domingo, 3 de junio de 2012

El predicador

     Uno de los grandes desafíos que enfrenta cualquier ciudad que sea seleccionada para organizar los Juegos Olímpicos, es atraer el interés y, más complicado aún, la participación activa y el compromiso de cada uno de sus habitantes. Es esa entrada en calor, esa puesta a punto para que luego de encendido, el motor rinda al máximo. Pero resulta que en algunas partes del mundo, ese trabajito no es nada sencillo.
      Londres se ha convertido en las últimas tres décadas en la cuna universal de la policromía de razas, culturas, costumbres, religiones y credos de todo tipo. En un clima con semejante particularidad, resulta muy complicado conseguir que una persona que llegó aquí con el excluyente fin de lograr las metas económicas que jamás pudo alcanzar en su país de origen, termine poniéndose la camiseta de la ciudad y metiéndose en cuerpo y alma en eventos deportivos, aunque esas justas sean nada menos que los Juegos Olímpicos.
      Los días de Kevin transcurren vociferando sin pausas sobre una tarima estratégicamente colocada en el inmenso hall central de la estación de Liverpool Street, en el corazón de la city londinense. Si alguien sube a la segunda planta y mira hacia abajo, la imagen que se le presentará será la de uno de los hormigueros más transitados del planeta.
      Gente corriendo, gente caminando, ejecutivos, viajeros, oficinistas, gente yendo rauda al encuentro de más gente, gente con valijas, gente y más gente. En el medio de ese maremoto se alzan Kevin y su inseparable micrófono. Hoy está hablándole a su público de los simbolismos que encierra el emblema de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Dice que el logotipo habla aunque no tenga voz: "verán el número 2012, los anillos olímpicos y la palabra Londres y eso no les dirá mucho si no saben que la forma y los colores verde, azul, anaranjado y rosado transmiten a viva voz fuerza y dinámica, están pensados especialmente para atraer a cada uno de ustedes, los londinenses que le dan vida cada día a esta gran ciudad, para que intervengan activamente en la preparación de los Juegos, a que se metan adentro de ellos en cuerpo y alma. El Comité Organizador no representa nada sin ustedes, sería como un cuerpo sin la sangre corriendo por las venas".
      Kevin es incansable, parece un predicador, en realidad lo es. También es una de las tantas cartas que el Comité Organizador está jugando en su desesperado objetivo de conseguirle a los Juegos un aliado clave para el éxito final: la gente. Y así Kevin, un cuarentón canoso, londinense de pura cepa, no se detiene
     Ahora se centra en las dos mascotas de los juegos, Wenlock y Mandeville, inspiradas en dos lugares del Reino Unido estrechamente vinculados a la justa olímpica. Orgulloso, Kevin enfatiza que en la antiguedad los Juegos de Much Wenlock inspiraron al Barón Pierre de Coubertin para la creación de los Juegos Olímpicos de la era moderna. Siempre a viva voz, agrega también que la segunda mascota pretende homenajear a la ciudad de Stoke Mandeville, donde se realizó una competencia especial para veteranos de la Segunda Guerra Mundial...justo en el día en que comenzaban los Juegos Olímpicos de Londres de 1948.
      Sale uno de los centenares de trenes desde la estación de Liverpool Street, pintado con el logo olímpico. Al verlo Kevin interrumpe inmediatamente su explicación y grita: "miren los vagones, ese es el logotipo del que les hablaba recién, ven los colores? De ellos sale la dinámica y la fuerza que necesitan todos ustedes, los londinenses, para que los Juegos alcancen el éxito que esperamos!".
      Tarea ímproba la de los tantos Kevin que el Comité Organizador diseminó como semillas a lo largo y a lo ancho de la ciudad de Londres. También es cierto que los ingleses han enfrentado desafíos más complicados y sobre todo más dramáticos que éste y los han sorteado con un éxito rotundo. Con esos antecedentes, seguro que los Juegos Olímpicos de 2012 conseguirán al final el compromiso de los londinenses y serán un éxito rotundo.

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