"Parece el Uruguay de antes, el que no quería nada". Luis Suárez, para el deleite venenoso de los ingleses que una vez más lo habían abucheado sin motivo alguno durante toda la tarde, termina de redondear una jornada atroz mandando afuera un cabezazo de gol que todos cantaron antes. Y entonces, cuando luego de ese traspié monumental del capitán y referente máximo, el equipo todo se evapora como por encanto en la tarde de Wembley, aparece esa frase de Jorge, de Punta Gorda, envuelto como tantos en la bandera de un sol y nueve franjas. Punzante, lapidaria, pero por sobre todo dolorosamente cierta, porque así lo atestigua el asentimiento de todos a sus alrededor.
Uruguay sale a calentar en el Templo del Fútbol, un resorte mágico levanta a hinchas, banderas y camisetas celestes. Todos dejan sus asientos y bajan las escaleras. Ahora están a nivel de cancha, entonan el "Soy celeste..." subiendo el alma hasta la garganta. Están ilusionados "al mango", se sacan una y mil fotos con conocidos y desconocidos, porque todos son uno y uno son todos como los Tres Mosqueteros.
Muchos de ellos, la mitad o tal vez más, no se quedan a ver al local ante Emiratos. Enfilan cabizbajos hacia los cientos de salidas de esa ciudad con una cancha de fútbol en el medio. Uno de esos grupos se cruza con una pintoresca familia senegalesa, de los pocos hinchas del ganador presentes ayer en Wembley. Los africanos, ataviados con sus clásicas túnicas de colores llamativos, los detienen y ponen sus manos sobre el corazón: "lo sentimos mucho, de verdad, es que además nos dió mucha rabia escuchar como los abuchearon todo el partido, sobre todo a Suárez. No había motivo para eso". Camelo? Tomada de pelo? No, nada de eso, solo el sentimiento profundo de gente noble y fundamentalmente sufrida, como todos los africanos. Los uruguayos tuvieron que contestarles que no se preouparan, que habían ganado bien jugando con diez la mayoría del partido, que Uruguay, más allá de la mala suerte, había sido...una lágrima.
Les sobra una entradita? Se las compro, se las compro, dale". El azul, el blanco, el sol, el celeste, la euforia en carne viva, es una enorme marea que cubre el largo y el ancho del enorme corredor que une a la estación de Wembley Park con el épico estadio. Los que preguntan, imploran, ruegan por esa entrada salvadora son también uruguayos que se han quedado afuera. Todos, los que entran y los que se quedan afuera, están dominados por la ansiedad, el entusiasmo, la ilusión, la fiebre celeste.
Todos, los que entraron y los que se quedaron afuera, quedaron "muertos" por la forma que en la cancha tomó la gran caída, muchísimo más que por la derrota en sí misma. "Parece el Uruguay de antes, el que no quería nada". Todos, los que entraron, los que se quedaron afuera y los que están a 14.000 kms. de distancia, se fueron con el firme deseo de que el miércoles esa frase de Jorge vuelva a descansar en paz. Esteban, residente uruguayo en Inglaterra, lo tradujo todo bien cortito: "es justo contra ellos (los británicos), con las ganas que les tenemos no se nos pueden escapar, se van a tener que meter los abucheos..."
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