El Big Ben se incenciaba de mil arco iris despidiendo 2011 y recibiendo 2012. Las aguas del Támesis resplandecían vestidas de furiosos colores que reflejaban los fastuosos fuegos artificiales que cada 365 días convocan 300.000 personas en el centro de Londres y millones que permanecen deslumbradas durante 15 minutos frente al televisor, con una copa de champagne en la mano que espera paciente por el brindis familiar.
"Estas son crisis", comenta alguien sin dejar de mirar ni por un segundo los cambios de luces de la pantalla. Enseguida, otro miembro de la familia se manda el tal apunte: "sí, pero miren abajo, al hombre no lo sueltan, sigue en primer plano aunque en este mismo momento terminen haciendo volar al mismo Ojo de Londres por equivocación". Debajo del baile frenético de luces, la base de la pantalla focalizada en uno de los canales de la BBC, dice: "la Comisión Independiente de la FA dio a conocer hoy el informe con los detalles del fallo contra Luis Suárez. Dice que las explicaciones que dio el futbolista de Liverpool no son creíbles ni confiables, ya que dijo que la expresión (negro) la utilizó en tono conciliador, cuando sin lugar a dudas se podía apreciar que existió una ácida discusión entre ambos jugadores (Suárez y el francés Evra durante el clásico disputado el 15 de octubre pasado por la Premier League inglesa entre Liverpool y Manchester United en Anfield Road).
El rock de fondo continuaba atronando, los colores de los fuegos saltaban en la pantalla iluminando el living vestido de 31 de diciembre. Pero persistentes, indelebles, tozudas, en la base de la pantalla las letras seguían sucediendo a las letras: "el informe consta de 116 páginas y es el más extenso de acción disciplinaria alguna que haya sido emprendida por la FA en su historia. Agrega que el tono que empleó Suárez cuando pronunció siete veces la palabra prohibida (negro) no era conciliador sino de tono netalmente racista y eso vale para Inglaterra, Uruguay y toda América del Sur. Evra declaró que cuando amenazó al uruguayo con pegarle un punetazo si seguía repitiéndole la ofensa, Suárez le contestó: 'no hablo con negros'".
Los aplausos comienzan a sustituir al rock y a los colores. Las cámaras enfocan primeros planos de rostros felices y satisfechos por haber asistido a un espectáculo inolvidable. En la pantalla se abre un recuadro que muestra la pirotecnia y los colores que se abren al mundo desde el castillo de Edinburgo, un lugar que parece pintado en el mundo. Pero en la base las palabras siguen corriendo como en una marquesina ofreciendo los titulares de un diario de primera línea: "...y se configuró una clara ofensa de corte racista, pese a que Evra aventuró que no cree que Suárez sea racista y esta Comisión está de acuerdo con esa apreciación. Suárez prometió que no va a usar más esa expresión durante su actuación en el fútbol inglés y creemos que cumplirá su palabra".
"Llegué a este país en 1974 y es la primera vez que veo a un uruguayo acaparar las noticias de esta forma, es increíble, no hablan más que de él", dijo alguien de la familia. Cierto, tanto que desde el 15 de octubre pasado, con mayor o menor intensidad según la novedad de turno sobre su caso -o sus casos- la prensa inglesa amanece con Suárez en primera plana y anochece abrazada a él.
Claro está que la novela sigue. Ahora todos esperan por Liverpool, la pelota está quieta en el círculo central del estadio de Anfield Road. Cerca de la fecha tope del 13 de enero, en que vence el plazo para la apelación del caso, alguien la tocará en corto hacia un costado y la opción quedará abierta para que se juegue con dos sistemas tácticos radicalmente diferentes.
"Esta Comisión calibró el testimonio de Suárez, quien se mostró inseguro al declarar, tanto como no creíble ni confiable. En cambio Evra apareció siempre seguro, firme y calmo al brindar su testimonio". Después del toque en corto utilizado solamente para mover la pelota, puede venir un pase profundo al área, sin más dilaciones. Una apelación contra la resolución que será radical, profunda, penetrante. Luis Suárez fue condenado luego de haber escuchado solamente a la otra campana, a la acusación desnuda de testigos, sentenciado antes de ser escuchado, así que Liverpool buscará el gol sin más trámite. Dos pases y el remate final al ángulo, buscando el resultado de la absolución final de otro Tribunal. Los tres puntos, sí o sí, que no ni no.
"El propio Sr. Suárez, que lleva más de un lustro viviendo en Europa, confesó que empleó ese término (negro) contra Evra y no vale que diga que lo hizo con ánimo conciliador, porque fue muy sencillo apreciar el duro intercambio verbal que tenía lugar entre los dos futbolistas. Y dicha en ese tono y en ese contexto (la expresión "negro"), configura sin lugar a dudas una ofensa racista en Inglaterra, pero también en Uruguay y en toda Sudamérica".
Ese es el gran argumento de la Comisión Independiente, el caballito de batalla para la condena final del enjuiciado. Si finalmente deciden reconocerlo así, la táctica de los letrados de Liverpool incluirá en su parte medular un aviso de "toquen en corto", que se expandirá por todo el terreno de juego del estadio de Anfield. Y así no habrá pases profundos, no se arriesgará, se jugará para los costados respetando el nivel del rival, se retendrá el balón hasta obtener -si es posible- un 98% de posesión de pelota.
Se valorará más que nunca que empatar es mejor que perder, así que se buscará un punto, que es mejor que nada después de todo. Se reconocerá la ofensa cometida, se hará un acto de contricción y se formularán votos de enmienda. La táctica cambiará, por lo que esta vez se evitará el choque frontal: se buscará la reducción de la sentencia inicial de 8 partidos.
Poco antes del Mundial de Sud Africa 2010, las casas de apuestas de esta parte del mundo llegaron al colmo de incentivar a sus clientes para que apostaran sobre cuáles serían los futbolistas de la selección inglesa que llorarían luego de una eventual eliminación por penales, a partir de los octavos de final de la Copa FIFA.
Resulta increíble pensar que realmente no se hayan dado cuenta -al menos todavía- de la gigantesca oportunidad que se les abre ahora, de la mano del desenlace de la novela de Luis Suárez, el uruguayo que ha criado más fama en las Islas Británicas. "Tanto que transpiraron Poyet y Forlán para que venga Luisito y en 12 meses les robe toda su cosecha", apuntó otro miembro de la familia reunida para esperar, olímpicamente, 2012.
sábado, 31 de diciembre de 2011
lunes, 19 de diciembre de 2011
Magia catalana
"Papi, llevame al circo, dale, dale, quiero ir!" El nene sabe muy bien lo que quiere, no es tonto. Qué espectáculo singular, poblado de fieras tan sabiamente amaestradas que son capaces de crear los más inverosímiles pases malabares y sustituir a los equilibristas naturales, caminando a lo largo de una y mil cuerdas entretejidas sobre un gran rectángulo de color verde que hace las veces de la tradicional arena circular. Un circo raro, muy raro.
Y los aplausos que tapan todo como una avalancha atronadora, las bocas que se abren formando gigantescas "O" en un éxtasis de asombro, los "pero cómo hacen?" que echan afuera miles de gargantas incapaces de dejar escapar más expresión que esa, sin esperar una explicación que todavía no nació para ser conocida. Porque la magia verdadera, no la "trucha", la barata, sino la que se precia de auténtica por ser patrimonio exclusivo de los auténticos profesionales de la prestidigitación, no viene envasada ni se vende en la farmacia. Simplemente es el alma de los genios y entonces los que no lo son, sencillamente no cuentan con la fórmula clave para descifrarla.
El domador, responsable absoluto de la adecuada y sabia elección de las fieras protagonistas del espectáculo más grande del siglo, ya ni hace indicaciones porque nadie las necesita, tan bien aprendida está la lección, tan automatizados están los movimientos, tan perfectos salen los pases de magia, tan derretida está la multitud que no entiende muy bien cómo las fieras siguen inventando trucos nuevos, mientras apenas miran de reojo a la multitud para comprobar con gesto malicioso el efecto que está causando su actuación. Se relamen a la vez que saltan, festejan, juegan y, sobretodo y más que todo, disfrutan, gozan del espectáculo que ofrecen, tanto o más que los embobados espectadores.
La pelota que hacen correr y saltar entre ellos parece estar también amaestrada. Tiene vida propia y vaya si la pasa bien con semejantes manipuladores. Ella se declara novia sin condiciones de cada una de las fieras que la dominan, la miman, la enloquecen, la acarician y la besan pero jamás, jamás la maltratan.
Hace rato que Barcelona dejó de pertenecer al mundo del fútbol. Eso era antes, hace ya mucho tiempo, cuando todavía tenía rivales habilitados para complicarle el espectáculo, aunque más no fuera para pelearle el rol protagónico de la obra, algunos, los más, sin otro motor que la envidia hacia el primer actor, otros, los menos, con algunas armas potentes que hasta llegaban a ser realmente amenazantes.
Pero eso es pasado y bastante lejano y borroso por cierto. En estos tiempos ir a ver el cruel juego del gato y el ratón que practica Barcelona, ya no es asistir a un partido de fútbol. Y si así fuera, dónde está el rival, la lucha, los dientes apretados, la tensión y la incertidumbre que enmarcan al resultado final? No, directamente el malabarismo del catalán se parece infinitamente más a una obra teatral cumbre, uno de esos musicales que permanecen durante décadas en cartel en los escenarios más encumbrados de Londres, New York o París.
O a la magia del circo.
Y los aplausos que tapan todo como una avalancha atronadora, las bocas que se abren formando gigantescas "O" en un éxtasis de asombro, los "pero cómo hacen?" que echan afuera miles de gargantas incapaces de dejar escapar más expresión que esa, sin esperar una explicación que todavía no nació para ser conocida. Porque la magia verdadera, no la "trucha", la barata, sino la que se precia de auténtica por ser patrimonio exclusivo de los auténticos profesionales de la prestidigitación, no viene envasada ni se vende en la farmacia. Simplemente es el alma de los genios y entonces los que no lo son, sencillamente no cuentan con la fórmula clave para descifrarla.
El domador, responsable absoluto de la adecuada y sabia elección de las fieras protagonistas del espectáculo más grande del siglo, ya ni hace indicaciones porque nadie las necesita, tan bien aprendida está la lección, tan automatizados están los movimientos, tan perfectos salen los pases de magia, tan derretida está la multitud que no entiende muy bien cómo las fieras siguen inventando trucos nuevos, mientras apenas miran de reojo a la multitud para comprobar con gesto malicioso el efecto que está causando su actuación. Se relamen a la vez que saltan, festejan, juegan y, sobretodo y más que todo, disfrutan, gozan del espectáculo que ofrecen, tanto o más que los embobados espectadores.
La pelota que hacen correr y saltar entre ellos parece estar también amaestrada. Tiene vida propia y vaya si la pasa bien con semejantes manipuladores. Ella se declara novia sin condiciones de cada una de las fieras que la dominan, la miman, la enloquecen, la acarician y la besan pero jamás, jamás la maltratan.
Hace rato que Barcelona dejó de pertenecer al mundo del fútbol. Eso era antes, hace ya mucho tiempo, cuando todavía tenía rivales habilitados para complicarle el espectáculo, aunque más no fuera para pelearle el rol protagónico de la obra, algunos, los más, sin otro motor que la envidia hacia el primer actor, otros, los menos, con algunas armas potentes que hasta llegaban a ser realmente amenazantes.
Pero eso es pasado y bastante lejano y borroso por cierto. En estos tiempos ir a ver el cruel juego del gato y el ratón que practica Barcelona, ya no es asistir a un partido de fútbol. Y si así fuera, dónde está el rival, la lucha, los dientes apretados, la tensión y la incertidumbre que enmarcan al resultado final? No, directamente el malabarismo del catalán se parece infinitamente más a una obra teatral cumbre, uno de esos musicales que permanecen durante décadas en cartel en los escenarios más encumbrados de Londres, New York o París.
O a la magia del circo.
jueves, 8 de diciembre de 2011
Europa, la del tufo
El mal olor suele impregnarlo todo y por estos tiempos Europa está seriamente contaminada. El resquebrajamiento económico, la desintegración de la Unión Europea esperando pacientemente a la vuelta de la esquina, la falta de líderes y de luces entre los mandatarios de las potencias, las consecuencias nefastas de los cortes implantados por los gobiernos de la UE, el tobogán que lleva a los países de regreso al estado de recesión económica. Todo se junta, todo se combina, todo se confabula para que el mal ambiente se palpe en cada esquina, en cada rincón del llamado viejo continente.
Está clarísimo que el fútbol flota muy por debajo de toda esa debacle y las cosas que en él suceden aparecen muy atrás en el ranking de la consideración popular. Pero nunca hay que perder de vista que el más popular de los deportes, más arriba o más abajo, dando la medida de un mural o de una foto carné, brillando con la luz del mediodía u difuminado por la del atardecer, es parte del diario vivir y sentir de muchas
personas en Europa, en América y en todas partes del mundo.
Por lo pronto en Europa el fútbol también huele muy mal, está a tono con la debacle económica y social y baila muy apretado con la desilusión de la gente. En Inglaterra la Federación Inglesa se regocija con su último logro: termina de conseguir que le disminuyan la pena al delantero de la selección y del Manchester United, Wayne Rooney. El hombre, desbocado como siempre, había propinado un terrible puntapié a un rival durante el último partido disputado meses atrás por Inglaterra, que ya estaba clasificada, por las eliminatorias para la Eurocopa 2012. Aprovechando su estadía en Basilea, para el partido en que su equipo quedó eliminado de la Champions League, al otro día tenía secretamente agendado junto al técnico de la selección inglesa Favio Capello y un representante de la Federación Inglesa, un encuentro con autoridades de la Unión Europea de Fútbol, en el que le sería dada a conocer la resolución al pedido -también secreto- de la entidad rectora del fútbol inglés para que la pena le fuera reducida de tres a dos partidos de suspensión.
Y así fue, como Dios manda. O como la Federación Inglesa manda o digita. Con palabras más elegantes y una retórica acorde a la solemnidad del momento, las autoridades de UEFA le dijeron a Rooney: "mirá nene, si nos prometés que de aquí en adelante te vas a portar bien y no la vas a embarrar más, te bajamos la suspensión a dos partidos y al menos vas a poder jugar el último de la serie contra Ucrania". Y claro, el nene malo prometió portarse bien, o es que alguien puede imaginarse lo contrario? Es que, aunque parezca una broma insólita, antes de comunicarle oficialmente la rebaja de la suspensión, realmente le hicieron prometer buena conducta para el futuro.
Le habían mostrado roja directa y le correspondían, sin más, tres partidos de suspensión. Sin cabildeos, sin rodeos, sin excusas, sin miramientos. Drásticamente tres partidos afuera, sin que nadie necesitara laudar en el tema, sin conversaciones porque simplemente, sencillamente, el reglamento universal del fútbol indica que para una roja directa la suspensión mínima son tres partidos.
Kenny Dalglish, el legendario escocés, actualmente técnico del Liverpool inglés, saltó como un fusible. Alguien había metido los dedos en el enchufe y el hombre, zorro viejo del fútbol, saltó. Dijo que se alegraba por los ingleses que ahora podrían contar con un magnífico futbolista en su último partido de la serie de la Eurocopa. Pero en el mismo tono cansino, sin cambiar su expresión, agregó que "ahora vamos a ver cómo arreglan el asunto internamente, porque en la Premier todos los clubes van a comenzar a reclamar la reducción de sanciones para futbolistas expulsados con roja directa, está claro que se crea un antecedente importante en el tema".
Mal olor por aquí...y mal olor por Zagreb también. El Lyon francés se despachó con un lapidario 7 a 1 ante el Dínamo local, cuando justamente necesitaba esa diferencia de goles, es decir + 6, para arrebatarle la clasificación al Ayax holandés, que perdía -y finalmente perdió- por 3 a 0 en Amsterdam ante el linajudo Real Madrid. Mientras en la capital de Croacia los jugadores locales ofrecían un espectáculo lamentable ante su propia gente, arrastrándose en la cancha en tanto los franceses poco menos que entraban al arco con pelota y todo una y otra vez en la noche, en la capital de Holanda el local era literalmente despojado
por uno de los jueces de línea, quien anuló por offside -claramente inexistente por cierto- nada más ni nada menos que dos goles del campeón holandés, uno de ellos convertido por el uruguayo Nicolás Lodeiro, quien insólitamente jugó como punta ante los merengues.
Horroroso, asqueante, repugnante, se agotan los adjetivos. Al otro día la UEFA amagó iniciar una investigación del increíble resultado de Zagreb, se habló de que el desenlace podría haber estado conectado a cierta red de apuestas, pero todo fue muy vago, muy diluido, tanto como podría serlo una cucharadita de azúcar en cinco litros de leche. Resulta bastante complicado detectar una diferencia -mínima aunque sea- entre lo que pasó en Zagreb y el 6 a 0 de Argentina a Perú en el Mundial '78. Está claro que aquel bochorno terminó decidiendo nada menos que un Mundial y el asqueante espectáculo de Zagreb definió un pasaje a los play off de la Champions League. Sí, evidentemente la distancia entre un hecho y otro está -tanto como en el tiempo transcurrido- en la diferente magnitud de los dos acontecimientos.
Pero el olor a podrido es el mismo. Inglaterra, después de quedarse sin su Mundial 2018, juega su revancha cada vez que el sol aparece en el horizonte. Todo le sirve, cualquier cosa le viene bien. Ahora fue la "compasión" de la UEFA por el pobre nene malo. La semana que viene será otra cosa. Para lo de Zagreb y Amsterdam se agotan los calificativos porque la evidencia de ambos hechos paralelos casi los exonera de la necesidad de cualquier investigación. Sin embargo, ésta sería fundamental para la obtención de las pruebas imprescindibles para desenmascarar a los culpables y fallar en los hechos. Y el hecho de que la UEFA se haya desinteresado del tema no hace más que agregarle más mal olor al ambiente.
El fútbol está también impregnado del tufo que expide Europa. Si fuera posible barajar y dar de nuevo...
Está clarísimo que el fútbol flota muy por debajo de toda esa debacle y las cosas que en él suceden aparecen muy atrás en el ranking de la consideración popular. Pero nunca hay que perder de vista que el más popular de los deportes, más arriba o más abajo, dando la medida de un mural o de una foto carné, brillando con la luz del mediodía u difuminado por la del atardecer, es parte del diario vivir y sentir de muchas
personas en Europa, en América y en todas partes del mundo.
Por lo pronto en Europa el fútbol también huele muy mal, está a tono con la debacle económica y social y baila muy apretado con la desilusión de la gente. En Inglaterra la Federación Inglesa se regocija con su último logro: termina de conseguir que le disminuyan la pena al delantero de la selección y del Manchester United, Wayne Rooney. El hombre, desbocado como siempre, había propinado un terrible puntapié a un rival durante el último partido disputado meses atrás por Inglaterra, que ya estaba clasificada, por las eliminatorias para la Eurocopa 2012. Aprovechando su estadía en Basilea, para el partido en que su equipo quedó eliminado de la Champions League, al otro día tenía secretamente agendado junto al técnico de la selección inglesa Favio Capello y un representante de la Federación Inglesa, un encuentro con autoridades de la Unión Europea de Fútbol, en el que le sería dada a conocer la resolución al pedido -también secreto- de la entidad rectora del fútbol inglés para que la pena le fuera reducida de tres a dos partidos de suspensión.
Y así fue, como Dios manda. O como la Federación Inglesa manda o digita. Con palabras más elegantes y una retórica acorde a la solemnidad del momento, las autoridades de UEFA le dijeron a Rooney: "mirá nene, si nos prometés que de aquí en adelante te vas a portar bien y no la vas a embarrar más, te bajamos la suspensión a dos partidos y al menos vas a poder jugar el último de la serie contra Ucrania". Y claro, el nene malo prometió portarse bien, o es que alguien puede imaginarse lo contrario? Es que, aunque parezca una broma insólita, antes de comunicarle oficialmente la rebaja de la suspensión, realmente le hicieron prometer buena conducta para el futuro.
Le habían mostrado roja directa y le correspondían, sin más, tres partidos de suspensión. Sin cabildeos, sin rodeos, sin excusas, sin miramientos. Drásticamente tres partidos afuera, sin que nadie necesitara laudar en el tema, sin conversaciones porque simplemente, sencillamente, el reglamento universal del fútbol indica que para una roja directa la suspensión mínima son tres partidos.
Kenny Dalglish, el legendario escocés, actualmente técnico del Liverpool inglés, saltó como un fusible. Alguien había metido los dedos en el enchufe y el hombre, zorro viejo del fútbol, saltó. Dijo que se alegraba por los ingleses que ahora podrían contar con un magnífico futbolista en su último partido de la serie de la Eurocopa. Pero en el mismo tono cansino, sin cambiar su expresión, agregó que "ahora vamos a ver cómo arreglan el asunto internamente, porque en la Premier todos los clubes van a comenzar a reclamar la reducción de sanciones para futbolistas expulsados con roja directa, está claro que se crea un antecedente importante en el tema".
Mal olor por aquí...y mal olor por Zagreb también. El Lyon francés se despachó con un lapidario 7 a 1 ante el Dínamo local, cuando justamente necesitaba esa diferencia de goles, es decir + 6, para arrebatarle la clasificación al Ayax holandés, que perdía -y finalmente perdió- por 3 a 0 en Amsterdam ante el linajudo Real Madrid. Mientras en la capital de Croacia los jugadores locales ofrecían un espectáculo lamentable ante su propia gente, arrastrándose en la cancha en tanto los franceses poco menos que entraban al arco con pelota y todo una y otra vez en la noche, en la capital de Holanda el local era literalmente despojado
por uno de los jueces de línea, quien anuló por offside -claramente inexistente por cierto- nada más ni nada menos que dos goles del campeón holandés, uno de ellos convertido por el uruguayo Nicolás Lodeiro, quien insólitamente jugó como punta ante los merengues.
Horroroso, asqueante, repugnante, se agotan los adjetivos. Al otro día la UEFA amagó iniciar una investigación del increíble resultado de Zagreb, se habló de que el desenlace podría haber estado conectado a cierta red de apuestas, pero todo fue muy vago, muy diluido, tanto como podría serlo una cucharadita de azúcar en cinco litros de leche. Resulta bastante complicado detectar una diferencia -mínima aunque sea- entre lo que pasó en Zagreb y el 6 a 0 de Argentina a Perú en el Mundial '78. Está claro que aquel bochorno terminó decidiendo nada menos que un Mundial y el asqueante espectáculo de Zagreb definió un pasaje a los play off de la Champions League. Sí, evidentemente la distancia entre un hecho y otro está -tanto como en el tiempo transcurrido- en la diferente magnitud de los dos acontecimientos.
Pero el olor a podrido es el mismo. Inglaterra, después de quedarse sin su Mundial 2018, juega su revancha cada vez que el sol aparece en el horizonte. Todo le sirve, cualquier cosa le viene bien. Ahora fue la "compasión" de la UEFA por el pobre nene malo. La semana que viene será otra cosa. Para lo de Zagreb y Amsterdam se agotan los calificativos porque la evidencia de ambos hechos paralelos casi los exonera de la necesidad de cualquier investigación. Sin embargo, ésta sería fundamental para la obtención de las pruebas imprescindibles para desenmascarar a los culpables y fallar en los hechos. Y el hecho de que la UEFA se haya desinteresado del tema no hace más que agregarle más mal olor al ambiente.
El fútbol está también impregnado del tufo que expide Europa. Si fuera posible barajar y dar de nuevo...
jueves, 24 de noviembre de 2011
NO WAY LUISITO...
"El negro Miguel", "el flaco Juan", "el gordo Luis", "el conejo Guillermo", "el enano José", "el chino Recoba"...
Los uruguayos se han pasado la vida poniendo apodos, tanto que podría afirmarse con toda soltura que al menos la quinta parte de la población del país se apoya en un sobrenombre, tal vez por si se les pierde el nombre original o porque con ese nuevo bautismo se resalta alguna característica especial del individuo o simplemente porque se les antoja, que al fin y al cabo nadie de afuera va a venir a indicarles qué apodos son correctos y cuáles no lo son, simplemente porque los rechaza la sociedad del Primer Mundo, tildándolos de discriminatorios o de...racistas.
Se llama George Galloway, es un ex parlamentario inglés que jugó un importante rol al frente de la oposición a la guerra de Irak. Es lo que podría calificarse como un político de avanzada. La semana pasada dijo en una radio londinense, contestando concretamente a declaraciones del respetado Gustavo Poyet, que "espero que Poyet me esté escuchando, porque les voy a decir que el Uruguay es el país más racista del mundo entero". Obviamente en el mechero del programa estaba el caso de la acusación de racismo hecha pública por la Federación Inglesa de Fútbol (FA) contra el futbolista del Liverpool, el uruguayo Luis Suárez, tras haber sido éste denunciado por el defensa francés del Manchester United, Patrick Evra, por insultos de corte racista durante el partido que ambos equipos disputaron a mediados de octubre pasado por la Premier League inglesa, en Old Trafford.
El político inglés aseguró haber pasado un tiempo en Uruguay, durante el cual pudo estudiar a fondo la conducta de los uruguayos con relación a este tema y así insinuó, por ejemplo, que los habitantes tienen tan arraigado el racismo en sus hábitos diarios, que ya ni se dan cuenta de su proceder y actúan en ese sentido de forma completamente natural, ni más ni menos que como lo hizo Luis Suárez dentro de la cancha, al proferir insultos de índole racista al francés Evra.
Así reconoció que Suárez está educado en esa cultura racista casi natural, pero advirtió que de ninguna manera la Federación Inglesa (FA) debería siquiera considerar la posibilidad de declarar inocente al futbolista uruguayo, basando su presunta defensa en la diferencia cultural que existe entre ambas naciones en materia de racismo. Por el contrario, afirmó que en Inglaterra ese comportamiento resulta completamente inaceptable y que en consecuencia Suárez debe ser sancionado por su falta.
Casualmente, o por causas desconocidas, Gallaway omitió que justamente la intención manifiesta de ofender, es el estandarte principal del racismo en cualquier caso que se juzgue, no sólo en el litigio Suárez-Evra. El mismo lo dijo, él mismo aventuró su opinión personal de que muy probablemente a Suárez ni se le pasó por la cabeza la mera posibilidad de que sus insultos tuvieran siquiera la mínima connotación racista. Mal puede configurarse la figura de racismo si está faltando el elemento escencial, que no es otro que la intención manifiesta de denigrar al otro en su misma raíz, en sus propios genes.
Suárez tuvo un enfrentamiento con Evra, se insultaron como lo hacen los futbolistas dentro de una cancha desde el Paleolítico hasta nuestros días. Tal cual aseguró Joseph Blatter, presidente de la FIFA, "son incidentes que se resuelven en la cancha, con un apretón de manos al terminar el partido". Y es así, sin agregar ni un punto ni una coma. Y es así, aunque los ingleses hayan hecho poner de rodillas al mandamás del fútbol mundial para que les pidiera perdón. Y es así, aunque los propios ingleses lo hayan humillado hasta la infamia cuando, luego de hacerle pedir perdón, no le aceptaron las disculpas. Y es así, porque Luis Suárez, como podría haberlo hecho cualquier uruguayo, le dijo a Evra "tranquilizate negrito", sin la menor intención de ofender los genes de su raza, de la misma forma que le hubiera dicho "tranquilizate flaco" o "conejo", o lo que sea.
Los futbolistas siempre declararon que este tipo de insultos dentro de una cancha quedan en el terreno de los hechos, toda la vida contestaron a la requisitoria periodística con el clásico "son cosas del fútbol" o "ya pasó, quedó adentro de la cancha, está todo bien".
En este episodio la intención de agresión u ofensa racista la agregó el propio Evra, un llorón incapaz de resolver los pleitos como un hombre, tal cual insinuó claramente -con otras palabras, claro está- en su momento Gustavo Poyet, uno de los deportistas extranjeros más venerados y respetados en Inglaterra. Y a Evra, siempre conflictivo y protagonista de múltiples episodios en los que siempre mostró un sucio proceder, le siguieron la corriente los ingleses, prensa y FA, muy preocupados siempre por quitar del camino a los que les molestan demasiado y no pagan el peaje de tener el marketing imprescindible para contar con su visto bueno e incondicional apoyo.
Luis Suárez y su fútbol se han vuelto insoportables para los ingleses. Los técnicos rivales ya no saben qué táctica aplicar para frenarlo, el uruguayo les destroza todo el trabajo de la semana previa al partido ante Liverpool. Los defensas se niegan a seguir haciendo el ridículo cada vez que lo enfrentan y quedan desairados, por lo cual ya habían comenzado esta trama acusándolo de fingir constantemente faltas inexistentes en su contra. La prensa no admite endiosar a alguien que proviene de un país sin peso alguno en el marketing, por más glorias que arrastre consigo. Luisito Suárez se les coló con mil quiebres y mil amagues en su imperio de dinero y poder, donde sólo están admitidos los opulentos.
"No way Luisito".
Los uruguayos se han pasado la vida poniendo apodos, tanto que podría afirmarse con toda soltura que al menos la quinta parte de la población del país se apoya en un sobrenombre, tal vez por si se les pierde el nombre original o porque con ese nuevo bautismo se resalta alguna característica especial del individuo o simplemente porque se les antoja, que al fin y al cabo nadie de afuera va a venir a indicarles qué apodos son correctos y cuáles no lo son, simplemente porque los rechaza la sociedad del Primer Mundo, tildándolos de discriminatorios o de...racistas.
Se llama George Galloway, es un ex parlamentario inglés que jugó un importante rol al frente de la oposición a la guerra de Irak. Es lo que podría calificarse como un político de avanzada. La semana pasada dijo en una radio londinense, contestando concretamente a declaraciones del respetado Gustavo Poyet, que "espero que Poyet me esté escuchando, porque les voy a decir que el Uruguay es el país más racista del mundo entero". Obviamente en el mechero del programa estaba el caso de la acusación de racismo hecha pública por la Federación Inglesa de Fútbol (FA) contra el futbolista del Liverpool, el uruguayo Luis Suárez, tras haber sido éste denunciado por el defensa francés del Manchester United, Patrick Evra, por insultos de corte racista durante el partido que ambos equipos disputaron a mediados de octubre pasado por la Premier League inglesa, en Old Trafford.
El político inglés aseguró haber pasado un tiempo en Uruguay, durante el cual pudo estudiar a fondo la conducta de los uruguayos con relación a este tema y así insinuó, por ejemplo, que los habitantes tienen tan arraigado el racismo en sus hábitos diarios, que ya ni se dan cuenta de su proceder y actúan en ese sentido de forma completamente natural, ni más ni menos que como lo hizo Luis Suárez dentro de la cancha, al proferir insultos de índole racista al francés Evra.
Así reconoció que Suárez está educado en esa cultura racista casi natural, pero advirtió que de ninguna manera la Federación Inglesa (FA) debería siquiera considerar la posibilidad de declarar inocente al futbolista uruguayo, basando su presunta defensa en la diferencia cultural que existe entre ambas naciones en materia de racismo. Por el contrario, afirmó que en Inglaterra ese comportamiento resulta completamente inaceptable y que en consecuencia Suárez debe ser sancionado por su falta.
Casualmente, o por causas desconocidas, Gallaway omitió que justamente la intención manifiesta de ofender, es el estandarte principal del racismo en cualquier caso que se juzgue, no sólo en el litigio Suárez-Evra. El mismo lo dijo, él mismo aventuró su opinión personal de que muy probablemente a Suárez ni se le pasó por la cabeza la mera posibilidad de que sus insultos tuvieran siquiera la mínima connotación racista. Mal puede configurarse la figura de racismo si está faltando el elemento escencial, que no es otro que la intención manifiesta de denigrar al otro en su misma raíz, en sus propios genes.
Suárez tuvo un enfrentamiento con Evra, se insultaron como lo hacen los futbolistas dentro de una cancha desde el Paleolítico hasta nuestros días. Tal cual aseguró Joseph Blatter, presidente de la FIFA, "son incidentes que se resuelven en la cancha, con un apretón de manos al terminar el partido". Y es así, sin agregar ni un punto ni una coma. Y es así, aunque los ingleses hayan hecho poner de rodillas al mandamás del fútbol mundial para que les pidiera perdón. Y es así, aunque los propios ingleses lo hayan humillado hasta la infamia cuando, luego de hacerle pedir perdón, no le aceptaron las disculpas. Y es así, porque Luis Suárez, como podría haberlo hecho cualquier uruguayo, le dijo a Evra "tranquilizate negrito", sin la menor intención de ofender los genes de su raza, de la misma forma que le hubiera dicho "tranquilizate flaco" o "conejo", o lo que sea.
Los futbolistas siempre declararon que este tipo de insultos dentro de una cancha quedan en el terreno de los hechos, toda la vida contestaron a la requisitoria periodística con el clásico "son cosas del fútbol" o "ya pasó, quedó adentro de la cancha, está todo bien".
En este episodio la intención de agresión u ofensa racista la agregó el propio Evra, un llorón incapaz de resolver los pleitos como un hombre, tal cual insinuó claramente -con otras palabras, claro está- en su momento Gustavo Poyet, uno de los deportistas extranjeros más venerados y respetados en Inglaterra. Y a Evra, siempre conflictivo y protagonista de múltiples episodios en los que siempre mostró un sucio proceder, le siguieron la corriente los ingleses, prensa y FA, muy preocupados siempre por quitar del camino a los que les molestan demasiado y no pagan el peaje de tener el marketing imprescindible para contar con su visto bueno e incondicional apoyo.
Luis Suárez y su fútbol se han vuelto insoportables para los ingleses. Los técnicos rivales ya no saben qué táctica aplicar para frenarlo, el uruguayo les destroza todo el trabajo de la semana previa al partido ante Liverpool. Los defensas se niegan a seguir haciendo el ridículo cada vez que lo enfrentan y quedan desairados, por lo cual ya habían comenzado esta trama acusándolo de fingir constantemente faltas inexistentes en su contra. La prensa no admite endiosar a alguien que proviene de un país sin peso alguno en el marketing, por más glorias que arrastre consigo. Luisito Suárez se les coló con mil quiebres y mil amagues en su imperio de dinero y poder, donde sólo están admitidos los opulentos.
"No way Luisito".
jueves, 17 de noviembre de 2011
FRACASADO II
En Inglaterra a Luis Suárez, a su fútbol de pesadilla, a su picardía, a su obsesión por el arco rival, a su ambición constante, a su habilidad, a su fuerza interminable, NO LO SOPORTAN MAS. Así de simple, así de concreto. Los técnicos rivales están sencillamente hartos de que el uruguayo les destroce en un segundo todo la planificación previa de la semana. Los defensas que enfrentan al Liverpool semana a semana se niegan terminantemente a continuar apareciendo en las imágenes televisivas haciendo el ridículo. Los periodistas ingleses no quieren seguir ni por un segundo más endiosando a un futbolista foráneo que opaca y hasta ridiculiza a los locales en cada partido y, lo que es aún más grave, es oriundo de un país sin marqueting, en otras palabras, Suárez y Uruguay no venden.
Pocos días atrás el tremendo problema es que el uruguayo se tiraba y fingía demasiado, situación nada aceptable en el "inmaculado" fútbol inglés. Ahora a Patrick Evra, ese futbolista francés frustrado y de borrosos antecedentes- se le ocurrió acusarlo de racista y eso le vino de maravilla a todos los damnificados por el fútbol del uruguayo. La cuestión es, claramente, sacar a Suárez de la competencia, marginarlo definitivamente. Claro está que esto no es racismo, es simplemente discriminación y segregación, pero sirve para que el camino de rosas siga reservado a futbolistas de países con un potencial económico y político mínimos, para que el factor marqueting no quede desairado.
Pero de todos modos hoy, jueves 17 de noviembre de 2011, el blanco de los dardos venenosos de la prensa británica no apuntó precisamente a Luis Suárez. Es que a un tal Joseph Blatter, presidente de un organismo llamado FIFA, que dice regir las normas de un deporte universal llamado fútbol, no se le ocurrió mejor idea que declarar que el tipo de incidentes protagonizados dentro de una cancha de fútbol, aún entre jugadores de diferentes razas, deben tomarse como parte del fútbol, un deporte de contacto permanente, y no particularmente como episodios de origen racista, por lo cual dichos choques siempre son pasibles de ser zanjados con un fuerte apretón de manos una vez finalizado el partido. Con estas afirmaciones el mandamás de FIFA se pronunció claramente en el tema, aunque sin dar nombres propios ni mencionar situaciones particulares o concretas.
Y dijo la verdad, sin agegar ni quitar ni un punto o una coma. Es inadmisible que cada choque, que cada roce o intercambio de palabras o inclusive insultos, entre futbolistas de razas diferentes, sea tomado como un episodio en el cual esté involucrada una figura tan trascendente y dramática como el racismo. Hasta dónde se quiere llegar en este tema? Se trata de una moda macabra o de un truco artero para marginar de la profesión a futbolistas desequilibrantes como Suárez, por ejemplo? La decisión de la Federación Inglesa sentando al uruguayo en el banquillo de los acusados sin siquiera escuchar qué es lo que tiene para decir en su defensa, tiene un sabor a maquinación que es casi imposible de soslayar.
El capitán de la selección inglesa y del Chelsea, John Terry, enfrenta también la posibilidad de ser acusado de racista tras un incidente que protagonizara, también un mes atrás, con Anton Ferdinand, el defensa de color perteneciente al Stoke City, hermano menor del histórico del Manchester United, Rio Ferdinand. Pero la curiosidad quiso que, en este otro caso, la Federación Inglesa simplemente declarara oficialmente, muy suelta de cuerpo, que hasta que no se demostrara lo contrario, Terry era considerado "inocente" de toda culpa en el tema. Pero quizás pueda tratarse de una inocente diferencia de enfoque entre ambos episodios, o no?
Como conclusión del tema, y defenestrado Blatter, a quien hoy en Inglaterra se le pide a gritos la renuncia inmediata por el delito de defender la escencia misma del fútbol como deporte de contacto, el camino queda despejado para cualquiera que tenga el antojo de acusar de racismo a un futbolista desequilibrante, con el objetivo exclusivo de marginarlo de la competencia y si es posible de la profesión, utilizando un medio legítimo por supuesto, ya que mezclar el racismo con incidentes comunes y corrientes que ocurren y han ocurrido siempre dentro de una cancha de fútbol, es algo que está de moda y por tanto absolutamente permitido.
"Avant" Evra, el camino va a quedar despejado...
Pocos días atrás el tremendo problema es que el uruguayo se tiraba y fingía demasiado, situación nada aceptable en el "inmaculado" fútbol inglés. Ahora a Patrick Evra, ese futbolista francés frustrado y de borrosos antecedentes- se le ocurrió acusarlo de racista y eso le vino de maravilla a todos los damnificados por el fútbol del uruguayo. La cuestión es, claramente, sacar a Suárez de la competencia, marginarlo definitivamente. Claro está que esto no es racismo, es simplemente discriminación y segregación, pero sirve para que el camino de rosas siga reservado a futbolistas de países con un potencial económico y político mínimos, para que el factor marqueting no quede desairado.
Pero de todos modos hoy, jueves 17 de noviembre de 2011, el blanco de los dardos venenosos de la prensa británica no apuntó precisamente a Luis Suárez. Es que a un tal Joseph Blatter, presidente de un organismo llamado FIFA, que dice regir las normas de un deporte universal llamado fútbol, no se le ocurrió mejor idea que declarar que el tipo de incidentes protagonizados dentro de una cancha de fútbol, aún entre jugadores de diferentes razas, deben tomarse como parte del fútbol, un deporte de contacto permanente, y no particularmente como episodios de origen racista, por lo cual dichos choques siempre son pasibles de ser zanjados con un fuerte apretón de manos una vez finalizado el partido. Con estas afirmaciones el mandamás de FIFA se pronunció claramente en el tema, aunque sin dar nombres propios ni mencionar situaciones particulares o concretas.
Y dijo la verdad, sin agegar ni quitar ni un punto o una coma. Es inadmisible que cada choque, que cada roce o intercambio de palabras o inclusive insultos, entre futbolistas de razas diferentes, sea tomado como un episodio en el cual esté involucrada una figura tan trascendente y dramática como el racismo. Hasta dónde se quiere llegar en este tema? Se trata de una moda macabra o de un truco artero para marginar de la profesión a futbolistas desequilibrantes como Suárez, por ejemplo? La decisión de la Federación Inglesa sentando al uruguayo en el banquillo de los acusados sin siquiera escuchar qué es lo que tiene para decir en su defensa, tiene un sabor a maquinación que es casi imposible de soslayar.
El capitán de la selección inglesa y del Chelsea, John Terry, enfrenta también la posibilidad de ser acusado de racista tras un incidente que protagonizara, también un mes atrás, con Anton Ferdinand, el defensa de color perteneciente al Stoke City, hermano menor del histórico del Manchester United, Rio Ferdinand. Pero la curiosidad quiso que, en este otro caso, la Federación Inglesa simplemente declarara oficialmente, muy suelta de cuerpo, que hasta que no se demostrara lo contrario, Terry era considerado "inocente" de toda culpa en el tema. Pero quizás pueda tratarse de una inocente diferencia de enfoque entre ambos episodios, o no?
Como conclusión del tema, y defenestrado Blatter, a quien hoy en Inglaterra se le pide a gritos la renuncia inmediata por el delito de defender la escencia misma del fútbol como deporte de contacto, el camino queda despejado para cualquiera que tenga el antojo de acusar de racismo a un futbolista desequilibrante, con el objetivo exclusivo de marginarlo de la competencia y si es posible de la profesión, utilizando un medio legítimo por supuesto, ya que mezclar el racismo con incidentes comunes y corrientes que ocurren y han ocurrido siempre dentro de una cancha de fútbol, es algo que está de moda y por tanto absolutamente permitido.
"Avant" Evra, el camino va a quedar despejado...
miércoles, 16 de noviembre de 2011
FRACASADO
En las últimas horas el nombre del francés Patrick Evra ha terminado de afianzarse como el sinónimo de fracaso como futbolista y como ser humano. Comenzó a cimentar su fama cuando fue primer actor y protagonista casi excluyente del papelón del siglo, cuando tras la ridícula rebelión comandada por el entonces capitán de la selección de su país, el plantel completo se negó a entrenar luego del empate 0 a 0 ante Uruguay en su primer partido del Mundial Sud Africa 2010. Francia se cayó a pedazos, el escándalo y la verguenza sobrepasaron los límite más extremos y, entre otros, su capitán fue expulsado inmediatamente del plantel.
Pero lamentablemente el monstruo volvió a la acción. El 15 de octubre de 2011 su equipo, el laureado Manchester United, enfrentó al Liverpool de Luis Suárez, en uno de los clásicos más prestigiosos del fútbol inglés. En uno de los tantos choques que sostuvo con el uruguayo, se les vió forcejear y sostener un diálogo que se antojó áspero por demás, pero nada ajeno por cierto a las pautas comunes que rigen las relaciones entre futbolistas en cualquier cancha del mundo. Es bien claro y conocido que, en el ambiente del fútbol, los jugadores se niegan generalmente a comentar a la prensa este tipo de intercambios verbales, alegando el ya clásico "son cosas del fútbol", expresión que aspira a respetar -y también a que sean respetados- los códigos que rigieron desde siempre las relaciones entre los jugadores de fútbol del mundo entero.
Sin embargo en este caso, sorpresivamente, una vez terminado el partido, el francés sacó el megáfono acusando de racismo al futbolista uruguayo. Tras un mes de idas y venidas, de amagues, quiebres y requiebres, la Federación inglesa, aparentemente escuchando una sóla campana, decidió publicitar oficialmente una acusación de racismo contra Luis Suárez. Horas o inclusive minutos antes de conocerse esta resolución, el presidente de la FIFA Joseph Blatter le había quitado dramatismo al tema, declarando que este tipo de situaciones que tantas veces se habían dado y se seguirían dando dentro de una cancha de fútbol, deberían resolverse con un fuerte apretón de manos al final del encuentro.
Al tiempo que la FA hacía pública la absurda acusación formal a Luis Suárez, una auténtica andanada de críticas se desplomaba sobre el mandamás de la FIFA. Entre otros futbolistas de raza negra, Rio Ferdinand, un histórico de Manchester United y Jermain Jenas, ahora en el Aston Villa, mostraban su incredulidad ante las afirmaciones de Blatter y éste respondía forzadamente que "claro, claro, el racismo es una plaga a la que hay que desterrar de plano, no hay lugar para él, lo que quise decir es que asperezas han habido siempre y las seguirán habiendo en las canchas de fútbol y eso es lo que debe resolverse con un gran apretón de manos al finalizar el partido". Que sí, que no, que bueno, que voy, que vengo, el titular de FIFA terminó, como casi siempre, protagonizando un papel patético, lamentable. Se desdijo y no se desdijo, en realidad no se sabe muy bien qué es lo que quiso hacer o para donde pretendió enfilar. En realidad algo coherente con su conducta regular, lo de siempre, ni más ni menos.
Porque en realidad, y aunque fuera por una vez en su vida, le había embocado con sus declaraciones, había dado de lleno en el blanco. Sin decirlo explícitamente, estaba denunciando velada, pero a la vez claramente, que algunos futbolistas de raza negra están ni más ni menos que aprovechando la oportunidad que les sirve en bandeja la propaganda anti racista que gobierna el deporte mundial, para voltear impune y alevosamente a rivales que les caen demasiado pesados dentro de un terreno de juego. Este es, claramente y sin lugar a ninguna duda, el caso del siniestro Patrick Evra a quien -como a tantos y tantos otros en el mundo del fútbol- el fenómeno "Suárez" le queda demasiado grande. Hay que deshacerse de él, hay que derrocarlo, cortarle la cabeza a como dé lugar.
"Yo soy negro, él es blanco, pues aprovechemos eso, la propaganda anti racista está en auge, apuntemos con ella hacia Suárez y cortémosle la carrera aunque, entre nosotros, mirá que no pasó nada que no sea moneda corriente entre un defensor y un atacante en una cancha de fútbol, insultos comunes y corrientes". No resulta nada complicado deducir que en un individuo de baja ética estos pensamientos diabólicos y deleznables, se transforman en maquinaciones perfectamente aceptables. Y muy probablemente, al menos de acuerdo a sus borrosos antecedentes, el francés Evra los incluyó como parte básica de sus maquiavélicos planes.
Moraleja: no hay que entreverar las cartas. El racismo es detestable, deplorable, repugnante. Entonces está claro que hay que combatirlo, abatirlo, masacrarlo. El deporte es otra cosa, no tiene nada que ver, no hay que mezclarlo con nada más porque su forma pura y cristalina es justamente lo más resaltable. Si entreveramos las cartas siempre van a aparecer quienes, como Patrick Evra, van a aprovechar esa circunstancia para ejecutar sus fines siniestros.
Pero lamentablemente el monstruo volvió a la acción. El 15 de octubre de 2011 su equipo, el laureado Manchester United, enfrentó al Liverpool de Luis Suárez, en uno de los clásicos más prestigiosos del fútbol inglés. En uno de los tantos choques que sostuvo con el uruguayo, se les vió forcejear y sostener un diálogo que se antojó áspero por demás, pero nada ajeno por cierto a las pautas comunes que rigen las relaciones entre futbolistas en cualquier cancha del mundo. Es bien claro y conocido que, en el ambiente del fútbol, los jugadores se niegan generalmente a comentar a la prensa este tipo de intercambios verbales, alegando el ya clásico "son cosas del fútbol", expresión que aspira a respetar -y también a que sean respetados- los códigos que rigieron desde siempre las relaciones entre los jugadores de fútbol del mundo entero.
Sin embargo en este caso, sorpresivamente, una vez terminado el partido, el francés sacó el megáfono acusando de racismo al futbolista uruguayo. Tras un mes de idas y venidas, de amagues, quiebres y requiebres, la Federación inglesa, aparentemente escuchando una sóla campana, decidió publicitar oficialmente una acusación de racismo contra Luis Suárez. Horas o inclusive minutos antes de conocerse esta resolución, el presidente de la FIFA Joseph Blatter le había quitado dramatismo al tema, declarando que este tipo de situaciones que tantas veces se habían dado y se seguirían dando dentro de una cancha de fútbol, deberían resolverse con un fuerte apretón de manos al final del encuentro.
Al tiempo que la FA hacía pública la absurda acusación formal a Luis Suárez, una auténtica andanada de críticas se desplomaba sobre el mandamás de la FIFA. Entre otros futbolistas de raza negra, Rio Ferdinand, un histórico de Manchester United y Jermain Jenas, ahora en el Aston Villa, mostraban su incredulidad ante las afirmaciones de Blatter y éste respondía forzadamente que "claro, claro, el racismo es una plaga a la que hay que desterrar de plano, no hay lugar para él, lo que quise decir es que asperezas han habido siempre y las seguirán habiendo en las canchas de fútbol y eso es lo que debe resolverse con un gran apretón de manos al finalizar el partido". Que sí, que no, que bueno, que voy, que vengo, el titular de FIFA terminó, como casi siempre, protagonizando un papel patético, lamentable. Se desdijo y no se desdijo, en realidad no se sabe muy bien qué es lo que quiso hacer o para donde pretendió enfilar. En realidad algo coherente con su conducta regular, lo de siempre, ni más ni menos.
Porque en realidad, y aunque fuera por una vez en su vida, le había embocado con sus declaraciones, había dado de lleno en el blanco. Sin decirlo explícitamente, estaba denunciando velada, pero a la vez claramente, que algunos futbolistas de raza negra están ni más ni menos que aprovechando la oportunidad que les sirve en bandeja la propaganda anti racista que gobierna el deporte mundial, para voltear impune y alevosamente a rivales que les caen demasiado pesados dentro de un terreno de juego. Este es, claramente y sin lugar a ninguna duda, el caso del siniestro Patrick Evra a quien -como a tantos y tantos otros en el mundo del fútbol- el fenómeno "Suárez" le queda demasiado grande. Hay que deshacerse de él, hay que derrocarlo, cortarle la cabeza a como dé lugar.
"Yo soy negro, él es blanco, pues aprovechemos eso, la propaganda anti racista está en auge, apuntemos con ella hacia Suárez y cortémosle la carrera aunque, entre nosotros, mirá que no pasó nada que no sea moneda corriente entre un defensor y un atacante en una cancha de fútbol, insultos comunes y corrientes". No resulta nada complicado deducir que en un individuo de baja ética estos pensamientos diabólicos y deleznables, se transforman en maquinaciones perfectamente aceptables. Y muy probablemente, al menos de acuerdo a sus borrosos antecedentes, el francés Evra los incluyó como parte básica de sus maquiavélicos planes.
Moraleja: no hay que entreverar las cartas. El racismo es detestable, deplorable, repugnante. Entonces está claro que hay que combatirlo, abatirlo, masacrarlo. El deporte es otra cosa, no tiene nada que ver, no hay que mezclarlo con nada más porque su forma pura y cristalina es justamente lo más resaltable. Si entreveramos las cartas siempre van a aparecer quienes, como Patrick Evra, van a aprovechar esa circunstancia para ejecutar sus fines siniestros.
martes, 15 de noviembre de 2011
COMO AHORA O COMO ANTES
Siempre fue igual. Las formas nunca importaron, ni contaron. Nadie se fijó demasiado en la técnica que utilizó Ghiggia para meterla contra el primer palo de Barboza en la tarde del día "D" del fútbol mundial. Simplemente la metió y la tierra se partió en dos para más de la mitad de América del Sur, para el país-continente que nunca pudo someternos desde Lavalleja hasta nuestros días.
Con un manotón de ahogado salimos a flote en Sud Africa 2010 y sumergimos las esperanzas de todo un continente que se aprontaba para vestirse de gala por primera vez. Forzamos a la FIFA a incluirnos en el selecto grupo de potencias mundiales a las que habíamos dejado de pertencecer desde mucho tiempo atrás. Casi como de mala gana los encorsetados jefes del fútbol universal nos adjudicaron el sexto lugar de su ranking universal. Fue como si dijeran: "no queda otra pero total, para lo que les va a durar la buena racha..."
El problema fue que en 2011, lejos de amainar, la tormenta celeste se llevó puestas las aspiraciones de Argentina en su propia Copa América. Los vecinos estaban convencidos de que en su casa iba a llegar la redención de los pecados cometidos en Sud Africa 2010, pero el ejército celeste destruyó las esperanzas, las estrellas, el nuevo técnico y todo lo que encontró a su paso.
El telón de las peligrosas eliminatorias sudamericanas se levantó con Uruguay en la cuarta ubicación del ranking FIFA. "En noviembre quedan décimos", pensaron muchos tiburones, nada interesados en cubrir los primeros puestos con países de poco peso en el marketing mundial.
Las cruentas ejecuciones de Luis Suárez a los chilenos en la noche del 11 de noviembre de 2011, taparon una actuación exhuberante de todo el equipo que redondeó una obra magistral sobre el césped del Centenario. Solamente una fugaz resurrección de la sombra negra guaraní del pasado había permitido un mes antes que Uruguay perdiera los dos primeros puntos de la eliminatoria sudamericana. Pero luego de triturar a Chile la punta quedó asegurada con candado y broche de oro.
Pero aún quedaba una prueba de fuego para mantenerse entre los cuatro primeros del mundo, muy a pesar de los reyes del marketing mundial. Sin Suárez, sin Forlán, sin Abreu, sin Hernández, era complicado, hasta tremendo enfrentar al resurgimiento italiano en su propia casa, con nuevo técnico, plantel renovado y hasta un insólito cambio de filosofía futbolística, una auténtica apuesta al fútbol ofensivo, una especie de "adío" a la clásica especulación del viejo "catenaccio".
Una llegada, un gol...y se acabó. Ganó Uruguay. Si no había opción de quiebres demoníacos, remates a quemarropa, piques acalambrantes, paredes magistrales o desbordes inapelables -alcanzó con uno, el del "Pelado" Cáceres- quedaba lo otro, lo demás, lo de siempre, lo que cimentó la historia del gigante al que todavía pretenden hacer chico. "El partido ante Uruguay nunca fue amistoso, por eso fue provechoso", declaró -inteligente- el técnico italiano. Claro, es difícil y hasta inapropiado para un amistoso propiciado por la pulcra e inmaculada FIFA, que un equipo, para suplir figuras vitales en su funcionamiento, corra, marque, "muerda" y tranque hasta con las muelas con tal de sacar -o mantener- el resultado a su favor.
Como ahora, con las maravillas del insoportable Suárez, la contundencia de Forlán y el juego colectivo aceitado y sincronizado del grupo maravilloso formado por el maestro Tabárez. Y...si no se puede así, porque le faltan piezas en el tablero o por lo que sea, bueno, entonces como antes, como siempre: con fuerza, con lucha, con ganas, con sangre, sudor y lágrimas. Con todo, como siempre, como Uruguay.
Con un manotón de ahogado salimos a flote en Sud Africa 2010 y sumergimos las esperanzas de todo un continente que se aprontaba para vestirse de gala por primera vez. Forzamos a la FIFA a incluirnos en el selecto grupo de potencias mundiales a las que habíamos dejado de pertencecer desde mucho tiempo atrás. Casi como de mala gana los encorsetados jefes del fútbol universal nos adjudicaron el sexto lugar de su ranking universal. Fue como si dijeran: "no queda otra pero total, para lo que les va a durar la buena racha..."
El problema fue que en 2011, lejos de amainar, la tormenta celeste se llevó puestas las aspiraciones de Argentina en su propia Copa América. Los vecinos estaban convencidos de que en su casa iba a llegar la redención de los pecados cometidos en Sud Africa 2010, pero el ejército celeste destruyó las esperanzas, las estrellas, el nuevo técnico y todo lo que encontró a su paso.
El telón de las peligrosas eliminatorias sudamericanas se levantó con Uruguay en la cuarta ubicación del ranking FIFA. "En noviembre quedan décimos", pensaron muchos tiburones, nada interesados en cubrir los primeros puestos con países de poco peso en el marketing mundial.
Las cruentas ejecuciones de Luis Suárez a los chilenos en la noche del 11 de noviembre de 2011, taparon una actuación exhuberante de todo el equipo que redondeó una obra magistral sobre el césped del Centenario. Solamente una fugaz resurrección de la sombra negra guaraní del pasado había permitido un mes antes que Uruguay perdiera los dos primeros puntos de la eliminatoria sudamericana. Pero luego de triturar a Chile la punta quedó asegurada con candado y broche de oro.
Pero aún quedaba una prueba de fuego para mantenerse entre los cuatro primeros del mundo, muy a pesar de los reyes del marketing mundial. Sin Suárez, sin Forlán, sin Abreu, sin Hernández, era complicado, hasta tremendo enfrentar al resurgimiento italiano en su propia casa, con nuevo técnico, plantel renovado y hasta un insólito cambio de filosofía futbolística, una auténtica apuesta al fútbol ofensivo, una especie de "adío" a la clásica especulación del viejo "catenaccio".
Una llegada, un gol...y se acabó. Ganó Uruguay. Si no había opción de quiebres demoníacos, remates a quemarropa, piques acalambrantes, paredes magistrales o desbordes inapelables -alcanzó con uno, el del "Pelado" Cáceres- quedaba lo otro, lo demás, lo de siempre, lo que cimentó la historia del gigante al que todavía pretenden hacer chico. "El partido ante Uruguay nunca fue amistoso, por eso fue provechoso", declaró -inteligente- el técnico italiano. Claro, es difícil y hasta inapropiado para un amistoso propiciado por la pulcra e inmaculada FIFA, que un equipo, para suplir figuras vitales en su funcionamiento, corra, marque, "muerda" y tranque hasta con las muelas con tal de sacar -o mantener- el resultado a su favor.
Como ahora, con las maravillas del insoportable Suárez, la contundencia de Forlán y el juego colectivo aceitado y sincronizado del grupo maravilloso formado por el maestro Tabárez. Y...si no se puede así, porque le faltan piezas en el tablero o por lo que sea, bueno, entonces como antes, como siempre: con fuerza, con lucha, con ganas, con sangre, sudor y lágrimas. Con todo, como siempre, como Uruguay.
miércoles, 9 de noviembre de 2011
ACORRALADOS
"Paciente inestable, presión arterial 18/10, temperatura 40 grados, funcionamiento alterado de los órganos, arritmia aguda, bloqueo intestinal y renal. La complicación máxima se genera en una insuficiencia aguda de irrigación cerebral, su estado general puede rotularse de grave a desesperante".
Europa está en el CTI y cada día parecen más difusas e inciertas las posibilidades de una recuperación que al menos le permita un traslado a Cuidados Intermedios. Los mercados mundiales de valores están prisioneros de un sube y baja permanente, como si estuvieran controlados por los caprichos de un infante malcriado en un parque de diversiones. La demencial idea de un conflicto armado que transformaría al mundo en algo semejante a "El Planeta de los Simios", se paseó siniestra por las cumbres de los mandatarios del viejo continente.
Los políticos se miran de reojo, se menean en una triste danza de impotencia, no entienden a sus colegas pero tampoco se entienden a sí mismos, en realidad no entienden nada. Los pueblos asisten resignados a esta obra cumbre de la impotencia universal, en la cual los actores principales, los más laureados, hacen de la inutilidad absoluta su papel favorito. Efectivamente la sangre ya no llega al cerebro, las ideas se desvanecieron en la bruma de la inestabilidad. No hay más líderes, estandartes que las masas elevaban con orgullo y pasión, cálidos refugios de los más desamparados. Desaparecieron algunos, se hicieron pedazos otros, dejaron ya de ser una especie en extinción, simplemente porque ya son recuerdo desde hace mucho tiempo. El mundo no tiene timoneles y Europa, a merced de esta marea loca y asesina en que está sumida, es la que más los reclama.
En medio del caos hay todavía algunos que decidieron jugar a la ruleta. Apostaron en grande, todo a color, o a pleno. Son los casos de Grecia y de Italia, dos países cuyos políticos estuvieron hasta último momento muy ocupados en priorizar su poder irreverente, indecente, inmoralmente irrespetuoso. Minimizaron el drama, casi lo ignoraron, prefirieron intentar ganarse a sus pueblos desparramando demagogia hacia los cuatro vientos, manteniendo prebendas, ignorando el ahorro público y haciendo la vista gorda a la ola que los tapaba.
Y terminaron jugando a la ruleta...rusa. Porque al final, como era indefectible que sucediera, la bala salió de la recámara. Los demás damnificados no los aguantaron más, se hartaron de tanta desidia, inconciencia y ambición. Están sitiados, acorralados irremisiblemente, prisioneros de su propia ambición de poder. La furia de la tormenta no amaina, las olas continúan amenazando con taparlo todo, pero al menos ahora los que intentan salvarse tratan de remar parejo.
Europa está en el CTI y cada día parecen más difusas e inciertas las posibilidades de una recuperación que al menos le permita un traslado a Cuidados Intermedios. Los mercados mundiales de valores están prisioneros de un sube y baja permanente, como si estuvieran controlados por los caprichos de un infante malcriado en un parque de diversiones. La demencial idea de un conflicto armado que transformaría al mundo en algo semejante a "El Planeta de los Simios", se paseó siniestra por las cumbres de los mandatarios del viejo continente.
Los políticos se miran de reojo, se menean en una triste danza de impotencia, no entienden a sus colegas pero tampoco se entienden a sí mismos, en realidad no entienden nada. Los pueblos asisten resignados a esta obra cumbre de la impotencia universal, en la cual los actores principales, los más laureados, hacen de la inutilidad absoluta su papel favorito. Efectivamente la sangre ya no llega al cerebro, las ideas se desvanecieron en la bruma de la inestabilidad. No hay más líderes, estandartes que las masas elevaban con orgullo y pasión, cálidos refugios de los más desamparados. Desaparecieron algunos, se hicieron pedazos otros, dejaron ya de ser una especie en extinción, simplemente porque ya son recuerdo desde hace mucho tiempo. El mundo no tiene timoneles y Europa, a merced de esta marea loca y asesina en que está sumida, es la que más los reclama.
En medio del caos hay todavía algunos que decidieron jugar a la ruleta. Apostaron en grande, todo a color, o a pleno. Son los casos de Grecia y de Italia, dos países cuyos políticos estuvieron hasta último momento muy ocupados en priorizar su poder irreverente, indecente, inmoralmente irrespetuoso. Minimizaron el drama, casi lo ignoraron, prefirieron intentar ganarse a sus pueblos desparramando demagogia hacia los cuatro vientos, manteniendo prebendas, ignorando el ahorro público y haciendo la vista gorda a la ola que los tapaba.
Y terminaron jugando a la ruleta...rusa. Porque al final, como era indefectible que sucediera, la bala salió de la recámara. Los demás damnificados no los aguantaron más, se hartaron de tanta desidia, inconciencia y ambición. Están sitiados, acorralados irremisiblemente, prisioneros de su propia ambición de poder. La furia de la tormenta no amaina, las olas continúan amenazando con taparlo todo, pero al menos ahora los que intentan salvarse tratan de remar parejo.
martes, 1 de febrero de 2011
El nuevo Daniel el travieso
Daniel el travieso tenía como pan de cada día el hacer perder el juicio al señor Wilson. Su apuesta era volverlo completamente loco mientras la paciente señora Wilson, en cambio, toleraba y aún festejaba las barrabasadas del rubio vecino, ignorando cruelmente la desesperación de su ya veterano esposo. Tiempos de las revistas de kioscos, ideadas quizás por las sufridas madres para mantener "atados" a los adolescentes a la difícil hora de la siesta en las vacaciones de verano, viejos tiempos, demasiado quizás. Pero a falta de TV buenas eran...esas revistas.
En junio de 2010 "Daniel el travieso" apareció de nuevo. Sus diabluras resurgieron con renovados bríos e incluyeron "meter una mano donde no debía" -o sí?-, dos zapatazos fuera de libreto y un cabezazo demencial. Y todavía, luego de una de sus amargas travesuras, decidió festejarla saltando por encima de los fotógrafos que se habían apostado estratégicamente para documentar debidamente sus depredaciones. Incomprensiblemente uno de dichos profesionales, lejos de sentirse intimidado por los tapones que le rozaron la cabeza, asumió el papel de la venerada señora Wilson y decidió inconcientemente unirse al festejo alocado del muchachito.
Eso sí, el nuevo "Daniel", el del tercer milenio, cambió de víctima. Probablemente se apiadó del apaleado señor Wilson y en su lugar eligió cercenar sueños de pueblos enteros. Esta vez con sus diabluras rieron sólo unos pocos olvidados del sureste del continente americano, pero en cambio lloraron muchos de otras partes del planeta: demasiados asiáticos, prácticamente todos los africanos y...quiénes más? Ah, sí...también algunos ingleses. Ellos fueron los que fingieron -sólo fingieron, eh?-no entender nada del juego que practicaba "Daniel", algo llamado fútbol, parece que bastante conocido en todo el mundo y casualmente, sólo por pura coincidencia, inventado por los ingleses y cuyo objetivo final es ganar, claro, como en casi todos los juegos.
Las aventuras del moderno Daniel el travieso llenaron de felicidad en junio de 2010 a un pequeño rincón del planeta. Al mismo tiempo, en un hogar de trabajadores extranjeros ubicado muy cerca de Londres, nacidos todos ellos en el mismo país que el nuevo Daniel, alguien anunció casi proféticamente, refiriéndose al revoltoso muchacho: "éste termina jugando acá (en Inglaterra)". Como de la nada, instantáneamente surgieron acusaciones de sordera precoz que pesuntamente impedían al autor del inocente comentario, el haber escuchado correctamente las mordaces acusaciones que los especialistas ingleses hacían pesar sobre el chico a la vista de sus horrendas travesuras en ese verano boreal.
Para colmo de males, meses más tarde, "Daniel" pretendió emular a Mike Tyson, aunque su estilo fue más parecido al del conde Drácula cuando le hincó los dientes en el cuello a un rival, mientras practicaban el mismo juego tan famoso en todo el orbe. Fue en otro lugar de Europa, donde vivía y jugaba "Daniel". El chico fue castigado y las imágenes de la mordedura, merecieron por supuesto el comentario de los mismos ingleses que lo habían enviado al Infierno en junio de 2010. "Vieron?, es el mismo ....... que metió la mano, ahora se entiende lo desleal que es? Eso es ser deportista?"
"Después de fin de año está jugando acá", repitió tercamente la voz frente al televisor, en la misma casa de la misma gente, ubicada muy ligeramente afuera de Londres.
Diego Maradona es uno de los personajes más idolatrados por la prensa inglesa. Cuanto más tiempo transcurre luego del desaguisado que les hizo a los ingleses en 1986, ellos más lo aprecian y su imagen aparece en las pantallas de TV con una frecuencia inusitada. Y el ex técnico de Argentina se hace ver -en realidad siempre se hace ver como norma de vida- en Inglaterra en cuanta oportunidad se le presenta. Y ellos, los ingleses, no lo dejan en paz un segundo. Autógrafos, reuniones, fiestas, Masters de Tenis, todos cuentan con el verdugo del '86. Más bien se pelean por su presencia.
Luis Suárez es jugador del Liverpool inglés. Después de las críticas demoledoras por la mano salvadora de junio de 2010, luego de la mordedura de serpiente en la Eredivise (Liga holandesa) que le valió una nueva metralla de la crítica inglesa, los súbditos de la reina han sido coherentes una vez más. En realidad debieron haber "importado" a Mauricio Espinoza, que fue quien les pegó durísimo en el Mundial, gol de Frank Lampard mediante. Como no era una operación viable, entonces se decidieron por Suárez, con quien se la tomaron luego de la barrabasada del segundo línea de Inglaterra-Alemania.
"Suárez trae a Liverpool la experiencia que va a ayudar a Carroll (corpulento pero novel goleador del Newcastle adquirido por los "Reds" en el último segundo del período de pases de enero). Además Suárez, en sí mismo, es una máquina de hacer goles y si toma contacto con la pelota adentro del área, sólo Dios y él saben el destrozo que puede llegar a hacer". El comentario de un entrevistado por la cadena Sky Sports News, emitido el martes de mañana, no necesita ningún añadido. O sí? Sí, claro que sí. Es imposible obviar los diferentes videos que a través de Internet los hinchas de Liverpool han hecho circular por la red, todos ellos con canciones alusivas al formidable goleador uruguayo. Destaca nítidamente una frase cantada por dos niños ataviados con la camiseta del equipo del noroeste de Inglaterra. La tonada es de la viejísima canción italiana "Volare". Está entonada en Inglés y dice en un pasaje: "Oh Suáaaarez, oh Suáaaarez (en lugar de Volaaaare, volaaare), hiciste goles por Uruguay justo cuando todos te consideraban el diablo".
El número 7 se cotiza muy alto en Anfield Road, el estadio de Liverpool. La venta marcha a pasos agigantados y se espera que en los próximos días alcance topes inverosímiles. Tan inverosímil como la cantidad que recibirá Nacional por los derechos de formación de Luis Suárez. Ricardo Alarcón puede tomar asiento cómodamente en cualquiera de las tribunas del Parque Central. Sólo necesitará abrir la bolsa y todo el maná del cielo le caerá adentro.
En junio de 2010 "Daniel el travieso" apareció de nuevo. Sus diabluras resurgieron con renovados bríos e incluyeron "meter una mano donde no debía" -o sí?-, dos zapatazos fuera de libreto y un cabezazo demencial. Y todavía, luego de una de sus amargas travesuras, decidió festejarla saltando por encima de los fotógrafos que se habían apostado estratégicamente para documentar debidamente sus depredaciones. Incomprensiblemente uno de dichos profesionales, lejos de sentirse intimidado por los tapones que le rozaron la cabeza, asumió el papel de la venerada señora Wilson y decidió inconcientemente unirse al festejo alocado del muchachito.
Eso sí, el nuevo "Daniel", el del tercer milenio, cambió de víctima. Probablemente se apiadó del apaleado señor Wilson y en su lugar eligió cercenar sueños de pueblos enteros. Esta vez con sus diabluras rieron sólo unos pocos olvidados del sureste del continente americano, pero en cambio lloraron muchos de otras partes del planeta: demasiados asiáticos, prácticamente todos los africanos y...quiénes más? Ah, sí...también algunos ingleses. Ellos fueron los que fingieron -sólo fingieron, eh?-no entender nada del juego que practicaba "Daniel", algo llamado fútbol, parece que bastante conocido en todo el mundo y casualmente, sólo por pura coincidencia, inventado por los ingleses y cuyo objetivo final es ganar, claro, como en casi todos los juegos.
Las aventuras del moderno Daniel el travieso llenaron de felicidad en junio de 2010 a un pequeño rincón del planeta. Al mismo tiempo, en un hogar de trabajadores extranjeros ubicado muy cerca de Londres, nacidos todos ellos en el mismo país que el nuevo Daniel, alguien anunció casi proféticamente, refiriéndose al revoltoso muchacho: "éste termina jugando acá (en Inglaterra)". Como de la nada, instantáneamente surgieron acusaciones de sordera precoz que pesuntamente impedían al autor del inocente comentario, el haber escuchado correctamente las mordaces acusaciones que los especialistas ingleses hacían pesar sobre el chico a la vista de sus horrendas travesuras en ese verano boreal.
Para colmo de males, meses más tarde, "Daniel" pretendió emular a Mike Tyson, aunque su estilo fue más parecido al del conde Drácula cuando le hincó los dientes en el cuello a un rival, mientras practicaban el mismo juego tan famoso en todo el orbe. Fue en otro lugar de Europa, donde vivía y jugaba "Daniel". El chico fue castigado y las imágenes de la mordedura, merecieron por supuesto el comentario de los mismos ingleses que lo habían enviado al Infierno en junio de 2010. "Vieron?, es el mismo ....... que metió la mano, ahora se entiende lo desleal que es? Eso es ser deportista?"
"Después de fin de año está jugando acá", repitió tercamente la voz frente al televisor, en la misma casa de la misma gente, ubicada muy ligeramente afuera de Londres.
Diego Maradona es uno de los personajes más idolatrados por la prensa inglesa. Cuanto más tiempo transcurre luego del desaguisado que les hizo a los ingleses en 1986, ellos más lo aprecian y su imagen aparece en las pantallas de TV con una frecuencia inusitada. Y el ex técnico de Argentina se hace ver -en realidad siempre se hace ver como norma de vida- en Inglaterra en cuanta oportunidad se le presenta. Y ellos, los ingleses, no lo dejan en paz un segundo. Autógrafos, reuniones, fiestas, Masters de Tenis, todos cuentan con el verdugo del '86. Más bien se pelean por su presencia.
Luis Suárez es jugador del Liverpool inglés. Después de las críticas demoledoras por la mano salvadora de junio de 2010, luego de la mordedura de serpiente en la Eredivise (Liga holandesa) que le valió una nueva metralla de la crítica inglesa, los súbditos de la reina han sido coherentes una vez más. En realidad debieron haber "importado" a Mauricio Espinoza, que fue quien les pegó durísimo en el Mundial, gol de Frank Lampard mediante. Como no era una operación viable, entonces se decidieron por Suárez, con quien se la tomaron luego de la barrabasada del segundo línea de Inglaterra-Alemania.
"Suárez trae a Liverpool la experiencia que va a ayudar a Carroll (corpulento pero novel goleador del Newcastle adquirido por los "Reds" en el último segundo del período de pases de enero). Además Suárez, en sí mismo, es una máquina de hacer goles y si toma contacto con la pelota adentro del área, sólo Dios y él saben el destrozo que puede llegar a hacer". El comentario de un entrevistado por la cadena Sky Sports News, emitido el martes de mañana, no necesita ningún añadido. O sí? Sí, claro que sí. Es imposible obviar los diferentes videos que a través de Internet los hinchas de Liverpool han hecho circular por la red, todos ellos con canciones alusivas al formidable goleador uruguayo. Destaca nítidamente una frase cantada por dos niños ataviados con la camiseta del equipo del noroeste de Inglaterra. La tonada es de la viejísima canción italiana "Volare". Está entonada en Inglés y dice en un pasaje: "Oh Suáaaarez, oh Suáaaarez (en lugar de Volaaaare, volaaare), hiciste goles por Uruguay justo cuando todos te consideraban el diablo".
El número 7 se cotiza muy alto en Anfield Road, el estadio de Liverpool. La venta marcha a pasos agigantados y se espera que en los próximos días alcance topes inverosímiles. Tan inverosímil como la cantidad que recibirá Nacional por los derechos de formación de Luis Suárez. Ricardo Alarcón puede tomar asiento cómodamente en cualquiera de las tribunas del Parque Central. Sólo necesitará abrir la bolsa y todo el maná del cielo le caerá adentro.
viernes, 7 de enero de 2011
OSCURIDAD
El sol no ha vuelto a salir. Una tarde se ocultó por el lado oeste del planeta, tal como estaba acostumbrado a hacerlo, pero a la mañana siguiente el norte de Occidente se quedó esperándolo en vano, sumido en una oscuridad total y desesperanzada. Los especialistas se devanaban los sesos tratando de encontrar una luz en las tiniebas, aunque fuera la más tímida y apagada, porque había que regalarle alguna esperanza a la gente. Elaboraban todo tipo de pronósticos pero éstos resultaban tan poco creíbles que las personas terminaban mirándolos con tanto odio como al ejército enemigo, compuesto por inmorales especuladores que apagaron por aquel entonces la luz del mundo desarrollado.
Las noticias tienen muy poca vida, ni siquiera pueden conservarse en el freezer, no hay forma alguna de mantenerlas con salud. Sin embargo el desmantelamiento económico del Primer Mundo no respeta esa premisa y sigue acaparando descaradamente las primeras planas, especialmente en el caso de la prensa de los países cocinados a fuego en la gigantesca olla preparada por los depredadores, verdaderos caníbales que serían la envidia del propio Dr. Lecter, si el recordado personaje de Antony Hopkins no hubiera sido solamente un exitoso producto más del celuloide.
La apertura de las Bolsas, la posibilidad a veces cercana, otras lejana, de que los bancos se declaren nuevamente en rebeldía como si fueran jugadores de fútbol y tantos coletazos más, siguen por cierto ocupando lugar en el papel. Mas la noticia real, la verdadera, la impactante porque duele y lastima de verdad, no es la que aparece escrita en los diarios sino aquella que está marcada a fuego en las desprotegidas espaldas del ciudadano común.
Es que los gobiernos -nuevos, recién elegidos o viejos, coalicionados o no- no cuentan por cierto con la piedad como una de sus medidas de emergencia. En realidad ésta exótica virtud siempre estuvo fuera del programa de cualquier gobierno del planeta Tierra, pero en el caso de este Primer Mundo oscuro que hoy nos han regalado banqueros, especuladores y otras alimañas criadas en la misma selva de estropicios y podredumbre, la piedad ha pasado a ser casi una palabra prohibida en el diccionario de los gobiernos occidentales del hemisferio norte porque, tal como lo sentencian los voceros oficiales, "todos y cada uno de nosotros (hasta parecen muy seguros que ellos también) vamos a sufrir, todos lo vamos a sentir, no se escapará nadie de los cortes porque ésta es la única forma de abatir el déficit más grande de la historia de este país”.
En éstas emergencias todos los gobiernos del mundo invariablemente ponen en manos de la gente común la solución al destrozo que provocan previamente, con su irresponsabilidad y ambición, los inmensos tiburones del asfalto, resguardados en sus fantásticos y modernos acuarios, ocultos cientos de metros bajo el mar, rodeados de todas las medidas de protección y seguridad que les garantizan su invulnerabilidad eterna, de modo que con sus descomunales colmillos puedan seguir triturando a las personas communes hasta hacerlas papilla.
Todos los gobernantes dicen lo mismo, lo más cómodo es avisarle al que más sufre que no tiene otra salida más razonable que aguantar, es decir, seguir padeciendo y encima colaborar para palear el caos. Actúan frenta a las cámaras con caras más o menos circumspectas, con gestos más o menos adustos, fingiendo más o menos dolor como bien manda el manual del buen político, entrando en más o menos detalles, mirando con valentía o con cierto resquemor a las cámaras, en este último caso por si a algún exacerbado le diera por saltarles a la cara desde dentro del foco. Eso sí, todos unidos, eso es lo importante porque la unión hace la fuerza en la intención de hacerle entender a la gente, que precisamente nunca entiende nada, que de su sufrimiento perpetuo depende la salida de la mayor crisis de Occidente luego de la Segunda Guerra Mundial.
Tras la mentira descubierta, el telón se levantó y ahora muestra al azorado espectador de la platea un Primer Mundo que no ha dudado un segundo en aplicar las tácticas que tanto combatió y repudió en el pasado, succionando la sangre de la gente común, tal y como han acostumbrado a proceder los políticos del mundo entero cuando la corrupta ambición de sus jefes así se los ha exigido.
Las noticias tienen muy poca vida, ni siquiera pueden conservarse en el freezer, no hay forma alguna de mantenerlas con salud. Sin embargo el desmantelamiento económico del Primer Mundo no respeta esa premisa y sigue acaparando descaradamente las primeras planas, especialmente en el caso de la prensa de los países cocinados a fuego en la gigantesca olla preparada por los depredadores, verdaderos caníbales que serían la envidia del propio Dr. Lecter, si el recordado personaje de Antony Hopkins no hubiera sido solamente un exitoso producto más del celuloide.
La apertura de las Bolsas, la posibilidad a veces cercana, otras lejana, de que los bancos se declaren nuevamente en rebeldía como si fueran jugadores de fútbol y tantos coletazos más, siguen por cierto ocupando lugar en el papel. Mas la noticia real, la verdadera, la impactante porque duele y lastima de verdad, no es la que aparece escrita en los diarios sino aquella que está marcada a fuego en las desprotegidas espaldas del ciudadano común.
Es que los gobiernos -nuevos, recién elegidos o viejos, coalicionados o no- no cuentan por cierto con la piedad como una de sus medidas de emergencia. En realidad ésta exótica virtud siempre estuvo fuera del programa de cualquier gobierno del planeta Tierra, pero en el caso de este Primer Mundo oscuro que hoy nos han regalado banqueros, especuladores y otras alimañas criadas en la misma selva de estropicios y podredumbre, la piedad ha pasado a ser casi una palabra prohibida en el diccionario de los gobiernos occidentales del hemisferio norte porque, tal como lo sentencian los voceros oficiales, "todos y cada uno de nosotros (hasta parecen muy seguros que ellos también) vamos a sufrir, todos lo vamos a sentir, no se escapará nadie de los cortes porque ésta es la única forma de abatir el déficit más grande de la historia de este país”.
En éstas emergencias todos los gobiernos del mundo invariablemente ponen en manos de la gente común la solución al destrozo que provocan previamente, con su irresponsabilidad y ambición, los inmensos tiburones del asfalto, resguardados en sus fantásticos y modernos acuarios, ocultos cientos de metros bajo el mar, rodeados de todas las medidas de protección y seguridad que les garantizan su invulnerabilidad eterna, de modo que con sus descomunales colmillos puedan seguir triturando a las personas communes hasta hacerlas papilla.
Todos los gobernantes dicen lo mismo, lo más cómodo es avisarle al que más sufre que no tiene otra salida más razonable que aguantar, es decir, seguir padeciendo y encima colaborar para palear el caos. Actúan frenta a las cámaras con caras más o menos circumspectas, con gestos más o menos adustos, fingiendo más o menos dolor como bien manda el manual del buen político, entrando en más o menos detalles, mirando con valentía o con cierto resquemor a las cámaras, en este último caso por si a algún exacerbado le diera por saltarles a la cara desde dentro del foco. Eso sí, todos unidos, eso es lo importante porque la unión hace la fuerza en la intención de hacerle entender a la gente, que precisamente nunca entiende nada, que de su sufrimiento perpetuo depende la salida de la mayor crisis de Occidente luego de la Segunda Guerra Mundial.
Tras la mentira descubierta, el telón se levantó y ahora muestra al azorado espectador de la platea un Primer Mundo que no ha dudado un segundo en aplicar las tácticas que tanto combatió y repudió en el pasado, succionando la sangre de la gente común, tal y como han acostumbrado a proceder los políticos del mundo entero cuando la corrupta ambición de sus jefes así se los ha exigido.
lunes, 3 de enero de 2011
LA OTRA MANO DE DIOS (II)
Mientras muchos árbitros uruguayos pasean de las fronteras hacia adentro su petulancia y su altanería, negándose sistemáticamente a abandonar el rol protagónico que los transforma con su actitud en los dueños absolutos del espectáculo del fútbol, a 14.000 kms. de distancia sus pares ingleses son los abanderados permanentes de la actitud opuesta.
Permisivos hasta el desborde, ellos son el Reino Unido de la anarquía dentro de una chancha de fútbol. Claro está que no por ello dejan de tener un jefe, una cabeza -calva- que en junio de 2010 no hizo otra cosa que trasladar ese caos disciplinario que campea a discreción en las canchas inglesas…nada menos que a la final del Campeonato del Mundo. El sólo nombre de Howard Webb suena a dejar hacer y a dejar pasar lo que sea, lo que venga, así el futbolista traiga en su agenda una asesina plancha en el pecho de su rival. Fue el árbitro ideal para la planificación holandesa de esa final. Quién puede ser tan ingenuo como para no concluir que los “naranjas” no tenían otra opción para al menos intentar un triunfo, que ir a buscar el físico de los españoles a como diera lugar, dada la enorme superioridad técnico-táctica de una selección sobre la otra? Hasta el propio Bert van Marwijk, técnico de Holanda, llegó a insinuarlo luego de la derrota de su equipo.
De ese modo no fue nada difícil concluir que el aluvión de patadas salió del camarín junto con sus ejecutores. No hubo improvisación, nada fue sobre la marcha, no tocaron de oido, la siniestra melodía ya estaba en el atril y sólo había que ejecutarla. Claro que necesitaban la anuencia de quien representa la máxima autoridad dentro de un campo de juego. Y como sabían que la tenían, simplemente porque conocían al dedillo el tipo de música que interpretan los árbitros ingleses, no dudaron ni medio minuto en repartir todo el repertorio de golpes que pudieron imaginar, mientras el respetable Mr. Webb miraba olímpicamente para otro lado. Meses después del bochorno, ya en las últimas horas del moribundo 2010, el juez recibió de la Reina de Inglaterra uno de los galardones a las personalidades deportivas más destacadas del año, simplemente por haber arbitrado esa final. Por supuesto que muy poco importó cómo lo hizo. Mucho antes, pocas horas después que Webb dejara crecer sin pudor alguno las semillas del caos el ultimo día de Sud Africa 2010, un tal Joseph Blatter le daba la absolución, al tiempo que cargaba el fardo de lo acontecido a los futbolistas de ambos finalistas, llegando al absurdo máximo de multar a las dos federaciones por el mal comportamiento de los jugadores.
Todos y cada uno de los árbitros ingleses llevan en el alma la función de cura párroco y consejero espiritual de futbolistas. Luego de un puntapié asesino o de un codazo que podría llegar a desfigurar el rostro del propio Frankestein, el espectador asiste en vivo y en directo a un sermón dominical que sería la envidia del legendario párroco de Pocitos durante la primera mitad del siglo XX, el Padre Tamburini, si todavía estuviera vivo. El hincha asiste extasiado cada fin de semana a estas demostraciones de debilidad humana que transgeden todos los límites de lo normal y aceptable.
Muy poco tiempo después del implante de tapones que el holandés Nigel De Jong le aplicó al español Xabi Alonso durante la final de Sud Africa 2010 recibiendo en consecuencia una pálida y ridícula amarilla de parte del árbitro del encuentro, Mr. Howard Webb, el mismo karateca disfrazado otra vez de futbolista, se lanzó con sus dos piernas en “plancha” contra el promisorio volante del Newcastle, el juvenil francés Hatem Ben Arfa, fracturándole así la tibia y el peroné. Mr. Martin Atkinson, el árbitro del partido, tomó sus providencias claro está. Primero comprobó que el escalofriante sonido que se escuchó en todo el estadio, provenía realmente de los dos huesos quebrados del jugador francés. Luego de una larga deliberación con su conciencia, decidió “jugársela toda”. Así, cerró los ojos, se tensó al máximo, se dijo “que sea lo que Dios quiera” y recién entonces le mostró roja directa al holandés, mientras el joven francés, en quien Newcastle había depositado todas sus esperanzas para esta temporada, era retirado en camilla, a la vez que le aplicaban una máscara de oxígeno debido a que el indescriptible dolor le había cortado la respiración. En contraposición extrema a las dudas de Mr. Atkinson, Roberto Mancini, técnico del City y Bert van Marwijk, de la selección holandesa, se decidieron enseguida: Nigel De Jong fue borrado de un plumazo del plantel holandés que disputa las eliminatorias de la Eurocopa 2011 -van Marwijki necesitaba imperiosamente transformar, aunque fuera en parte, la deplorable imagen que la alevosía de sus dirigidos había dejado en la final de Sud Africa 2010- y todavía está por volver a jugar en el Manchester City luego de aquella atrocidad que cometiera.
Joseph Blatter y su multinacional pregonan el Fair Play al punto que revisando las nuevas reglas, el fútbol amenaza con transformarse muy pronto en un juego de muñecas. En extraña contradicción el mandamás suizo defiende a Howard Webb, el árbitro inglés de la final de Sud Africa 2010 y lo rotula como una simple víctima del mal comportamiento de los futbolistas en ese partido, en lugar de señalarlo -tal cual efectivamente lo fue- como el responsible directo de no haber sabido impartir justicia en la cancha.
Se busca: Termino Medio. Dónde está el punto equidistante entre el autoritarismo dictatorial y excluyente de muchos árbitros uruguayos, quienes siempre pretenden ser los reyes del espectáculo, y las semillas de anarquía y vacío total de autoridad que esparcen por todas las canchas los árbitros ingleses? El propio Blatter muestra también dos caras como el queso. Pregona por un lado un juego de muñecas, pero disculpa y hasta enaltece como un mártir a quien un día permitió que una cancha de fútbol se transformara en un circo romano, con feroces leones incluidos, nada menos que durante la final de un Campeonato del Mundo. Se explica que su Reina le otorgue un premio, pero que el fútbol mundial también se lo conceda, suena a gigantesca aberración.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)