lunes, 25 de junio de 2012

El calentamiento previo

    "Qué regalan ahí papi?" pregunta Agnes (7) a su progenitor George (34), cuando al desembocar en Harrow Road, una de las principales arterias de Wembley Central, al oeste de Londres, ambos divisan una larga cola de gente apostada en la parada del autobús de la línea 18 con destino al centro de la ciudad. "No regalan nada Agnes, es que hay un gran paro de autobuses y pasa uno cada mucho tiempo. El bus no llega y cada vez se amontona más gente en la parada".
    Para peor es viernes, un día siempre complicado en cualquier ciudad del mundo. Es 22 de junio, la fecha fijada tiempo atrás por los conductores de autobuses para concretar un paro que terminó afectando al 80% de los servicios de las distintas empresas del servicio urbano de la capital inglesa. "A ninguno de nosotros le van a dar un bono de £ 500 (unos U$S 800) para trabajar durante los Juegos Olímpicos. Igual van a tener que ir a trabajar en esa época como lo hacen siempre, así que por qué hay que pagarles extra?", pregunta a viva voz una indignada Joanne (41), de profesión trabajadora social, mientras estira su cuello, impaciente, tratando de hacer aparecer el double decker (bus de 2 pisos) que la conducirá de regreso a casa.
    Los conductores de autobuses pretenden un bono extra de £ 500 para desarrollar su labor durante los Juegos Olímpicos. La gran bronca nació cuando supieron que para el momento de la magna justa los trabajadores de las distintas empresas de trenes recibirán bonos de entre £ 500 y £ 900 por cabeza. Mientras tanto Boris Johnson, el Mayor de Londres, está furioso con el reclamo. Dice que ya está acordado que las empresas de autobuses recibirán nada menos que £ 8:300.000 (unos U$S 14:000.000) para repartir entre los conductores. Aclara que "no se puede pagar una suma fija indiscriminadamente para cada trabajador, cada empresa tiene que sacar la cuenta de quiénes trabajarán más horas durante los Juegos y a esos sí les corresponderá el incentivo. Nadie cobra extra por trabajar las mismas horas de siempre".
     Claro, en el otro rincón los conductores le responden al Mayor que él no puede dejarlos en manos de las empresas. "El Mayor Johnson y Transporte de Londres tienen que comprometerse, asegurarse que las empresas cumplan con sus empleados, que son los que van a colaborar con su modesto granito de arena para el suceso de los Juegos", dice Jeremy (43), un representante del gremio, en un alto de la reunión zonal en el noroeste de Londres. De todas maneras llama la atención que la atmósfera que se respira en el local gremial es jovial, distendida y por momentos hasta divertida, lo cual contrasta claramente con la posición firme que, al menos en apariencia, muestran los trabajadores.
     Mientras tanto en Wembley Central, la parada de la línea 18 se ha transformado en una olla de grillos. La gente está perdiendo la paciencia, el autobús no aparece, se escuchan los primeros insultos, el ambiente se va caldeando con discusiones, la cola ya es monumental y...allá a lo lejos se divisa el double decker. Se abren las puertas y la gente literalmente se embute hacia adentro del autobús. La multitud es la viva imagen del ganado arreado o, visto desde otro ángulo, una foto de la indignidad tangible.
     "Y todo porque a los tipos se les ocurre reclamar un pago extra por trabajar como siempre, mirá si cada uno de nosotros se pone a hacer lo mismo...! Es el último grito que se oye antes de que se cierren las puertas y el rodado reanude su marcha. Un claro y grotesco contraste con la sonrisa de oreja a oreja del vendedor que ha instalado en la parada una suerte de cafetería ambulante y, dada la situación creada, simplemente está haciendo un negocio redondo. "Esto también es parte de los Juegos Olímpicos", dice casi en un susurro de complicidad, al tiempo que se le dibuja una sonrisa maliciosa.

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