"Un pasito pa'delante, un pasito para atrás. Y la pelota dónde está? Andá a buscarla adentro". Los rumanos Pavel y Goran aplican con los turistas de las famosas ramblas de Barcelona lo que ellos mismos bautizaron como "La gran Ronaldinho", una táctica basada en la plasticidad de movimientos y en pases de magia. El gol se concreta cuando tras la gran jugada se le quedan a la gente con la billetera, el I Pod, el I Phone, la cámara HD o hasta con el pasaporte. Pero como todo gran equipo, Pavel y Goran aplican variantes tácticas en su juego, así que de tanto en tanto uno de ellos se coloca por delante de la víctima desplegando un mapa de la ciudad a la vez que acribilla al desprevenido con mil preguntas, mientras su compinche, con tanto sigilo como un gato montés, abre la mochila que cuelga de la espalda del viajero y sustrae de allí todo lo que puede.
Pero Pavel y Goran se consiguieron el pase del siglo, porque en pocos días aplicarán "La Gran Ronaldinho" y sus otras estratagemas durante los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Es que, según confiesan abiertamente, "nosotros también nos queremos quedar con el oro y la plata, pero de la gente, ja, ja". Ambos esperan que su incursión por Londres les termine reportando infinitamente más que los 1.200 euros que levantan por día en las turísticas ramblas de la ciudad condal. "Después de todo son horas extras", comentan a las risas. Les interesa darse a conocer, la publicidad los seduce y sobre todo les regala poder frente a sus pares, al tiempo que les ayuda a cotizar más alto el producido de sus depredaciones.
Hablan un castellano sencillamente perfecto. Pavel roba desde que tiene uso de razón y lo arrestaron 30 veces en pocos meses. Su cinismo no conoce límites: "a Londres voy a ir (desde Barcelona) en autobús, porque así puedo ir robando en el camino, por ejemplo cuando paremos para que la gente baje para ir a los sevicios higiénicos dejando sus pertenencias en el asiento. Pienso quedarme un mes y llevarme unos 12.000 euros. Todo va a ser más fácil que aquí (en Barcelona) porque ya sabemos que en Londres si te agarran por primera vez te sueltan enseguida".
Su compinche Goran no se le queda atrás en cuanto a caradurismo se refiere. Además es arrogante y desafiante: "han visto como está el desempleo acá (Barcelona)? Pero además lo que hago me divierte muchísimo, me encanta. La gente que va a los Juegos tiene los bolsillos llenos y espero que tambien los tengan bien abiertos, ja, ja".
Sin embargo el embajador rumano en Londres defiende la integridad de sus compatriotas: "el 85% de los rumanos radicados en Inglaterra tienen trabajos decentes, punguistas hubo y habrá siempre en todos lados, con Juegos Olímpicos o sin ellos, no es una actividad solamente de mis compatriotas". Claro que su criterio encuentra fuerte oposición en voceros de la organización de la gesta olímpica, quienes afirman a rajatabla que "esta modalidad de robo tiene el sello indiscutible de rumanos y moldavos y si no, pregúntenle a los italianos, particularmente a los romanos que tienen una guerra sin fin con ellos".
Jack es inglés, vive justamente en Stratford, a pocos metros del Estadio Olímpico. Es el hombre-puente, él recibe cámaras, celulares, I Pod, pasaportes y lo que venga. Cada uno de esos valores tiene una cotización pre-establecida. Jack hace una llamada y a los 15 minutos tiene al comprador con el dinero. Parte del mismo va a parar a su propio bolsillo, mientras que el resto pasa a engrosar el botín de los ejecutores materiales de los robos. Con total desparpajo confiesa que piensa obtener unas 15.000 libras por el botín durante los Juegos Olímpicos, aunque reconoce que "otros podrán llegar a las 25.000".
Los compradores, según Jack, son generalmente asiáticos, "gente que ha vivido desde siempre en este país (Inglaterra) y tienen comercios establecidos desde los que revenden las cosas". Cuidadosamente cubierto con una gran capucha, el inglés sigue su camino: "ahora mismo voy a entregar y a cobrar un I Phone en un comercio que está acá cerca del Estadio Olímpico".
Durante los Juegos Olímpicos de Londres la opción para el turista no es tal, sino que más bien se transforma en un imperativo: las precauciones defensivas tienen que ser mucho más fuertes que las tácticas endemoniadas de los miles de Pavel y Goran que con sus maniobras inverosímiles harán lo imposible para arruinarle la gran fiesta.
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