El regalo del arquero internacional inglés Nick Pope, obsequiando un rebote infantil al brasileño Gabriel Jesús, a sólo 3 minutos de comenzado el partido entre Manchester City y Burnley, permitió a los de Guardiola elegir entre dos opciones: golear o descansar.
Entre extremarse a fondo o preservar los físicos castigados por un fixture cruel al extremo, la elección fue cuidarse, aún jugando su fútbol habitual. Tuvieron la pelota como siempre, se asociaron y triangularon tal cual es su costumbre pero haciéndolo a media máquina, sin alimentar demasiado las calderas.
Con esa disposición le alcanzó al City para aumentar por medio de Rahem Sterling a los 38 minutos de juego, marcando el 2 a 0 que sería definitivo. Si en ese mismo instante hubiera sonado el silbato del árbitro dando por terminado el partido, estaba bien porque de ahí en adelante, es decir durante todo el segundo tiempo, el líder absoluto Manchester City se floreó en la cancha dando un recital de fútbol ante un Burnley que entregó sus armas, si es que tenía alguna, ya en ese minuto 3 con ese gol regalado casi antes de pisar la cancha.
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