Son las 6 y media de la tarde de un día hábil y todo lo que ruede ocupa un lugar en las angostas calles de Londres. Autos, camionetas, camiones, omnibuses de dos pisos (Double Decker) y de los comunes que, para peor, ahora son largos como anacondas, con un gran fuelle de goma en el medio que les permite retorcerse para encarar con éxito curvas de noventa grados en calles que normalmente no superan los doce o quince metros de ancho.
Es un caos, es la hora "pico", un mundo de gente ingenua sale de sus trabajo, ya que todos creen en el milagro de retornar temprano a sus hogares para reencontrarse con los suyos luego de una dura jornada. Ayer no lo consiguieron, pasaron largos minutos aprisionados en una calle angosta o en una que no lo era tanto. Pero igual piensan que hoy van a alcanzar la gran proeza, al menos se lo imaginan, así que también se olvidan de la bronca que se agarraron, de la impotencia que se apoderó de ellos hasta que decidieron apagar el motor y matizar la "dulce espera" bajándose del vehículo, fumándose un cigarro e intentando iniciar una charla con el de adelante, quien también optó por el mismo camino de la resignación.
-Me quiere decir qué vamos a hacer los londinenses cuando en el verano se nos vengan los carriles "Zil"? Sabe lo que son?
Y ante el gesto de incomprensión de su improvisado interlocutor, el hombre, ya aburrido hasta el hastío, encuentra el pretexto que buscaba para desenrrollar una larga perorata: "le quiero decir que esto no es nada, espere a que estos cráneos que organizan los Juegos Olímpicos clausuren 48 kms. de calles en todo Londres para el tráfico común, así que usted y yo, más todos estos penitentes que aguantan este martirio diario, tendremos que instalar ya mismo una palanca de vuelo en los coches. Créame, va a ser la única opción para no llegar a casa de madrugada".
-Quéeee? No se lo puedo creer, no había escuchado nada de eso antes, está seguro de lo que está diciendo?
-Como que me llamo Chris. No le pregunto si tiene tiempo para escucharme porque sería como tomarle el pelo, pero la gente ya los bautizó como los carriles "Zil", que era el nombre de las limusinas que transportaban a los altos mandos del Kremlin en la URSS y que tenían trato preferencial al resto del tránsito porque usaban vías exclusivas, que nadie podía invadir, bajo pena de cárcel.
A veces un rumor es sólo eso, un rumor y punto, pero esta vez la información que tiene Chris es "posta", como dirían los uruguayos, porque pese a que Londres se caracteriza justamente por sus calles angostas hasta el extremo, las principales de las pocas y privilegiadas vías que muestran casi orgullosamente dos o más carriles, tendrán una misión exclusiva durante los Juegos Olímpicos 2012.
En esos días del verano boreal, se desplazarán ágilmente por ellas 4.000 BMW y 1.500 omnibuses, que llevarán a competidores, personal de la organización y periodistas, en buen romance gente que no puede sufrir la "tragedia" a la que equivaldría llegar tarde a un evento por culpa del congestionamiento del tráfico.
Y ahí puede verse el chorro principal que mana de la fuente de protestas del londinense común, no precisamente el de a pie, ya que de vehículos y vías de tránsito trata el tema. El que se dirige raudamente a su oficina en la City, el que corre todos los días a abrir la cortina de su negocio, el que tiene que marcar la tarjeta en la oficina sin que valga ningún pretexto, todos ellos aprecian casi sin excepción la solemnidad del momento que su ciudad va a vivir muy pronto, pero no por ello dejan de sentirse discriminados por la medida.
"Pero hay más", le dice Chris a su colega de infortunio, en el medio de la calle donde ambos, junto a cientos más, han quedado anclados por el atolladero. "Qué me contesta usted si yo le digo cuál es la solución alternativa en caso de que las vías especiales no alcancen para la circulación de los "BMW" y los autobuses olímpicos? Usted jamás va a adivinar por dónde los van a llevar en ese caso". Y poniendo su mejor cara de intriga, larga su novedad: "los van a mandar por la senda de los autobuses de línea y a estos los van a hacer circular por la senda común, junto a los autos como el suyo y el mío. Se imagina lo que puede llegar a ser eso? Caos ya no sería la palabra adecuada, su significado quedaría muy débil".
El de adelante comienza a moverse de nuevo, el congestionamiento llega a su fin y la charla también. Por eso a Chris le faltó tiempo para contarle a su interlocutor que ni las ambulancias con la sirenas apagadas, aunque dentro lleven pacientes considerados vulnerables, se salvarán de la prohibición estricta de interferir en la senda de los vehículos olímpicos.
No es sólo la seguridad, el congestionamiento del tránsito también pone lo suyo para alimentar la polémica, ya en las puertas de los Juegos Olímpicos de Londres 2012.
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