



EL LÁNGUIDO CHELSEA. Un triste Chelsea, lánguido, desdibujado, desteñido, sin hacer pesar a sus figuras, necesitó de un agónico gol de Mason Mount para doblegar al local Fulham, su rival del oeste de Londres, que había resistido más de media hora jugándole al gigante con un hombre menos.

Cuando a los 41 minutos el portugués Cavaleiro desperdició, con una definición deficiente, una formidable jugada colectiva de Fulham, los pronósticos para el segundo tiempo no podían ser más preocupantes para los dirigidos por Frank Lampard. Nunca habían plasmado en la cancha el poderío que naturalmente debiera emerger siempre de sus figuras, las mismas que conforman un presupuesto multimillonario e infinitamente superior, por cierto, al que ostenta el que fuera ayer su rival de turno.

Por esas razones de peso -y de libras esterlinas- cuando a los 44 minutos el estadounidense Antonee Robinson, defensa de Fulham, dió por el piso con todo lo bueno que había mostrado su equipo al hacerse expulsar infamemente tras una entrada tan tremenda como innecesaria contra el vasco Azpilicueta, no hubo nadie que no pensara que en el complemento Chelsea se comería crudo a los dirigidos por Scott Parker.

Pues no fué así. Ni los cambios introducidos por Lampard consiguieron despertar al equipo, sacarlo de esa languidez y de esa inoperancia. Fulham defendió sin sobresaltos, no pasó mayores sofocones pero cuando parecía que se llevaba un punto que era oro por su posición comprometida en la tabla y porque en la Premier jugar con diez fubolistas equivale siempre a derrota segura, aparecíó Mount y sepultó las ilusiones del local.

Fue triunfo - un pálido 1 a 0- del desteñido Chelsea que, si sigue en este tren, no parece ser un problema mayor a resolver para los que comandan hoy las posiciones de Premier League.


LES FALTÓ APLAUDIR. El gol de Neal Maupay, a los 16 minutos de juego para el 1 a 0 que sería definitivo de Brighton ante el Leeds de Marcelo Bielsa, fue consecuencia de la construcción de paredes, techos, pisos de parquet, edificios enteros, con todo Leeds mirando y admirando la gran obra. Un golazo, claro, pero a nadie hubiera extrañado que los chicos del "Loco" lo hubieran aplaudido. Siguieron los muchachos de Brighton invitándose sólos, navegando 60 metros sin otros barcos en el horizonte , casi hasta "chiveando", siempre sin enemigos a la vista, por supuesto.

Es que está claro que lo del técnico rosarino no es marcar mal, sino que directamente es no marcar, permitir y poco menos que aplaudir. Más que en el fondo, donde los desamparados defensas de la última línea deben enfrentar desarmados a enemigos que les llegan sueltos, libres como pájaros, el problema está en el medio, zona que el técnico argentino no ha poblado precisamente con futbolistas de marca, vestidos con un overol manchado de grasa y aceite, rastrojeros, tractores imprescindibles para trillar un área clave de la cancha.

Con estas franquicias, Brighton jugó a voluntad, pero justamente porque era el discreto Brighton el insuceso no pasó de una simple derrota por un sólo gol de diferencia y no alcanzó el tinte de desastre que ya han causado -y continuarán causando- muchos peces gordos del fútbol de Premier a costa del permisivo Leeds United de Marcelo Bielsa.

martes, 12 de enero de 2021

EL APRONTE DEL LIDER

No pudo matar. Por esta vez las balas fueron de goma. Edison Cavani reapareció, quiso como siempre, estuvo como siempre, corrió como siempre, tapó las salidas del rival como siempre, luchó como siempre. Está claro que no todos los días son de fiesta, así que en la laboriosa victoria de Manchester United ante Burnley, el salteño no pudo anotar pero remó para el equipo como lo hace en cada partido que juega la camiseta que defiende.

El local se preocupó muy especialmente de cortar los circuitos que conducían a "El Matador" y lo cierto es que lo hizo muy bien, no entreveró nunca los cables, no falló en las conexiones y de ese modo evitó la explosión en su propio arco. Así y todo Cavani nunca dejó de intentar su gol. A los 38 minutos su media tijera fue detenida por la cara de un rival. A los 52 erró el zurdazo que hubiera culminado una gran jugada colectiva de su equipo. A los 66 tuvo la más clara cuando enganchó para la zurda pero su remate se perdió alto y desvidado. Por último, cuando corría el cuarto minuto de descuento, se la sirvió en bandeja al francés Anthony Martial, pero el delantero, acusando un problema físico, desperdició una clara oportunidad de gol.

El entrevero inteligente que Burnley propició en el primer tiempo derivó en un partido mal jugado, desprolijo y cortado hasta por las intervenciones del VAR. En el complemento aparecieron los espacios y fue así que la visita tomó las riendas del encuentro. Hubo un guía, un conductor. Fue tiempo de Pogba. Mandó, quitó, apoyó, se hizo "el Pogba", el de la fama, el del nombre, el del cartel y simplemente destruyó el trámite apretado del primer tiempo. Las armas que empleó fueron el buen juego, el señorío y ese "latigazo" que sacó con carambola a varias bandas, para que el balón terminara en la red del desconcertado Nick Pope.

Despacito y por las piedras, en puntas de pie y sin hacer ruido, con aquellos tropezones preocupantes de principio de temporada, el Manchester United de Edison Cavani es hoy el líder absoluto de la Premier League y, en esa condición, con ese pergamino, habiendo salvado con lo justo un apronte exigente, irá el domingo a visitar a su escolta, Liverpool, el rival de todas las horas y todas las épocas, que lo sigue en la tabla, tres puntos más abajo.

lunes, 4 de enero de 2021

EL ARTE DE DEFENDER

Al final cayó de rodillas. No se podía levantar. Sufrió como nunca pero sus muchachos le respondieron como siempre, o tal vez más que siempre. Es Ralph Hasenhüttl, el del nombre difícil de escibir y de pronunciar. Es el temperamental técnico austríaco, motivador como pocos en la Premier League. El mismo que la temporada pasada sacó de los pelos a Southampton de las posiciones de descenso, pero que ahora tiene a los "Santos" arriba, metidos en la pelea por las posiciones que clasifican a las copas europeas.

Ante Liverpool, Southampton se paró firme y ordenado. Defendió con uñas y dientes, pero al mismo tiempo con mucha calma y propiedad ese gol madrugador de Danny Ings, surgido tras un error colosal del lateral Trent Alexander Arnold, una temprana conquista que remarcó, una vez más, la indiscutible vigencia de "la inexorable ley del ex", porque el scorer fue "durante una vida" hombre de la casa en Anfield Road.

La noche del "Saint Mary's Stadium mostró con una claridad pocas veces vista que defender en fútbol también es un arte, perfectamente equiparable a atacar, a elaborar juego o a la inspiración individual que origina algún preciosismo oportuno y redituable. Mirar cómo un equipo defiende con orden, con prestancia, pero al mismo tiempo con fiereza, es también agradable a la vista. Además nada sería más falso que creer que Southampton se limitó a frenar al campeón y a resignar toda opción de atacarlo, conformándose con el 1 a 0 que terminó siendo definitivo.

Es decir, el libreto del motivador Hasenhüttl no fue avaro pese a que la embestida del toro herido, un Liverpool enojado y hasta frustrado, quizás lo hubiera justificado. Por varios pasajes los "Santos" no lo fueron tanto, le jugaron al monarca de igual a igual y hasta estuvieron en el umbral de una segunda conquista que hubiera bajado la cortina metálica antes de la hora de cierre.

Es cierto que durante el segundo tiempo la sensación de que la visita podría empatar el partido en cualquier momento, fue fuerte en varios pasajes, pero siempre surgió alguna pierna salvadora, alguna cabeza providencial, algún cierre de emergencia, o bien fallas en la definición por parte de gente que normalmente no erra.

Lo dicho: defender en fútbol es también un arte y el austríaco Ralph Hasenhüttl puede decirlo con absoluta propiedad. Y si no, que le quiten lo bailado al Southampton en esta temporada, hacéndole burlas al descenso y acariciando la suave piel de las copas europeas.



EL CITY DE ANTES. En Stamford Bridge, al oeste de Londres, en el elegante barrio de Chelsea, resurgió el Manchester City de antes. Desplegando en abanico todo su rico repertorio, jugando sus mejores cartas y asestando sus golpes más certeros, los de "Pep" aniquilaron desde muy temprano en el partido al irregular Chelsea de Frank Lampard.

Reaparecieron la intensidad sin pausas, la dinámica, la sincronización de las piezas, el cambio de ritmo letal, pero sobre todo las ganas y el hambre de gloria. Como casi siempre sucede en las mejores tardes del City, su mejor figura es el belga Kevin De Bruyne, el "colorado" de la varita mágica, el director de orquesta, el que marca las pausas y las aceleradas repentinas. Todo este arsenal de recursos hace que una asistencia y un gol del belga, sólo pasen a formar parte de la fría estadística como la frutilla sobre la torta de una actuación gloriosa.

A los 34 minutos, precisamente cuando anotó De Bruyne, se bajó el telón del escenario, que volvió a levantarse sólo esporádicamente para que la imaginaria multitud pudiera continuar vivando, de pie, a la obra del equipo de Guardiola. Los celestes de Manchester se subieron así al quinto lugar de la tabla de posiciones de la Premier, desbancando al desparejo Everton de Carlo Ancelotti.

Es fácil deducir que el futuro inmediato del City en el torneo, depende directamente de que mantenga el nivel mostrado en Stamford Bridge, estampando una victoria mucho más expresiva que el 3 a 1 final. Si la respuesta fuera afirmativa, se hace muy fácil pensar que al fin y al cabo, después de tantos bajones y tropezones, los de "Pep" estarán en la pelea por el título.


ENTRE LOS GRANDES. Leicester City sube y baja. El plantel de Brendan Rodgers es de los que más ha sentido en el físico el rigor de un fixture apretadísimo, de máxima exigencia. Es algo lógico que resulta de que los azules, si bien se han acostumbrado a pelear arriba en las posiciones, dentro de ese grupo selecto de clubes que conforman la parte superior de la tabla, son de los planteles más cortos, por lo cual se han resignado a sufrir más de la cuenta con el rigor de un calendario implacable.

El primer tiempo entre Newcastle United y Leicester City transcurrió sin pena ni gloria. Entrecortado, sin dinámica, carente de ritmo, resultó toda una buena siesta dormida entre "Urracas" (Newcastle) y "Zorros" (Leicester). Cuando recién iniciado el complemento el paraguayo Miguel Almirón trataba de llevar al frente al dueño de casa con su clásica velocidad y algún cambio de frente muy preciso, sobrevino un gran pase del siempre utilitario Mark Albrighton que propició la corrida del peligroso Jamie Vardy y el golazo del "10" visitante James Madisson, tras un remate seco y a media altura.

Ese gol de apertura no le daba a Leicester City para ponerse a hacer la plancha, pero al menos le regaló la tranquilidad suficiente para recuperar parte de su fútbol y pasar a manejar el partido con cierta propiedad, situación que se solidificó cuando otro gran pase del inglés Albrighton encontró recompensa en un gran remate del belga Tielemans que también fue a parar a la red del arco local.

Si bien a los 82 minutos el gol de Andy Carroll, en el primer toque de pelota del de Newcastle, encendió la alarma para los futbolistas de Brendan, éstos no entraron en pánico sino que, por el contrario, mantuvieron la calma y también el resultado, un 2 a 1 que los catapultó a la tercera colocación en la tabla.


BATMAN Y ROBIN. Mueven la pelota de un lado a otro hasta que la marean. Rotan, ocupan todos los espacios posibles, buscan por adentro y por afuera a velocidad máxima, pero los horrores defensivos que cometen y las fallas en la definición de todo lo que crean, lo matan, lo destruyen. Es el Leeds United de Marcelo Bielsa, un equipo que se aniquila a sí mismo anulando de varios plumazos todo lo bueno que propone en una cancha.

Claro que si quienes están enfrente son Batman y Robin todo eso se agrava, porque Kane y Son, Son y Kane, jamás perdonan: sólo matan primero y preguntan después. Son "asesinos" a sueldo, son "sicarios" y como tales, no tienen piedad, jamás la tienen.

Por eso al terminar el primer tiempo del choque entre los del "Loco" y los de "Mou", ya estaba todo liquidado con un gol de Harry (Kane) y otro de Son, por lejos el mejor futbolista coreano que ha dado la historia. A los cinco minutos de comenzado el complemento se agregó la anotación del belga Toby Alderweireld, pero lo cierto es que ya ni hacía falta. Simplemente con practicidad y contundencia los Spurs se comían crudos a los del noreste de Inglaterra.

Es que luego de pagar caros los errores defensivos y la falta de "punch", al Leeds nunca le quedan ni fuerza ni ánimos para mantener ese ritmo vertiginoso que pretende imponer desde el comienzo de los partidos y en ese momento es cuando el rival de turno comienza a florearse.

Eso es lo que sucede casi siempre y fue exactamente lo que pasó ante un gran equipo, trabajado, práctico y contundente como el Tottenham Hotspur de José Mourinho, que ya está de nuevo enroscado en la parte de arriba de la tabla: 3 a 0 y a volver a la burbuja.


GOLEANDO EN LA NIEVE. Arsenal se floreó en la nieve de las Midlands occidentales y vapuleó al disminuido West Bromwich Albion: 4 a 0. Más allá de la debilidad indiscutible del equipo dirigido ahora por el inglés Sam Allardyce, un especialista en sacar de los pelos a equipos que están con un pie en el descenso, sorprendió el ritmo demoledor y la eficacia que mostraron los "Gunners" en todas sus líneas.

Por momentos hasta pareció que Bukayo Saka, el inglés afrodescendiente que ya es parte de la selección de Gareth Southgate, se deslizaba sobre la nieve a velocidad supersónica, mientras los rivales sólo atinaban a mirarle el número "7" de su camiseta. Sus compañeros parecieron contagiarse, porque las ganas y la dinámica que mostró el francés Alexandre Lacazzette, eran justamente las que se le venía pidiendo y casi exigiendo, desde hace mucho tiempo. Por la banda derecha el español Héctor Bellerín jugaba a ser un avión y rompía cronómetros subiendo y bajando con su habitual velocidad. Del lado opuesto el otro lateral, Kieron Tierney, inauguraba el marcador con un gol espectacular y acto seguido se mandaba un partido acorde a la calidad de esa conquista.

Quizás faltaron los esquíes, aunque el Arsenal de Mikel Arteta igual se las arregló para deslizarse sobre la nieve y guiado por una espléndida puesta en escena de Saka y Lacazzette, consiguió su tercera victoria consecutiva y comenzó a escalar posiciones en la tabla de Premier.


Wolverhampton Wanderers lo tenía ganado. Los del portugués Nuno Espirito Santo perdían 1 a 0 en su visita al balneario de Brighton y, tras una remontada estupenda, habían sellado un 3 a 1 que parecía definitivo. Sin embargo el local les cayó encima aún con sus claras limitaciones técnicas y de plantel y consiguió, a mérito puro, el 3 a 3 definitivo.


Crystal Palace se recuperó y en su casa de Selhurst Park liquidó al colista Sheffield United con un 2 a 0 claro y contundente. Al final del primer período el canterano Eberechi Eze construyó desde su propio campo una jugada individual memorable que terrminó en la red visitante sellando el resultado final con un gol que, sin dudarlo, competirá con grandes posibilidades tanto a nivel nacional como internacional para ser coronado como el gol del año. Fue una corrida imparable en la que el británico dejó por el camino a rivales como si fueran soldaditos de plomo y terminó definiendo con la exquisitez de un futbolista consagrado.

viernes, 1 de enero de 2021

VENGANDO A CAVANI

 El "sombrerito" del francés Paul Pogba, el pase para el desborde del lateral Van Bisaka, el centro rasante y el cabezazo perfecto del galo Antony Martial, fueron las estrofas del poema que culminó en el primer gol de Manchester United.

Antes, con alguna contestación atrevida del siempre osado Aston Villa y la respuesta del mejor David De Gea, el del candado en el arco, el de sus mejores noches, el once del noruego Ole Solskjaer se había dejado ver en su mejor versión: había regresado en su plenitud el United que terminó a todo candombe la temporada anterior. Sobre el tapete reinaron las triangulaciones perfectas, la circulación rápida de la pelota, la sincronización perfecta de las jugadas planificadas y, en síntesis, todo el repertorio que es capaz de desarrollar la representación actual del club más poderoso de Inglaterra.

El preferido, el niño malcriado de todos los ingleses, el gran Marcus Rashford, recitó a voz en cuello su propia poesía con estrofas de magia, amagues, velocidad, quiebres y remates. El gran arquero argentino, Emiliano "Dibu" Martínez, fue exigido como pocas veces y respondió a pleno, como siempre lo hace.

El segundo tiempo fue tremendo. Manchester United no bajó la guardia y siguió, empecinado, buscando el arco del cuidavallas de la selección argentina. Hasta Antony Martial, a quien últimamente le había costado demasiado dar con su mejor nivel, esta vez estuvo realmente a tono con lo que mostró su equipo.

Aston Villa embestía, su capitán y estrella Jack Grealish "se mataba" para llevar el equipo adelante. Increíblemente el lateral  Van Bisaka se dejó "garronear" infantilmente, como si estuviera en el campito, en un tiro libre a favor de la visita y así la corrida de Grealish, su amague genial y el centro-pase como con la mano, terminó en el pie derecho de Bertrand Traore y luego en el fondo del arco de De Gea.

Sin embargo el encuentro estaba para Manchester United y eso no lo cambiaba nadie. No bien movieron tras el empate visitante, un dudoso penal sancionado por Michael Oliver tras presunto foul a Pogba, terminó con el remate de Bruno Fernandes, desde los doce pasos, en la red de Martínez.

Sin embargo el ritmo no aflojó. El "Villa" embestía, jugaba, trataba y hasta merecía mejor suerte frente al mejor United posible. Había vuelto la Premier League, su vértigo acalambrante, su suspenso inigualable, su fútbol de clase, arriesgado, sin pelos en la lengua y el 2 a 1 final, en favor de los de Old Trafford, sólo puede explicarse por la formidable actuación de dos arqueros vestidos de candados. Recién sobre el final el noruego Solskjaer bajó un par de cambios, ambos aportes de marca bienvenidos en el intento de "cerrar" el partido.

La tiránica y despótica Federación Inglesa no permite a los actores ni a los clubes comentar y menos aún discutir sus fallos y sus sanciones. De ese modo la mejor forma de vengar la infamia cometida por el organismo rector del fútbol inglés contra Edison Cavani, es que su institución actual saque las castañas del fuego por su futbolista a través de triunfos obtenidos en la cancha, de modo que cuando el salteño se incorpore al equipo, pueda transformarse en uno de los artífices de esos éxitos.

Y el United parece estar hoy en ese camino.