Avanzaba el reloj y el dominio de Chelsea, del nuevo Chelsea dirigido por el alemán Thomas Tuchel, era cada vez más claro, con mucho vértigo, sorpresa y verticalidad, así que a los 40 minutos, más tarde de la cuenta por cierto, llegó el gol del vasco Azpilicueta tras una enorme jugada colectiva que culminó muy bien el capitán del equipo.
Apareció un Chelsea sin ataduras, liberado, suelto y relajado, que llenó la cancha con dinámica y decisión. Dentro de ese panorama la espigada figura del media punta Callum Hudson-Odoi sobresalió nítidamente y no sólo por su altura precisamente: asistió a Azpilicueta en su gol y además estuvo siempre en la elaboración y culminación de las mejores jugadas del hoy equipo de "TT".
Quizás lo más destacado de la tarde de Stamford Bridge fue que cuando el técnico alemán hizo lugar en el equipo para su coterráneo Kai Havertz y para el estadounidense Christian Pulisic, el ritmo y la intensidad del equipo, que habían comenzado a decrecer, se reactivaron y al final de ese camino tan auspicioso llegó el golazo del español Marcos Alonso, que para el ibérico tuvo claro sabor a revancha, ya que el carrilero hacía mucho tiempo que no jugaba tras un encontronazo mantenido con el entrenador anterior, Frank Lampard.
En cuanto a Burnley, el visitante, se mostró siempre impotente y por largos momentos fue tan sólo un espectador impasible, por cierto que pasivo, del espectáculo futbolístico que daba su encumbrado rival.
No hubo goleada de puro milagro. Fue 2 a 0 pero fue paliza y, lo que es más importante, puede haber representado el comienzo de un camino de franca recuperación de Chelsea, un grande que había estado bastante venido a menos antes de la llegada de Thomas Tuchel.
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